“El mundo es un desastre”, dijo en una reunión el otro día una colega bien informada. He escuchado lo mismo de analistas de variadas orientaciones políticas, aun los con actitudes positivas hacia el presidente electo estadounidense Donald Trump.

Es fácil encontrar motivos para ser pesimistas, pero el objetivo de esta nota es presentar el mejor caso posible, intentando combinar cierto realismo político con una visión liberal del florecimiento humano y la creencia de que es bueno tener más sistemas democráticos abiertos que incorporen el respeto por los derechos humanos.

Primero, tenemos que definir los problemas que generan el pesimismo recién mencionado. Los mayores son las guerras en curso, el autoritarismo agresivo y la intensa polarización política en muchos países. El desacuerdo es especialmente agudo en áreas políticas sensibles como la inmigración. En gran parte del mundo occidental en particular, hemos visto un aumento del cinismo hacia la democracia liberal y la cooperación multilateral.

El pesimismo y el malestar ayudan a explicar por qué Trump fue elegido, pero no se trata solo de él. Los oficialismos están siendo derrocados, y sistemas de partidos políticos establecidos se están desintegrando en muchos países democráticos, por ejemplo, en Alemania y Francia,por mencionar algunos. En Canadá, Trudeau seguramente perderá las elecciones del año próximo. Y ni hablar de las elecciones más recientes en Argentina. La gente está frustrada y quiere probar algo diferente.

En los países autoritarios, no vemos los resultados políticos de los cambios de humor de la gente de forma inmediata, pero sospecho que muchos autócratas están más preocupados que los líderes democráticos. ¿Qué habrá pensado Miguel Díaz-Canel cuando los venezolanos dieron mayoría a la oposición (aunque la represión seguramente le resultó tranquilizadora)? ¿Qué pensaron Putin o Xi cuando vieron que se abrían las cárceles en Damasco? ¿Por qué el régimen chino reprime con tanta dureza a Jimmy Lai en Hong Kong?

Con Donald Trump al mando en Estados Unidos ¿Pueden cesar los combates? ¿Pueden derrocarse más autócratas y disuadir y contener a otros? ¿Puede mejorar el ánimo público en los países democráticos? Los mejores escenarios posibles podrían ser los siguientes.

En Ucrania podrían detenerse los combates. Algo se puede negociar, tal vez incluso ceder algo de territorio, pero estableciendo una clara garantía de seguridad para una Ucrania independiente, idealmente como parte de la OTAN.

En Oriente Medio se pueden aprovechar las nuevas realidades, que incluyen una mayor seguridad para Israel y un Irán debilitado, para impulsar un nuevo tipo de “acuerdo” que ofrezca esperanza para los palestinos. Sería bueno que en el mundo se hable de ideas nuevas, y papeles nuevos para algunos de los países.

En Venezuela algunos ya dicen que es posible que Trump ofrezca un acuerdo para que Maduro y sus principales compinches se vayan a vivir a otro lugar. Para la justicia y los derechos humanos, expulsarlos es más importante que castigarlos. Es más difícil imaginar que esto suceda con Cuba o Nicaragua, pero eso también sería genial, y seguramente es lo que sueña Marco Rubio, el futuro Secretario de Estado.

En cuanto a la inmigración, Trump ha prometido a sus votantes que hará algo dramático. En este sentido, el mejor escenario es que primero hará un gran espectáculo deportando a algunos criminales empedernidos que proporcione cierta satisfacción a su base política. Luego podrá implementar discretamente políticas que disuadan los cruces ilegales de fronteras y hagan que la política de inmigración sea más ordenada. Esperemos que todo esto sea con la menor crueldad posible.

Por supuesto, no todo dependerá de Trump. También importa cómo reaccionen los demás ante él, en particular cuando se trata del futuro del multilateralismo.

La reforma del sistema de la ONU está en camino, pero es difícil imaginar una que amplíe el papel del sistema global. Una ONU reformada podría dedicarse a cuestiones fundamentales de paz y seguridad, con una representación más moderna, quizás con un sistema de doble veto en el Consejo de Seguridad (una propuesta ya en circulación). Es probable que la gobernanza al nivel global en otras áreas permanezca más blanda y flexible, por los grandes desacuerdos que hay.

La cooperación regional es diferente. Por ejemplo, podríamos ver que uno de los efectos de una segunda presidencia de Trump sería una Europa más unida que nunca. Es difícil decir cómo afectaría esto al acuerdo UE-Mercosur, pero podría ser un estímulo.

Las cosas no cambian hasta que lo hacen. Ninguno de los escenarios anteriores es extremadamente probable, pero todos están más cerca ahora que antes.