La Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, resolvió que Robledo Puch, pase a un régimen menos riguroso para que se vaya preparando para la libertad, así lo consagra el último párrafo de la resolución del máximo tribunal, a un pedido formulado por su incansable defensor.

Así se pone final a una detención que lleva 44 años, precisamente desde febrero de 1972, y este hombre, que cuando trasponga los muros de la prisión deberá aprender a vivir en un mundo, que para nada se parece al dejo del momento de su detención.

Se lo bautizo como El ángel de la muerte , detrás de  su cara de nene inocente y desvalido, se escondía un frio asesino.

Fue condenado a reclusión perpetua por 36 hechos, diez homicidios calificados, un homicidio simple, dieciséis robos calificados, dos raptos, dos tentativas de violación  y cinco hurtos, todos estos hechos cometidos entre mayo de 1971 y febrero de 1972. Solo nueve meses.

No fue un clásico caso de manual, ya que no era un chico que haya sido golpeado, abandonado por sus padres, frustrado por privaciones y resentido, y que por medio de su actividad delictiva buscaba vengarse de su origen. Por el contario, nacido en una casa de clase media acomodada, un nene bien de Vicente López.

Su padre, Víctor Elías, salteño, peronista y con algún lejano parentesco, con Martin Miguel de Güemes, empleado calificado de la General Motors, muerto en 2005. Su mama, Aida Josefa Habendank (muerta en 1993) de origen alemán, química, y frustrada suicida  quizás acá este la clave de la perturbación que padeció siempre Robledo Puch.

Fue calificado como "un psicópata con plena capacidad para comprender la criminalidad de sus actos", y las pericias hicieron notar que su origen fue "un hogar legítimo y completo, ausente de circunstancias higiénicas y morales desfavorables".

De chico estuvo al cuidado de su abuela, debido a los desequilibrios psíquicos que padecía su madre, y a pesar de venir de ese hogar legítimo , su infancia no fue fácil, fue víctima de bulliyng en tiempos en que no se le prestaba importancia a las influencias que generan en quienes lo padecen. Los chicos le decían maricón y se burlaban de su pelo, de que tocara el piano y hablara alemán,  le envidiaban su ropa& y sus otros privilegios.

Lector del género de aventuras, leyó todas las novelas de Emilio Salgari, le hubiera gustado ser militar (su padre no lo dejó), abandonó tempranamente sus estudios secundarios y se transformó en adicto a la plata, autos y motos.

A sus 16 años robó una moto, su primer delito y fue conducido por poco tiempo a un reformatorio, este fue el prólogo de su  futura condena.

Sus andanzas delictivas son más que conocidos por los lectores de las crónicas policiales.

Condenado a la pena mayor que contempla el Código Penal, reclusión perpetua con la accesoria por tiempo indeterminado.

Todos los intentos de que gozara de algún beneficio habían sido rechazados en distintas etapas, y a instancias de la opinión de los camaristas Dres. Quintana, García Marañón y Herbel sobre su Nula capacitación educacional y laboral, marcado desinterés por estudiar y educarse, y carencia de contención en el afuera desde que su madre murió en 1993, porque nadie lo visitó .

Durante los años que lleva preso, padeció varios brotes psicóticos, y los peritos le definieron como una persona con una perturbación esquizoide que lo hace creerse libre de todo mal y de toda culpa.

Incendió un taller del penal disfrazado de Batman y se consagró a sí mismo como el sucesor de Perón, y que cuando saliera iba a matar al presidente que estuviera en el cargo.

El maestro Dr. Osvaldo Raffo lo definió como un psicópata cruel y desalmado, egocéntrico, desconfiado, narcisista, peligroso a nivel superlativo e incapaz de adaptarse a la sociedad. No está loco, es un perverso .

Ahora imaginémoslo con una vida extramuros, solo, pobre, viejo y enfermo, sin parientes, con seguridad algún cronista lo buscara para que cuente su historia y algún productor de contenidos televisivos retrate en la pantalla chica la vida y los crímenes de Robledo Puch. A modo de ejemplo recordemos el éxito televisivo del Clan Puccio.

La sangre interesa más que la cultura y los asesinos seriales enamoran más que la poesía.