El Indio en Olavarría Es un corazón cuando se agita
Por Juan Manuel Caravello. Al estar latente la posibilidad de que sea el último recital del músico, y al ser relativamente en el centro de la provincia de Buenos Aires, estamos en presencia de un recital histórico con un enorme caudal de público
Viernes diez de marzo, mediodía, constitución, tren hacia el sur, uno de los vagones lleno de gente que con una guitarra repasa el repertorio de los Redondos y el Indio y que, mediante una extraña combinación de trenes, micros y dedo piensan llegar a tiempo para el recital del sábado en Olavarría. Ojalá esta viñeta valga para mostrar qué tipo de sentimiento mueve a ir a ver al Indio, generaciones y generaciones escuchando su música, sentirse representado por letras que nos pudieron parecer crípticas y de repente una iluminación, una palabra, nos hace entender que hablan de nosotros mismos, de cada uno.
A veces es más fácil de lo que creemos.
250.000 personas, me permito pensar que el número puede ser mayor, por varios motivos porque siempre fue creciendo el número de asistentes, porque está latente la posibilidad de que sea el último recital del Indio, porque es relativamente el centro de la provincia de Buenos Aires, de modo que no le queda cerca, pero tampoco demasiado lejos a los ricoteros de la provincia más habitada del país. Ahora bien, no cambia mucho (y es increíble decirlo) cincuenta mil personas más o menos, si bien la mayoría de los artistas no solo de Argentina matarían por la diferencia, no cambia digo, el fenómeno social, la movilización popular de líder de masas.
¿Por qué toda esa gente se moviliza?
Desde cualquier clase social todos los asistentes comparten la fiesta, algunos pagan sus entradas, otros no. En una especie de pacto tácito se sabe que el que puede paga, casi para que los que no pueden, vayan sin pagar. Grupos de amigos, compañeros de trabajo, conocidos, amigos de amigos de amigos, querer ir a ver al Indio alcanza para unirse y armar la expedición a donde el líder indique, esta vez a Olavarria.
La respuesta está ahí.
Fue un recital histórico en el sentido privado del término, y en ese sentido todos los de Solari lo son, son un hito en la vida del asistente, cada uno de ellos, de nosotros, no salimos igual que como entramos de un recital del Indio, no importa demasiado si el sonido es el mejor, si vemos bien, si estamos cerca o muy lejos, si desafina o si ya no se mueve como antes, hay una fuerza, una energía que tiene que ver con el escenario y con el público y lo que sucede en el medio, la electricidad entre dos polos que se atraen. Poder sentir eso, ser partícipe también de esa misa, de ver cómo ese cuerpo de hombre en el escenario se hace dios y esos pibes que son como bombas pequeñitas explotan por amor y no por odio, esa fuerza es la que nos atraviesa en un recital del Indio y buscando eso es que llegaron 250.000 personas, al menos, al punto de la argentina que sea.
Si hay que elegir entre la nada y el amor, se elige el amor, cada vez y eso explica el fenómeno Indio, era tan simple como eso, elegir el amor, entre otras cosas porque lo otro es la nada.