Hoy 20 de diciembre la ciudad de Rojas celebra su 240 aniversario. Como contribución a esta fiesta, presentamos un extracto del texto Rojas en los libros, que es uno de los más de cien artículos que figuran en la página web Historias de Rojas. En esta página pueden leerse y ser comentados los textos que aportaron escritores, periodistas, historiadores y vecinos, sobre las historias con minúscula de la ciudad y el partido. Los textos están siendo editados para ser publicados como un libro por la editorial Ayesha de Buenos Aires, proyecto que contó con el aval unánime de todos los concejales de la localidad.

Sucede a veces que en un país lejano nos encontramos con un vecino de nuestra ciudad, y eso nos produce una rara y sorprendente alegría; así que invitamos a esa persona que nunca habíamos tratado en casa, y nos vamos a tomar un café y a hablar de la tierra que dejamos atrás. Algo así me ocurre cuando veo el nombre de Rojas en un libro, sea en una ficción, sea en las memorias de un viajero, sea en una antología poética. Desde luego, la mención más alta de nuestra ciudad la encontramos en la obra de Sábato, pero a esto lo dejaremos para el final.

Lucio V. Mansilla, el autor de la Excursión a los indios ranqueles, estuvo como capitán en Rojas hacia 1863. Lo cuenta Julio Caillet-Bois, en una nota biográfica de la edición de Emecé de este libro (1989). Dice el biógrafo: “Desde su guarnición en Rojas, escribe afanosamente, porque le preocupa el temor de quedar inadvertido”. Mansilla mantuvo un copioso correo con sus relaciones de Buenos Aires, tratando los más variados temas: desde la organización del ejército hasta la creación del Colegio Militar, pero también tradujo a Alfred de Vigny y una Historia de la caballería francesa; participó de la discusión en torno a la Vida de Jesús de Renan y reseñó las novelas de su hermana Eduardita. Y agrega Caillet-Bois: “Hasta una comedia de costumbres escribió en Rojas. La tituló Una tía, es obra curiosa y no por su argumento; los tipos, en cambio, son porteñísimos y sostienen esa acción de previsible desenlace”. Se cree que también aquí escribió su Ensayo sobre la novela en la democracia. El periodista Eduardo Tarnassi, en La Nación del 19/9/02, nos recuerda esta anécdota: “Cuentan que cierta vez, cuando era capitán y a pesar de estar armado, en Rojas, provincia de Buenos Aires, lo corrió un perro manso y no supo qué hacer”. (Mansilla mismo ha declarado su terror por los perros, pero tuvo varios, y uno, Brasil, lo acompañó hasta las tolderías de los ranqueles, y quedó ahí, como prenda de amistad con el cacique Ramón Platero.)

Respecto de don Ernesto Sábato, en Sobre héroes y tumbas las menciones de su ciudad natal son en clave, según mi lectura. Cuenta ahí que el viejo tío de Alejandra, cuando le relata a Martín la historia de su familia, dice que su antepasado fue capitán de milicias de la Guardia de la Horqueta: así se llamaba el fortín, que ahora se llama pueblo de Capitán Olmos, y recuerda que Rosas ha descubierto que el capitán se cartea con otros estancieros del Salto y del Pergamino. De modo que reconocemos que aquí Rojas se ha convertido en ficción, y está rodeada de su realidad actual. Y para concluir, en otra parte cuenta de Bruno, un personaje ya mayor, que es un poco el confidente y el guía de Martín, que había sido amigo de la madre de Alejandra, y en quien muchos han visto una proyección del mismo Sábato, que su padre tenía un molino harinero en Capitán Olmos, lo cual, como sabemos, es parte de la biografía del autor rojense.

De manera que, nos queda la sensación de que Sábato, en su esfuerzo por recuperar algo de ese paraíso perdido que es la infancia, tenía en su imaginario a la ciudad de Rojas, a la que trata de inmortalizar en su ficción. A la luz de lo visto anteriormente, no deja de ser curioso que Sábato llame Vidal Olmos a la familia protagonista de Sobre héroes y tumbas: el Capitán Vidal es uno de los personajes de la novela de Eduarda Mansilla, Capitán Olmos es el nombre imaginario de la ciudad. Sábato debe haber tenido en mente a Pablo o la vida en las pampas, la coincidencia no puede ser casual.)

Y por último, hacia el final de Abaddón el exterminador, hay un capítulo -un sueño del protagonista- que se titula “Viaje a Capitán Olmos, quizá el último”. Puede ser un sueño, pero puede también ser un viaje al territorio imaginario de la infancia. El narrador camina hacia la casa en que había nacido, luego a la plaza, finalmente al cementerio, donde recorre nombres dispersos, familias olvidadas, y donde encuentra la lápida de Ernesto Sábato. Y frente a ella se pregunta: “¿Pero por qué lo había visto enterrado en Capitán Olmos, en lugar de Rojas, su pueblo verdadero?” He aquí por fin el nombre amado, el dulce nombre de los recuerdos de los primeros años, el nombre donde se cruzan la ficción y la infancia del creador. El nombre de Rojas se convierte entonces en la cifra; la cifra de un pueblo que no se ha transformado, que guarda la casa de nuestra infancia, que esconde nuestros tesoros y secretos; un nombre que es una síntesis y un símbolo, nuestro pueblo verdadero.

Otros lectores irán agregando títulos y autores a esta personal recopilación.

Por Alejandro Elcoro- Escritor y traductor. Actualmente se desempeña como director de cultura de la ciudad de Rojas