CFK en modo acuerdista para consolidar la tregua
La vicepresidenta no le pegó al albertismo y hasta elogió algunas de sus políticas. Pidió dejar de discutir personas para discutir políticas y llamó a la construcción de acuerdos. Guzmán, el chivo expiatorio para el acercamiento con el Presidente.
Lo que el discurso de Máximo Kirchner permitió comenzar a inferir ayer por la tarde fue revalidado por las palabras de su madre hoy desde El Calafate. El Frente de Todos parece estar entrando en una nueva etapa para encarar el último tramo de la gestión, con el eje puesto en construir acuerdos políticos que permitan revertir lo que se pueda de la penosa situación económica y hacer llegar competitivo al peronismo al 2023. El tiempo de la interna descarnada y a cielo abierto quizás haya sido suturado con la salida de Martín Guzmán y la reincorporación de todas las patas del FDT a la mesa de toma de decisiones.
De las tres intervenciones definidas para un nuevo fin de semana de alto voltaje político, sin dudas la central era la de CFK de esta tarde. A la inversa de lo sucedido la semana pasada, en la que Alberto Fernández movió primero y la vicepresidenta lo vapuleó al día siguiente desde Ensenada, esta vez fue el kirchnerismo, con sus dos principales referencias, el encargado de allanar el camino para que el nuevo capítulo de discursos cruzados termine siendo más feliz que el anterior y le permita al oficialismo empezar a dar vuelta la página. Y si el discurso de Máximo de ayer tuvo algunos palos para el albertismo, hoy CFK dejó en claro que, por lo pronto, su foco está puesto en otro lugar al que venía estando en las últimas semanas.
En un mensaje de un poco más de una media hora de extensión, la mitad del tiempo al que venía acostumbrando en sus anteriores intervenciones, la vicepresidenta se centró en algunos de los ejes que viene planteando en el último tiempo, pero no los usó para pegarle a la gestión de Alberto Fernández. De hecho, hasta hubo algún elogio a una política de un Ministro ubicado cerca del albertismo, el Pre Viaje de Matías Lammens. CFK la definió como una “excelente política”, pero al mismo tiempo reclamó que en una nueva versión se debería convocar a las cámaras hoteleras, de turismo y gastronómicas para acordar una política de precios. “Si el sector público hace una inversión, contribuyan un acuerdo de precios. El que no quiera que no esté adherido al Pre Viaje” disparó, reafirmando la línea en la que viene plantada de que el Estado debe exigir a los distintos sectores a los que apoya un compromiso con la sociedad. Máximo expresó una idea similar en su intervención de ayer, cuando planteó la irresponsabilidad de los empresarios que recibieron los ATP y hoy remarcan los precios.
La mención al Pre Viaje se dio en torno a un eje del pensamiento económico de CFK que está en el centro del debate con el albertismo: la incidencia del déficit fiscal en la inflación. La vicepresidenta destacó que el Pre Viaje fue una política de expansión fiscal y emisión monetaria, pero que no por eso se la puede considerar como inflacionaria, en todo caso la cuestión pasaría por que el Estado pueda acordar esa política de precios con las cámaras del sector. Algo similar fue lo que planteó en relación a Aerolíneas Argentinas, para la cual pidió que se incluyeran en sus balances todos los beneficios económicos derivados del turismo y el tránsito de personas a lugares desconectados del país antes de criticar su balance deficitario.
Con esos dos temas CFK abordó el viejo debate económico que mantenía con la gestión de Martín Guzmán, sosteniendo sus puntos de vista pero sin la agresividad para con el Ejecutivo que había mostrado en entregas anteriores. Mismo gesto tuvo para con la discusión en torno a los planes sociales. Cuando la vicepresidenta comenzó a hablar de Alicia Kirchner, que estaba sentada a su izquierda, recordando que antes de ser Gobernadora de Santa Cruz había sido Ministra de Desarrollo Social, más de uno habrá esperado algún golpe disimulado para el otrora albertista Juan Zabaleta. Sin embargo, la propia CFK se encargó rápido de disipar dudas: “no voy a revolear a ningún Ministro, quédense tranquilos” dijo con sorna y plenamente consciente del peso de sus palabras.
La vicepresidenta destacó la transformación de los planes Jefes y Jefas de Hogar duhaldistas en los Ellas Hacen y los Argentina Trabaja, y la reducción en un 90% del número de planes recibidos en 2003 para el 2015. CFK insistió en la necesidad de repensar cómo el conjunto del Estado debe plantear políticas que empoderen a los beneficiarios de planes y les permitan volver a ser incluidos en la economía formal. Quizás en ese tramo haya estado su dardo más envenenado que, aunque mucho menos agresivo que en discursos anteriores, tuvo como destinatario principal al Movimiento Evita. Mientras la principal organización social que sostiene a Alberto Fernández discute con los planteos de la vicepresidenta defendiendo una concepción distinta de la economía popular, en la que no se trata de transformar planes sociales en trabajo genuino sino en brindar derechos y formalizar a los trabajadores de ese sector, CFK vuelve a insistir en plantear esa dicotomía. Luego de la agresividad con la que los principales referentes del Evita respondieron al discurso de CFK en Avellaneda, quizás puede marcarse esta como la tensión más fuerte que aún persiste dentro del oficialismo.
Cristina sí le picó el boleto al macrismo, tal como lo hiciera Máximo ayer, corriendo el blanco de sus misiles del albertismo a la orilla amarilla de la grieta. Lo hizo al plantear las diferencias entre la formación de activos externos durante su primer mandato, donde los dólares que se iban eran producidos por la economía real, y lo sucedido durante el macrismo donde la fuga sólo era alimentada por el endeudamiento. En materia de dólares también criticó a la CABA por ser el distrito más deficitario en materia de generación y demanda de divisas, contrastándolo con Santa Cruz a la que marcó como la quinta provincia más superavitaria en ese sentido. El enemigo dejó de estar puertas adentro y volvió a ser el de siempre.
La nueva pose más benevolente y tendiente al acercamiento de posiciones con Alberto Fernández de la vicepresidenta tuvo una condición de posibilidad: la renuncia de Martín Guzmán. CFK la definió como “un acto de irresponsabilidad política” y un “acto de desestabilización” por la forma en la que Guzmán anunció su salida del Gobierno. Pero hubo más. CFK colocó al Presidente en el lugar de víctima frente a la actitud de su Ministro predilecto. “Hacerlo enterar al presidente por Twitter no me parece bien y un gesto de ingratitud hacia él, el presidente había bancado a ese ministro como a nadie” disparó.
Con ese movimiento CFK dejó dos mensajes en uno. El primero fue el acercamiento con Alberto Fernández, con quien parece haber mostrado empatía luego de haber sido los dos, en formas distintas, traicionados por Guzmán. Cabe recordar en este sentido que el punto de inflexión entre la vicepresidenta y el ex ministro fue el ocultamiento de este último de ciertas condiciones del acuerdo con el FMI. Pero, además, CFK reforzó algo que ayer Máximo Kirchner también puso sobre la mesa cuando afirmó que Guzmán “dejó tirados” a quienes se abrazaron a él. Guzmán pasó a convertirse en el chivo expiatorio de la interna oficialista, el fusible que tenía que saltar para que todos apuntaran contra él y se pudieran reestablecer circuitos que estaban cortados, a partir de un rechazo de todos a su intempestivo salto fuera del barco del FDT.
La vicepresidenta profundizó ese gesto de acercamiento al plantear que “hace años que no estamos discutiendo políticos y discutimos personas. Si es difícil acordar políticas, imagínense acordar personas”. CFK volvió a recurrir al debate de ideas despersonalizado para bajar los niveles de tensión en el oficialismo, pero fue aún más allá. Su postura acuerdista traspasó incluso las fronteras del Gobierno.
Una vez más la vicepresidenta insistió en el que parece ser el su principal tema de preocupación, la economía bimonetaria, y le dio una nueva profundidad al afirmar que es un fenómenos presente en toda la sociedad, desde el gran empresariado hasta el pequeño ahorrista que elige al dólar como reserva de valor. Allí CFK expresó que sin un acuerdo general “aunque el año que viene gane Mandraque” el problema no tendrá solución. “Yo le pido a todos y a todas encontrar un punto de coincidencias común porque sinó no va a haber argentina para nadie” fue una de sus afirmaciones más fuertes y que marcaron el nuevo momento en el que parece comenzar a ubicarse.
Mañana le tocará el turno a Alberto Fernández, y habrá que ver si el nuevo clima que parece instalarse en el oficialismo es refrendado por su principal figura institucional. CFK ya avisó esta tarde que está dispuesta a tender puentes, pero no dejó de avisar que seguirá defendiendo sus posturas. “Quiero ayudar, pero ayudar no es callarse la boca y escondiendo la mugre debajo de la alfombra. Que me convenzan con razones y argumentos. A las cachetadas no voy a ningún lado”.