Escuelas que enseñen a pensar
Las ideas de la escuela activa y la pedagogía de la pregunta tienen muchos años de ser puestos en acción en las aulas en toda América Latina. La construcción histórica y social acerca de los problemas educacionales y de cómo la enseñanza puede contribuir a solucionarlos, atraviesa no sólo a quienes trabajan en las aulas sino a la sociedad en su conjunto
Desde hace muchos años quienes trabajamos en diferentes instituciones del sistema educativo nos proponemos enseñar a pensar. Este es uno de los grandes desafíos en la escuela primaria, en la secundaria y también en la universidad y en los institutos superiores de formación docente…
¿Por qué esta meta explícita de los sistemas educativos es tan difícil de lograr? No es por carecer de conocimientos para poder hacerlo. Lo complejo es llevar ese conocimiento a la acción ya que para ello se requiere de condiciones que no son sólo pedagógicas, ni dependen de la voluntad y de la acción individual de un maestro/a o profesor/a.
En estos años hemos construido y validado conocimiento que nos permite afirmar:
Que es importante pensar las propuestas poniendo en el foco el proceso de aprendizaje de los estudiantes pero que esto de ninguna manera implica desdibujar el lugar del maestro/ profesor y de la enseñanza sino por el contrario, significa replantear, revalorizar y fortalecer las prácticas de enseñanza.
Que no se “aprende a pensar” en abstracto y que por eso es fundamental diseñar nuestras propuestas de enseñanza acordando qué es lo que importa que en cada campo, área o disciplina los estudiantes comprendan.
Que la comprensión profunda y el pensamiento requieren de tiempo y de múltiples experiencias para poder desarrollarlos y que, por lo tanto, la fragmentación, simultaneidad y multiplicidad de contenidos que siguen organizando el formato escolar por ejemplo de la secundaria, suelen atentar contra procesos de comprensión profunda.
Que comprender implica pensar y actuar con el conocimiento y que cuando comprendemos algo en profundidad podemos dar cuenta no sólo de hechos, fenómenos y sus relaciones sino también sabemos por qué ese saber es relevante, cuáles son sus sentidos; cómo llegamos a saberlo, es decir comprendemos los modos de producción y validación de ese conocimiento y somos, además, capaces de comunicarlo tanto con los códigos y lenguajes propios de esos campos disciplinares como de adecuar su comunicación a diferentes audiencias.
Que para “aprender a pensar” es necesario generar condiciones de “hacer visible el pensamiento”; pensar sobre el pensamiento y para ello es imprescindible saber cómo hacerlo y un clima y un vínculo de confianza en el aula, un espacio donde los “otros” compañeros, docentes son vividos como acompañantes legítimos de esos procesos de reflexión.
Sabemos además que la buena enseñanza requiere del trabajo colaborativo de los docentes y que si bien es muy importante lo que cada docente hace en su aula, esto está fuertemente atravesado por factores como las condiciones laborales e institucionales que no sólo inciden en su tarea sino también promueven y facilitan o no este trabajo colectivo.
Con estos señalamientos, que parecen hoy afirmaciones casi obvias quiero poner de relieve que no nos falta conocimiento pedagógico y que el trabajo por proyectos, el aprendizaje basado en problemas, las ideas de la escuela activa, la pedagogía de la pregunta, etc. que en algunos medios de comunicación aparecen como “la gran innovación” para mejorar nuestra escuela tienen ya muchos años de ser puestos en acción en las aulas y han sido nutridas con ricas experiencias no sólo en nuestro país sino en toda América Latina. La innovación no significa simplemente hacer algo novedoso y diferente, innovar significa poder institucionalizar una práctica y para ello es fundamental construir sentido.
La práctica docente como toda práctica social, se constituye en un aquí y ahora, en un campo de disputas en el que la circulación de sentidos y discursos regulan y organizan el trabajo de enseñar. (Southwel, 2009; Vassiliades,2012)
La construcción histórica y social acerca de los problemas educacionales y de cómo la enseñanza, y por ende los docentes, pueden contribuir a solucionarlos atraviesa no sólo a quienes trabajan en las aulas sino a la sociedad en su conjunto.
En una coyuntura en la que los docentes están puestos bajo sospecha, en la que se apela a la individualización del trabajo docente, y se sostiene fuertemente un discurso que propone premios y castigos a las conductas individuales es muy difícil que podamos avanzar en tener escuelas que enseñen a pensar.
*Doctora en Educación. Investigadora docente del Instituto del Desarrollo Humano -Universidad Nacional de General Sarmiento
Referencias bibliográficas:
Southwel, M. (2009). Docencia tradiciones y nuevos desafíos en el escenario contemporáneo. En Yuni, J (comp). La formación docente. Complejidad y ausencias. Córdoba. Encuentro Grupo Editor.
Vassiliades, A. (2012). Posiciones docentes frente a la desigualdad social y educativa: disputas y tramas de sentido en torno a las regulaciones del trabajo de enseñar. En Revista de instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación N°30. Facultad de filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires.