El cuento de los cuentos. Historias desde Nunca Jamás III
Una historia no es cierta solamente porque cuente hechos. Los hechos, como el agua, se acomodan al espacio que los contiene, al renglón que los acuna. La verdad está y no está en las historias, y cuanto más pretende ser cierta una historia, más falsa es. La información está sobrevalorada. En estos tiempos es necesario mentirnos para encontrar alguna verdad, falsear hasta lo imposible la realidad, y a través del arte, de esa abstracción que muchas veces se parece a la ficción, encontrar la certeza de que es el mundo el que está equivocado.
Dicen que La Historia la escriben los que ganan. En esta cultura letrada no hay espacio para la historia oral, para la narración de los pueblos. Y los que ganan se turnan para relatar nuestras vidas y contarnos lo que nos pasó y nos pasará. Lo que no vemos es que las historias (La Historia) se escribe no para contarnos, sino para ocultarnos. Detrás de los grandes relatos pasan volando las balas con restos de pibes acribillados, están las pastillas apiladas como barrotes, los relojes de diez horas del trabajo, las paredes de chapa, los bolsillos llenos a reventar de unos, los desnutridos de otros.
La Política tiene sus relatos, sus discursos, sus modos de preservarse haciendo gala de su capacidad de reciclaje altamente tóxico. El contenido puede variar, ser más o menos progresista, más o menos funcional. Pero su finalidad, su función, es la misma distracción. La catarata de eslóganes que construyen la política de hoy, están necesariamente vacíos de contenido, raquíticos. Lo importante, lo imprescindible es generar un molde que contenga los conflictos sociales, mientras con otra mano se incentiva la criminalización de los vulnerados de siempre.
Es necesario recordar que las bases de las políticas represivas que lleva y llevará adelante este gobierno, las sentó y afianzó el gobierno anterior, con sus proyectos secretos de espionaje, la Ley Antiterrorista, las alianzas con gobernadores feudales, los operativos en villas del conurbano y la persecución sistemática de la juventud de sectores populares. Todo bien edulcorado con el plan de 12 cuotas para que te compres el tele.
Lo que ayer era la retórica del consumo interno, y que compres y compres y si no querés, comprá igual, después ves cómo lo pagás, que así incentivamos entre todos y todas la industria, es hoy el sopapo del comprá si podés, porque no cualquiera es bienvenido en este mercado que es tu país. Son dos vertientes que tienen diferente cause pero misma fuente. El status quo del capitalismo nos sobrevive siempre, y mientras haya quien compre y quien no coma, nos seguirá matando y sobreviviendo.
Mientras tanto se multiplican las policías locales, cuando la inseguridad sabemos (sentimos) que está en los trabajos de fantasía, en los hospitales anémicos y las escuelas heladas. La discusión sobre seguridad es una deuda, es una herida, y se resiente en cada tapa de los diarios, en cada noticiero vespertino.
Para este año, ya se puede adivinar el cuento. Una vez vencido el segundo semestre, todavía dura el discurso de la recomposición de un Estado desmantelado, fortalecido por las denuncias de corrupción y las aparateadas mediáticas. Para hablar de la inflación, sueldos, programas sociales, cultura, vamos a tener que esperar un rato más todavía, porque resulta que están descubriendo que hay negociados entre el la clase política y la empresaria. Toda una novedad. Y que Niembro, la familia Macri, Calcaterra, Melconián, Prat Gay y tantos otros queden para después.
Pero no nos quedemos acá. El discurso del terrorismo viene desde hace años siendo el nuevo caballito de batalla para las políticas racistas de las potencias, que meten bomba y después preguntan. Los refugiados, los desplazados, los asesinados y ahogados, son la pesadilla que Occidente se preparó a sí mismo. Y los muros se levantan, y los barcos se hunden, y los campamentos se multiplican, y las bombas siguen cayendo sobre ciudades de polvo y ladrillos. Pero si no sale en la tele no existe, y si no existe no importa.
Los relatos se escriben sobre relatos. Nada es verdad, todo es mentira. Si vamos a dejar la política en manos del marketing esloganista, por lo menos apropiemos las calles, hagamos ruido, no seamos un logo.