Pandemia y desigualdades
Barrios sin agua y el “yo me quedo en casa” sin posibilidad. Las desmejoras laborales vistas como grandes acuerdos
En todo el mundo la pandemia de coronavirus ha potenciado las desigualdades estructurales que caracterizan el mundo capitalista. Nuestro país no ha sido una excepción. Mientras América del Sur se ha transformado en el epicentro de la enfermedad según la Organización Mundial de la Salud, los habitantes de las villas y asentamientos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la Provincia de Buenos Aires se han vuelto una suerte en blancos móviles para la transmisión del COVID 19. Era previsible. Junto con los geriátricos y las prisiones (además del transporte público) la población de los barrios vulnerables era uno de los sectores críticos a tener en cuenta, debido al hacinamiento y la falta de servicios elementales (¡el agua!). Nada se hizo, ni medidas de emergencia ni estructurales, hasta que estalló la crisis en la Villa 31 con la muerte de Ramona Medina, la militante de La Garganta Poderosa que justamente había denunciado la falta de agua. Doce días sin agua, donde el Gobierno de la Ciudad y AySA se echaron culpas mutuamente. Un verdadero crimen social. Luego, los contagios masivos en Villa Azul, que comparte pertenencia con Quilmes y Avellaneda. Y ahora la Villa José Luis Cabezas, entre Ensenada y Berisso. Y posiblemente, varias más donde no llegaron los testeos o no tomaron estado público.
Una parte muy importante de los habitantes de estos barrios, donde la precarización y la informalidad son moneda corriente, perdieron sus ingresos, pero solo algunos de ellos recibieron una mísera compensación al acceder al Ingreso Familiar de Emergencia de apenas $ 10 mil por grupo familiar. Los barrios donde el “yo me quedo en casa” no es una posibilidad ni por razones de hábitat ni por razones económicas, más allá de los esfuerzos de los vecinos por cumplir con los recaudos sanitarios. Si para el conjunto de la clase trabajadora los pronósticos no son alentadores para la pospandemia (según una encuesta realizada entre las cien principales empresas del país, una de cada tres se apresta a despedir personal en el curso de 2020), aquí la situación puede volverse imposible. La construcción, donde trabaja parte importante de la población de las villas, en el mes de abril se derrumbó en un 75%. Las changas escasean. El tan mentado auxilio estatal fue destinado mayoritariamente a medidas dirigidas al salvataje de las empresas: un 70% mientras solo un 30% llegó a los bolsillos de los más vulnerables.
El mundo de la pospandemia se nos va a presentar con millones de nuevos pobres y nuevos desocupados. Para la mayoría, las cosas no volverán a ser como antes, sin que esto signifique añoranza por la ya crítica situación anterior. Nuestro país no parece que vaya a ser excepción. Además, los grandes empresarios han utilizado la crisis para imponer una suerte de reforma laboral de hecho, bajando salarios y desmejorando las condiciones de trabajo. La CGT pactó con la UIA suspensiones con baja salarial al 75%, con el aval de Alberto Fernández que calificó como “histórico” este acuerdo. El estado, a su vez, está financiando por segundo mes consecutivo el pago de la mitad de los salarios de muchísimas empresas, incluso pagando parte del ingreso de los gerentes de grupos como Techint, Clarín, La Nación y hasta la Sociedad Rural. Muchas empresas que siguieron produciendo igual recibieron el subsidio. Negocio redondo de la “burguesía planera”.
Se vienen a nivel global conflictos de magnitud, como ya lo muestran los Estados Unidos con las protestas desatadas a partir del crimen racista de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis. La clase trabajadora deberá recurrir a sus mejores tradiciones de lucha y organización para no pagar los costos de la crisis. Ya estamos viendo en acción a los jóvenes de las “Apps” y de otros empleos precarizados reclamar en las calles por sus derechos y un sinnúmero de conflictos en reclamo por salario, despidos o condiciones de trabajo. Que la crisis se vuelva una oportunidad dependerá de lo que hagan “los de abajo”. Los que gobiernan a lo sumo aspiran a que todo no explote en sus manos y a que la rueda siga girando con “los dueños del país” llevándose el grueso de la torta como siempre.
* Sociólogo y docente universitario (UBA y UNLP). Dirigente Nacional del PTS en el Frente de Izquierda. Twitter: @chipicastillo