A veces la historia nos guiña un ojo y vaya uno a saber por qué cuestión caprichosa agrupa en un mismo mes, hechos que de alguna manera dialogan o guardan alguna relación entre sí, a veces casualidad a veces no, a veces contemporáneos y otras tantas no. Cuántas independencias y fechas patrias se apelotonan en julio o cuántas revoluciones y puebladas en octubre, mes de cambios como decía alguna vieja canción, por citar algunos ejemplos.

En el caso que nos ocupa vamos a centrarnos en el mes de noviembre, mes que a primera vista, nos puede remitir a otra vieja canción que haga evocación a la lluvia, pero que transcurre en el frío otoño del hemisferio norte. Por el contrario en el noviembre del sur, es en el que empiezan a asomar las primeras estocadas de ese calor que insinúa el verano que se avecina y se amontonan una serie de fechas que hacen que durante estos treinta días debiéramos celebrar las fiestas paganas de la tradición nacional y popular.

En este mes recordamos el nacimiento de José Hernández, aquel que con su Martín Fierro denunciara los atropellos de la elite terrateniente y del Estado (al servicio de éstos) en contra de los gauchos, que hace que el día 10 se celebre el Día de la Tradición. Curiosamente tres días después, pero cuando Hernández ya tenía 29 años, es asesinado acaso el más grande caudillo federal que hayan dado estas tierras, es decir el legendario Ángel Vicente Chacho Peñaloza, luchador incansable en contra del centralismo porteño y de su modelo de país agro-portuario, a quien Hernández dedicara un libro denunciando a sus matadores entre los cuales claramente ubica a Sarmiento. Unos días después, el 17 de noviembre se conmemora el día del militante ya que, luego de dieciocho largos años retorna Perón al país traído por esa militancia peronista que se rebelaba al exilio de su líder y que obligó a la dictadura lanussista que permita el retorno por primera vez al país del viejo caudillo en 1972. También tres días después, el 20 de noviembre, se celebra el Día de la Soberanía Nacional en memoria de aquellos gauchos que pelearon a pulmón contra la escuadra anglo-francesa que buscaba abrir los ríos al libre comercio europeo en la Vuelta de Obligado en el Río Paraná.

Pero también y he aquí el protagonista de esta nota, el 13 de noviembre recordamos que en 1901 nació Arturo Jauretche, pensador por excelencia de la tradición nacional y popular, quien de alguna manera podríamos decir que es parte de esa configuración de pensamiento argentino que no se obnubilaba con las luces de las grandes capitales europeas y en el que debemos situar a Hernández y a Manuel Ugarte como antecedentes más próximos. Así como éste último es el creador intelectual de la idea de Patria Grande , Don Arturo es el que logra conceptualizar categorías como vendepatria o cipayos para referirse a los acólitos locales de los intereses económicos y políticos de las potencias extranjeras que, a través de la dimensión cultural logran perpetuar el dominio económico de los sectores dominantes.

El objetivo de Jauretche era trabajar sobre la mentalidad de las nuevas generaciones para que dejaran de reproducir ese engranaje que, a través de la repetición de las zonceras, es decir de esas supuestas verdades incuestionables que desde chico se nos enseñan cual leyes irrefutables y que formatean nuestra manera de pensar para que creamos que el interés nacional y el de la elite es un mismo destino. Desembarazarnos de esos axiomas es un acto, entendía Jauretche, de liberación, desde donde se puede empezar a pensar la realidad nacional como argentinos y desde Argentina.

Mientras el nuestro liberalismo vernáculo es temprano y se logra estructurar rápidamente en torno a figuras intelectuales y políticas como Bernardino Rivadavia y los unitarios de la década de 1820, la Generación del '37 y luego sus máximos exponentes como Mitre, Alberdi y Sarmiento, los sectores populares han debido transitar un camino mucho más largo y árido. En tanto en los países de Europa que se industrializaban durante el siglo XIX se formaba el proletariado urbano industrial que logrará su expresión política en los partidos obreristas y libertarios en la centuria decimonónica, en nuestro país primero el bajo pueblo , después las montoneras y luego la plebe ultramarina transitarán experiencias de lucha y resistencia a los sectores dominantes, pero deberán esperar hasta los años cuarenta ya del siglo XX en el peronismo, para encontrar su máxima expresión política e identitaria con un gran proyecto nacional integral es decir, económico, político, social y cultural.

Parte insoslayable de ese gran movimiento nacional del cual el peronismo es su punto culminante y, a partir de allí, su columna vertebral, tiene en el campo del pensamiento a Don Arturo Jauretche como una de sus mejores versiones y aguerrido batallador en la búsqueda de desmantelar el andamiaje ideológico construido por las elites, lo cual es una pelea que aún hoy a más de cien años de su nacimiento y cuarenta y dos de su muerte seguimos dando pero con la suerte de que antes nuestro lo tuvimos a él que nos enseñó a separar la paja del trigo y por ende a dejar de ser zonzos.