De emergencias y emergencias
El macrismo se quedó sin política
El recorrido del proyecto de ley de emergencia alimentaria hasta su sanción en Diputados grafica muy claramente la descomposición que sufre el gobierno de Mauricio Macri hacia su epílogo.
Olivos terminó resignándose a sumarse a una iniciativa que no comparte porque crecía la posibilidad de que algunas rebeldías en el oficialismo legislativo ayudaran al peronismo a superar los escollos reglamentarios que se le presentaban para avanzar (juntaba quorum pero no 2/3 de la cámara necesarios cuando un tema no pasó previamente por comisión). Apenas le quedó el control de daños que podrían haber sido peores. Al mero defensivismo ha quedado reducido un espacio que ayer nomás soñaba con la triple reelección del Presidente, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, y hoy reza por conservar su pago chico.
Se invirtió la escena del primer bienio macrista. Por entonces, la fragmentación de lo que hoy es el Frente de Todos favorecía a una tropa amarilla minoritaria pero compacta. Ahora, la unidad de la arquitectura vencedora en las PASO pesa fuerte en el marco de las fisuras cada vez más profundas de la segunda alianza. Macri podría haber evitado la indisciplina si conservara expectativa en términos electorales, pero sin ella no tenía cómo obligar a ¿sus? diputados a desgastarse dándole vuelta la cara a un reclamo que cada vez recoge mayores adeptos: la multiplicación del hambre desde 2015, y muy aceleradamente en el último año y medio.
El trámite fue anormal. No es sano en materia parlamentaria que una iniciativa que implica gasto nazca desde la oposición. Lo lógico sería que lo impulse el oficialismo, como encargado también de la recaudación. En el actual contexto de crisis y de refutación caprichosa de la misma por parte del núcleo duro M, algo había que hacer en el país en que acaba de conocerse que los bancos ganaron contra inflación exactamente lo mismo que perdió el salario mínimo: 17%. Poderoso inductor de tijeras en el conurbano bonaerense. Pero el precedente sentado no es bueno.
Todos salió ileso de un episodio que también lo interpelaba, porque una vez más se estaba hablando de un eventual gobierno suyo a partir del 10 de diciembre (la ley compromete partidas presupuestarias hasta 2022) y también debido a que todo cuanto allí se hace es pasto para la victimización que el macrismo tiene automatizada. Los peronistas actuaron con magnanimidad: sus coroneles legislativos concedieron una sesión corta, austera, no aprovecharon para convertir la ocasión en una plataforma estruendosa de denuncia a Macri, para lo cual cualquier tiempo sería poco. Habría que enroscar mucho para encontrar desestabilización institucional en esas actitudes.
Si se estudia con detenimiento el mensaje en que el Presidente, bajo presión de propios y ajenos, anunció que finalmente convalidaba la emergencia alimentaria, se toma dimensión del (siendo suaves) desatino de estos años. "Estaremos disponibles", dijo Macri, dándoles la razón a quienes han definido al actual como un gobierno de oposición a la oposición.
Hubiera sido esperable, cuando en Balcarce 50 advirtieron que incluso algunos suyos escaparían de sus deseos, que comprendieran el llamado de atención que se les estaba formulando (para eso hay oposiciones en una democracia), tomaran el asunto y lo reconvirtieran, quizá en forma de un decreto que liquidara la polémica. No pudieron, no quisieron o no supieron: lo más probable es que se trate de lo último cuando se revisa que, por fuera de la emergencia alimentaria, lo poco que logró instalar en el debate público Cambiemos en estos días ha sido su voluntad de arrastrar a CFK a un debate vicepresidencial. Se sabía que Marcos Peña encerró a su jefe en la grieta con su antecesora como receta única, lo que derivó en un drama cuando ella operó el corrimiento a favor de Alberto Fernández. Lo asombroso, para un espacio que ha presumido de sus artes proselitistas presuntamente sin par, es que aún después del porrazo de las primarias no surja un Plan B. De ahí la negación, ya no sólo del resultado, sino de la existencia misma de aquel comicio.
En definitiva, el macrismo se ha quedado sin política. Ni buena, ni mala: ya no tiene ninguna. No podía esperarse menos que bochorno como broche de su ciclo en la casa donde gobierna la rosca.