Daniel Córdoba tiene treinta años y se define como músico. Trabajaba como empleado público, cursaba dirección coral en la Facultad de Bellas Artes, pero la invitación de un amigo, el Chino Segura, lo trasladó a Francia en diciembre del 2015 y hoy lo encuentra estudiando dirección orquestal en el Conservatorio Regional de Créteil con el director argentino de renombre internacional, Ariel Alonso; y fabricando sombreros para reyes y figuras del mundo.

"Lo mío fue intuitivo porque sabía que estaba dando vueltas en el mismo lugar. Me faltaba cierta experiencia de vida y la pasé mal los primeros cuatro meses, no sabía ni decir una sola palabra en francés, era una ciudad muy grande y los franceses son medios especiales, sino los conoces muy bien, son muy formales. Viví en once lados diferentes y mi amigo era una referencia emocional", comienza relatando Daniel acerca de su partida.

Comenzó trabajando como promotor turístico de un paquete en español por el que conoció a muchos latinoamericanos, aprovechaba sus conocimientos musicales para generar empatía y por ejemplo, con los uruguayos hablaba de Zitarrosa y con chilenos de Jara o Violeta Parra y cuando ameritaba, también cantaba para atraer o cerrar una venta con buenos resultados y la aprobación de su jefe que no le veía un camino exitoso por no poseer los encantos de una mujer para la venta.

"En ese momento, al comienzo, publiqué en los grupos de españoles y argentinos en París de Facebook, si alguien me tiraba un colchón, y esa vez fue la única que casi lloro, estuve a punto de dormir en la calle. Mis amigos que me daban asilo no podían. Hubo gente que me criticó por haber venido en estas condiciones a este país, y otra gente muy copada como María, una española que me dijo que por esa noche podía ir a dormir a su casa que compartía con su pareja Pierre", comenta el platense.

Daniel llegó como pudo, porque no conocía la zona donde residía María, fue muy bien recibido por la pareja, cantó algunas canciones como manera de presentación y Pierre le preguntó en determinado momento si sabía hacer tareas manuales, puesto que él trabajaba en un atelier de sombreros importante y necesitaban personal. Si estás de acuerdo, yo hablo con mi jefe, entras contratado con el sueldo mínimo para aprender el oficio, le dijo Pierre. Daniel si bien solo sabía hacer canciones, aceptó comenzar el oficio de chapelier.

Con su jefe inglés, Anthony, su afinidad pasó por la música, dice que es melómano y le gusta la música clásica mientras que a Daniel la popular, aunque coinciden en las virtudes de Beethoven. "En un momento me dijo para mí la expresión más cercana a Dios es la música, y la segunda es la moda", cuenta Daniel que cayó sin haberlo pensado en un atelier de sombreros con compañeros de trabajo de distintas partes del mundo en un país donde la moda tiene un lugar primordial.

"El otro día le pregunté a mi jefe a quiénes le hacíamos los sombreros y me nombró a Andre Agassi, Yoko Ono, Bob Geldof, Robert Pirès; y la primera vez que descubrí que el atelier hacía sombreros a gente conocida fue cuando vi un pedido con la ficha que decía 'Roi Marroc' - rey de Marruecos, Mohamed Six- y no sabía si era una calle o una boutique. El otro día vi en una ficha que decía Serena Williams, para Dublín. Enviamos sombreros a Japón, Roma, Inglaterra, Corea y a América nada", detalla Daniel.

Cómo se hace un sombrero

Daniel cuenta que un sombrero se puede hacer en una hora. Llega al atelier una ficha que puede ser enviada en algunos casos desde grandes boutiques para las cuales trabajan, donde está la especificación del modelo, la tela o material, el color y el talle, entre otros detalles. Y que lo primero, en la cinta de trabajo, es colocar el material en una forma que por la acción del vapor lo moldea para luego cortarle el excedente.

"Hay diferentes estilos de sombreros, algunos están inspirados en el cine, uno se llama Rocky, por Rocky I cuando ganó el Oscar. También, hay diferentes materiales, hay conejo, lana, panama muy ligero para verano, y muchísimos colores. El otro día tuve que hacer el inventario y tardé como dos semanas de los materiales que había. No sabía que había tanta cantidad de naranjas o de amarrillos, había más de mil materiales para hacer sombreros", cuenta asimismo que la diversidad de modelos también es amplia y excéntrica.

Del gris de la oficina pública a lo pintoresco y lo curioso de París

Luego de formar el modelo, Daniel le entrega el sombrero a sus compañeras de China o Camboya - son más de una decena en el atelier- que le cosen los bordes para luego devolvérselo a él o a su compañero de Senegal para volverlo a poner en la forma y posteriormente peinar el material para emparejar el pelo y sacarle las manchas con una brocha de metal. Para luego enviárselo a otra compañera que con una máquina de coser le ajusta al talle solicitado, para que finalmente otra le coloque una garniture y lo embale para despacharlo.

"Acá la gente usa mucho sombrero, la apariencia se cuida mucho y el sombrero da prestigio", cierra Daniel desde Crosne, donde vive con un compañero argentino desde la misma semana que entró al atelier de calle Saint-Denis, en pleno Paris.