Elecciones 2023, un juego de varias vueltas
En Argentina es fácil ser candidato pero difícil ganar una elección
En Argentina es fácil ser candidato pero difícil ganar una elección. Para ganar, la ley exige una mayoría especial (45% o 40% con una distancia de 10% con el segundo). En caso de no alcanzarlo, tenemos una segunda vuelta o balotaje. Además, en nuestro país tenemos una elección anterior, las PASO. Celebradas dos meses antes de las elecciones generales, las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) son la primera elección a la que se acercan los partidos y los electores. Por lo tanto, tenemos tres vueltas en la competencia por la presidencia ¿Para qué tanta vuelta?
El tener distintas vueltas electorales genera que haya menos partidos. Los sistemas con balotaje permiten que los electores elijan sus primeras preferencias en la primera vuelta y que por lo tanto el voto se disperse: hay muchos partidos que se reparten el voto más sincero de los electores. En la segunda, pasan menos partidos que en la primera y, como resultado, el elector tiene menos partidos por los cuales votar. Como consecuencia, menos partidos concentran más votos. Las PASO, al exigir un voto obligatorio de la ciudadanía produce que la concentración del voto pase por tres filtros. Es esperable que el voto sincero vaya de mayor a menor: en las PASO voto al que me gusta, en las generales al más cercano a mis preferencias y en el balotaje al menos peor.
Las primarias son un invento estadounidense. En el país norteamericano el voto es optativo tanto en las primarias como en las elecciones generales. Además, para poder votar en ambas instancias hay que empadronarse. Si no te acordas unos meses antes de anotarte, no votas. Como votar en la primaria implica cierto esfuerzo, solo votan los más politizados e ideologizados. El riesgo es elegir un candidato extremista que guste a los militantes y simpatizantes más cercanos del partido pero cuando tienen que ir a competir en la elección general con un electorado mayor sean rechazados por extremistas. En Argentina es más difícil elegir piantavotos. En nuestro país el empadronamiento es automático y el voto es obligatorio tanto en las PASO como en las generales. A diferencia de los estadounidenses, las primarias no son solo entre los más aguerridos simpatizantes que se acercan a votar si no entre todo el electorado. Y la gente no está tan politizada.
El año pasado aposté una cena con un amigo que Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner no iban a competir por la presidencia. Sabía que, si uno de los dos se subía al ring, a su opuesto perfecto no le quedaba alternativa que calzarse los guantes. Macri se bajó y, a pesar del “operativo clamor”, CFK seguramente siga el mismo camino. Voy haciendo la reserva en el restaurante. Sin Macri y CFK, los candidatos van a ser nuevos pero no desconocidos. La elección va a ser un juego entre tres espacios, peronismo, Juntos por el Cambio y los libertarios de Javier Milei. Reconociendo los filtros que impone cada vuelta electoral, mi nueva apuesta es que el próximo presidente va a ser más de centro que de derecha o izquierda. Resta saber cual es el menos peor de cada espacio.
Faltan un poco más de dos meses para que se presenten las precandidaturas a las PASO. En tiempos argentinos, una eternidad. Desde 2018, a los oficialismos les viene yendo bastante mal en América Latina, de las últimas 11 elecciones perdieron 10. Debido a las complejidades que tiene la gestión de Alberto Fernández tanto en materia de resultados como de conflicto interno, podría pasar algo atípico, el presidente podría no buscar su reelección. Sin embargo, el oficialismo todavía no decidió que va a hacer. Alberto Fernández parece estar midiendo al resto de los miembros de la coalición. Si se abre un espacio el presidente compite. Lo cierto es que la primera vuelta electoral parece que va a ser competitiva en el oficialismo entre al menos dos candidatos. Las declaraciones del ministro del interior Eduardo “Wado” De Pedro parecen darlo por hecho: el peronismo va a una primaria.
En la oposición el escenario parece dirimirse entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. La renuncia de Macri a la candidatura presidencial hizo inevitable la PASO. Larreta ya tiene experiencia en ganar internas. La primera vez fue en 2015 cuando enfrentó a Gabriela Michetti y su triunfo le permitió tomar el timón de la Ciudad. Bullrich es una vieja conocida de la política y parece difícil que al menos no de la pelea por llegar a la candidatura presidencial. Bullrich tiene un discurso que responde bien ante el enojo y la frustración. Una insider de la política con soluciones tajantes. La PASO puede jugarle en contra. Cuanto más voto coseche el frente, más moderación vamos a encontrar. Teniendo en cuenta las encuestas, el candidato de la oposición va a ser moderadísimo. ¿Dónde quedan los gritos descontentos?
Milei es un león que ruge pero no muerde. El voto libertario muestra un elector lógicamente enojado. El crecimiento de Javier Milei y sus libertarios y de opciones más extremas son un reflejo de la bronca social frente a una dirigencia política que no ha logrado solucionar los problemas más urgentes del país. A pesar del aumento de la popularidad, Javier Milei difícilmente gane una elección presidencial por dos motivos: la “casta” y la gente. Para ganar una elección presidencial necesitas votos y apoyo político. Los primeros son posibles de conseguir, podía suceder un crecimiento inesperado de Milei que lleve su simpatía a un voto arrollador. La dirigencia política es más difícil. Los gobernadores, intendentes y punteros, son los que mueven los votos. Para ganar, Milei necesitaría no solo un milagro, sino al menos 24, uno por cada provincia. Los votantes tienden a elegir candidatos moderados y los dirigentes políticos al status quo.
Este año la dirigencia política se enfrenta con un desafío, hacer un cambio de página que permita eliminar la desconfianza y recobrar la esperanza de un futuro mejor. El sistema electoral va a aportar lo suyo. Cualquier candidato que alcance la presidencia, lo hará con el voto de más del 50% y luego de atravesar tres elecciones. Mucha vuelta a la calesita ¿Quién se quedará con la sortija?