Construir poder propio: La agenda de Villarruel que enfurece al Gobierno
Más allá de los dichos circunstanciales de Javier Milei sobre la no participación de su compañera del binomio presidencial en los asuntos de gestión y de emparentarla con “la casta” del Circulo Rojo, hay más motivos que crispan al “triángulo de hierro”. La vicepresidente se fortalece entre los sectores de poder relegados por el Poder Ejecutivo.
En semanas en las que el Gobierno parecía tener el panorama político armonizado y a su gusto, con una oposición política sumida en las rencillas internas, con la sumisión casi plena de sus aliados en el Congreso, y con algunos números de la macroeconomía que lo acompañan al ritmo de la fiesta de los mercados, el golpazo se lo da puertas para adentro. Y de forma autoinfligida.
Hacía semanas que el presidente Javier Milei evitaba dar entrevistas. La agenda internacional marcada por las elecciones en Estados Unidos, con un claro apoyo al ganador de la contienda Donald Trump, y la estabilidad local basada en números macroeconómicos que circunstancialmente acompañan la cruzada antiinflacionaria del Gobierno, mientras la actividad real sigue en picada y los salarios se estancan, permitían que el jefe de Estado no debiera salir como una tromba a exponerse frente a las cámaras.
Quizás sin esa presión de responder ante temas de la coyuntura más urgentes sea que Milei apuntó sus cañones contra los “enemigos íntimos”. El blanco de sus dardos fue teledirigido con nombre y apellido: la vicepresidenta Victoria Villarruel. No es azaroso. Es la referente del oficialismo que se muestra con un proyecto político más robusto e independiente de las huestes “libertarias”.
Desde el Triángulo de Hierro que conforman Milei, su hermana y Secretaria General de la Presidencia Karina Milei y el asesor estrella sin cargo Santiago Caputo saben que la abogada que organizaba visitas a la prisión domiciliaria de Jorge Rafael Videla, con el correr del tiempo, seguirá haciendo su juego propio y, por el momento no confrontará directamente con el Presidente.
La titular del Senado de la Nación se mantiene orgánica en el Congreso pero no negocia resignar su propia agenda. Su irreverencia es su marca registrada. Nunca tuvo intenciones de esconder sus posturas políticas e incluso fue a fondo con sus disidencias en algunos puntos del casi año de gestión de La Libertad Avanza (LLA).
Esta distancia en el binomio de poder no es algo nuevo. Ya quedaban al descubierto algunas diferencias en las “prioridades” desde que este tándem se presentó en sociedad para las elecciones legislativas de 2021.
Milei, con la espada anarcocapitalista. Desarreglado, chabacano, visceral y con la agenda económica ultraconservadora/aperturista/desregulatoria en la cabeza. Villarruel, formada, más serena, “orgullosamente” católica, de extirpe militarista, que viene de una familia con larga tradición de uniformados y un nacionalismo férreamente conservador, con la agenda de la seguridad y la defensa. Abarcaban todos los temas que más preocupan al electorado. Villarruel iba más a fondo y se encolumnaba detrás de la bandera negacionista de la represión estatal de los años setenta.
No fue un tema fácil para Milei comunicarle a su hermana Karina que sería Villarruel su compañera de fórmula. La falta de “piel” entre ambas era evidente. Aunque la vicepresidenta reconoce el trabajo que hizo la expastelera para que LLA llegue al poder, las diferencias son inocultables. “Las dos tenemos carácter. Es brava pero yo también, nos llevamos bien”, le decía a Jonatan Viale, antes de soltar el adjetivo calificativo que poco gustó en la Casa Rosada: “pobre jamoncito”.
Pero la ecuación de todas formas aun cerraba. Milei se hacía más fuerte en un electorado juvenil “antisistema”, masculino, con críticas a la política económica peronista y la pauperización laboral. Villarruel se hacía fuerte en las zonas más conservadoras del país, interpelando a una población más adulta y con valores tradicionales. Los hermanos Milei nunca le perdonaron que mientras ellos agitaban sus banderas en Ezeiza antes del cierre de campaña en Cordoba, la exdiputada se movía por la zona de Recoleta con las banderas de su propio partido.
Uno de los primeros hitos en el distanciamiento de Milei con Villarruel, una vez en el poder, se da en el reparto de áreas de la administración nacional. Las 37 propuestas de Seguridad y Defensa con las que Milei presentó su plataforma de gobierno eran de Villarruel. Pero finalmente fueron convocados para esas dos areas dos exJuntos Por el Cambio: la camaleónica Patricia Bullrich y el exradical Luis Petri. Tampoco quedó la SIDE en el reparto para la abogada de la UBA.
Hoy la diferencia y la demarcación entre ambos dirigentes es más nítida que nunca. La agenda de Villarruel es la de construir poder propio. Lo hace en términos políticos y también simbólicos. La vicepresidenta adopta un perfil más institucionalista y republicano, con dosis grandes de dialoguismo. Mientras Milei viaja al exterior, ella viaja a las provincias; mientras el mandatario clona sus perros, Villarruel difunde mensajes sobre la adopción de animales.
Los miramientos entre Milei y Villarruel tuvieron distintos momentos de tensión a lo largo del primer año de gobierno. “¿Nos toman por tontos?”, escribió Villarruel en sus redes, luego de que la ahora excanciller Diana Mondino firmara en Nueva York, con el aval de Milei, un acuerdo con Gran Bretaña para acercar posiciones respecto a Malvinas. La recomposición de relaciones con Francia a la que tuvo que salir Karina luego de los posteos “nacionalistas” de Villarruel post video de Enzo Fernández fue otro suceso de encontronazos.
A esto le siguió la gira de Villarruel por Europa, congraciándose con el Papa Francisco en el Vaticano, o yendo a sacarse fotos en Madrid con “Isabel” Perón para “meter un pie” en el peronismo conservador. Otro punto de grieta es la distancia insalvable sobre el rechazo de Villarruel a la candidatura del juez federal Ariel Lijo para ocupar un cargo en la Corte Suprema.
En cuanto a la representación facciosa de los grupos de poder en la Argentina, Milei y su equipo han tomado decisiones de gestión y un rumbo que premia a ciertos actores y complica a otros. Los grandes ganadores de la administración “libertaria” se ven a las claras: empresas energéticas, las de hidrocarburos, las que trabajan en Vaca Muerta y distribuyen electricidad y el gas, y las empresas tecnológicas, con Marcos Galperin a la cabeza.
Villarruel, que para Milei forma parte de la “casta del Círculo Rojo” responde a una facción más tradicional, propio del espacio político tradicional conservador al que busca representar y que históricamente se sintetiza como “el campo”. Sus últimas incursiones por suelos pampeanos y el Litoral, tomando la posta de los reclamos de los chacareros y productores tienen ese condimento. La baja de las retenciones está en el tope de las exigencias del sector.
Muchos representantes de los círculos de poder más concentrados de la Argentina, todavía son cautos con el rumbo “sereno” de la gestión Milei, esperando ver cómo se resolverán los problemas que se avecinan para los próximos meses, de cara a un año electoral caliente. Por lo pronto, si el Gobierno tambalea por la inestabilidad saben que en Villarruel pueden encontrar un Plan B que abre nuevas perspectivas de garantía de esa estabilidad que les permita salvaguardar sus intereses.