El Mundial político 2023
Imaginemos que la Selección Argentina sabe de antemano que tendrá que enfrentar sucesivamente a equipos que no están en su mismo nivel
Hacer análisis político muchas veces se asemeja a la futurología. Nuestra capacidad de predicción siempre es limitada y concurren un sinfín de hechos que alteran nuestros vaticinios. Empero, los datos, la interpretación de la realidad y una cuota de intuición habilitan a pensar escenarios futuros que tengan cierta plausibilidad.
El futuro de la política argentina puede asimilarse a los meses previos a un mundial de fútbol. Imaginemos que la Selección Argentina sabe de antemano que tendrá que enfrentar sucesivamente a equipos que, a priori, no están en su mismo nivel ni cuentan con la misma categoría de jugadores. Pongamos por caso, un grupo compuesto por la propia Argentina, Curazao, San Marino y Somalia. Esta parecería ser la perspectiva del mapa político desde Juntos por el Cambio.
La interna al interior de este espacio político parecería estar cargada de cierto triunfalismo. Ya sea Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich o Gerardo Morales, estiman que superando las PASO tienen garantizada una plaza en un hipotético ballotage, o en el mejor de los casos, en la Casa Rosada. No obstante, tienen que superar las PASO.
La épica renuncia de Mauricio Macri no fue tan épica ni tan sorpresiva como se intenta instalar. Al igual que Cristina Fernández, el expresidente posee un techo bastante bajo y su imagen negativa tampoco ayuda demasiado. Adicionalmente, su figura es funcional al discurso de la grieta que podría beneficiar al oficialismo u otro candidato que sepa explotar los puntos flacos de su gestión.
La razón detrás de la demora en hacer público algo que era previsible estriba en las negociaciones internas con los otros precandidatos. Por un lado, todos quieren tener la bendición oficial del ex mandatario suponiendo que detrás del gesto, hay una transferencia directa de votos. El apoyo explícito de Macri también transforma a cualquier precandidato como el ungido para la sucesión. En este sentido, cabe destacar que, si el próximo presidente proviene de Juntos, más precisamente del PRO, las posibilidades que se coseche la doble corona son bastante altas. ¿Qué significa esto? Básicamente que reúna para sí la presidencia de la Nación y la presidencia del Partido. Esta condición le otorgaría un amplio poder político hacia el futuro.
Javier Milei aparece como otro favorito para llegar a la final con una fase de grupos accesible. Su estrategia “antipolítica” le permite captar el desencanto imperante con la clase política en parte del electorado. Años de inflación superior a dos dígitos, la depreciación del poder adquisitivo en los sectores medios y bajos, junto con la sensación de gatopardismo, ponen al excéntrico economista como un rival para tener en cuenta. Sin embargo, la Libertad Avanza es un espacio aún joven e inexperto en materia política. Incluso ganando en primera vuelta las posibilidades de tener control sobre las Cámaras son bajas. De aquí, que sea preciso negociar con la “casta” si quiere imponer su agenda política. ¿Cómo justificar una acción sana de la política frente a un electorado que interprete el hecho como una claudicación ante el enemigo? La otra alternativa para lograr implementar su plan político, es la polarización extra institucional con los altos costos y riesgos que esto implica.
El oficialismo parecería estar en el denominado “Grupo de la Muerte”. Con su principal figura (por ahora) fuera del mundial, ninguno de sus potenciales precandidatos parece despertar simpatías más allá del electorado duro. Esto también aplica para candidatos peronistas por fuera del oficialismo como Juan Schiaretti.
Frente a este escenario, la aspiración del presidente a la reelección no parece tan mala en términos de estrategia política. En primer lugar, al contar con pocas chances a priori, un tercer puesto perdiendo previamente la semifinal por penales no se ve tan mal (y menos si se estuvo cerca de quien ingresó a la segunda vuelta) y hasta puede ser vendido como una derrota digna. Incluso, con los recursos de la presidencia para la campaña y un repliegue bajo su figura bajo el lema “mejor malo conocido que opositor por conocer” podría darle la posibilidad de jugar la final. Después de todo, Marruecos estuvo cerca del milagro en Qatar.
Una última reflexión respecto del futuro. Gane quien gane las elecciones existen dos certezas. La luna de miel será corta, al menos para la mayoría de los posibles ganadores, por lo que tendrá poco margen para los errores en la solución de los problemas. Al mismo tiempo, cualquiera que asuma la presidencia, tendrá que tomar medidas acuciantes y poco populares. Esta situación complejiza aún más el escenario futuro.
Estas líneas no han sido más que especulaciones respecto del futuro político argentino. La política, al igual que los partidos de fútbol, se definen en la cancha y todavía no se ha dado el puntapié inicial.