Bastó que el mensaje mafioso estuviese dirigido al negocio barrial de los Rocuzzo, la familia política de Leonel Messi, para que buena parte del sistema político exagerase la reacción frente a la amenaza narco. Casi no hubo dirigente a uno y otro lado de la grieta que no tuviese algo para decir sobre cómo se combate al narcotráfico y sobre cómo resolver el asedio de violencia que vive la ciudad de Rosario, el epicentro nacional de ese negocio. Resulta curioso: quienes hablaron en estos días como si fuesen especialistas en la materia son los mismos que se mostraron incapaces, cuando les tocó gobernar, de aportar una mínima solución. 

El ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, y su par bonaerense, Sergio Berni; el ex presidente Mauricio Macri y su ex ministra del área, Patricia Bullrich; el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, y el intendente local Pablo Javkin; y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, protagonizaron todos juntos una suerte de pelea discursiva con el único fin de expiar culpas, encubrir su propias responsabilidades y sacar rédito electoral de un conflicto que sólo en los últimos 14 meses se cobró 300 vidas. 

El mensaje no estaba dirigido a Messi, sino que el astro del fútbol fue utilizado como carnada, precisamente, para que se oyera lo más posible. Es una vieja táctica de difusión mafiosa. El resultado previsible de la acción era conseguir fama mundial y aterrorizar a la población. Subidos a la pelea por llevar agua para su propio molino, la dirigencia política argentina terminó amplificando la onda expansiva de la amenaza y ayudando a los narcos a cumplir su objetivo. 

El primero en expandir el mensaje fue el intendente local. Horas después de que se difundiera, realizó una conferencia misma desde el supermercado de los suegros del jugador del PSG y apuntó contra la Rosada. "Esto es alevoso, ¿a cuánto está el Presidente de acá?", dijo. El círculo lo completó este sábado, recibiendo no a Alberto Fernández sino a Rodríguez Larreta, el principal candidato opositor. Javkin, que llegó a la intendencia de la mano del socialismo, empezó hace un año un proceso de acercamiento cada vez más notorio hacia Juntos por el Cambio. 

De la guerra narco a la campaña: Rosario, epicentro del fracaso del sistema político

Larreta viajó hasta Rosario y luego de una foto con el intendente, propuso mudar allí el ministerio de Seguridad en caso de ser presidente. Es curioso porque el mismo en la Ciudad, tal como reveló ayer Diagonales, lleva dos meses completos con el cargo de ministro del área vacante. 

El Jefe de Gobierno también propuso crear una “oficina” especializada en la materia. Lo último similar que hizo en la Ciudad que gobierna fue un “Mapa del delito del narcotráfico” a fines de 2021, del cual no se conocen ni publicaciones, ni datos públicos concretos de su efectividad. Más que un mapa, lo que hizo el Gobierno porteño fue otro negocio más: surgió a partir de un convenio entre Marcelo D´Allesandro y el fiscal general porteño Juan Bautista Mahiques, los dos funcionarios que quedaron escrachados en el escándalo de Lago Escondido y que amenazaban en sus chats de “mandar a un calabozo” al jefe de la policía aeroportuaria, José Glinski, a quien acusaban de presuntamente haber difundido ese viaje prohibido. El ministro de Larreta en licencia, al parecer, se manejaba con métodos similares a los que utilizan aquellos a los que dice combatir. 

Aníbal Fernández, por su parte, también tuvo un rol lamentable. Se limitó a decir que en Rosario “los narcos ganaron la batalla”, a modo de espectador externo del conflicto. A tono con los pifies sistemáticos de prácticamente todos los funcionarios del Gobierno nacional a la hora de hacer declaraciones, el ministro le dejó en bandeja a la oposición el contragolpe de campaña alrededor del tema. 

Para colmo, además, pareció darle la razón al planteo del propio Javkin, al afirmar que en Rosario hay 3500 efectivos de las fuerzas federales. El legislador local Carlos del Frade presentó un informe el año pasado con una extensa descripción al detalle de al menos 90 bandas narco con los nombres y apellidos de los principales apuntados y sus redes, conexiones y modus operandi. El listado acompañaba un pedido de informes al Ejecutivo en que pedía indagar sobre las “políticas implementadas para desarticular la continuidad de las actividades” de las bandas. Nadie le respondió. 

Uno de los asesores de Del Frade, el también periodista Luciano Orellano, describió en su libro “Argentina sangra por las barrancas del Río Paraná”, cómo la falta de controles del Estado en los puertos del Paraná habilitan la vía de exportación y contrabando de cocaína, que explica en parte la situación crítica de Rosario. Entre otro de los datos que revela, cuenta que EMS Capital, una firma financiera acusada de lavar fondos provenientes del narco, posee el 10 por ciento de las acciones de Adecoagro, una de las empresas extranjeras más importantes del agronegocio en el país, que posee su propio puerto. Adecoagro tiene terminales en socios de Larreta, Macri y Sergio Massa, como lo son en distintos negocios ligados a la Energía y la exportación de granos George Soros, Marcelo Mindlin y el magnate inglés Joe Lewis, el dueño de la mansión en Lago Escondido adonde viajaron Mahíques y D´Allessandro. 

De la guerra narco a la campaña: Rosario, epicentro del fracaso del sistema político

En septiembre del año pasado, se decomisaron en el puerto de Rosario 1,4 toneladas de cocaína. Pero la sangría es permanente y evade todos los controles. Un párrafo del libro da cuenta de esa situación: “Los controles de carga son realizados por la Aduana. Por su parte la Prefectura vigila cada barco (condiciones de seguridad, seguros, calados de salida, etc.). Actualmente se practican los denominados controles ‘métricos’. Los inspectores aduaneros tendrían que ubicarse en las cintas que sacan los cereales de los sitios verificando la calidad y especie, en las balanzas controlando el precio previo a la descarga en las bodegas, y adentro mismo de los barcos para examinar mediante el método DRAFT. Este es considerado muy efectivo por los expertos, aunque inusual en los controles de la Aduana: permite determinar la carga de un buque en función de su flotabilidad, ya que a mayor carga la nave va más hundida. Estas medidas serían aparentemente más seguras; sin embargo, los sindicatos portuarios en reiteradas oportunidades han denunciado que la evasión continúa, ya que en la mayoría de los casos se cargan los barcos sin la presencia de los inspectores aduaneros, que eligen ‘al azar’ el lugar y momento de los controles. Ausencia o deficiencias en los controles, falta de personal y sobornos por parte de las empresas, son moneda corriente dentro del mundo de los puertos”.

En medio del escándalo quedó el gobernador, Omar Perotti. Recién este sábado fue recibido en Casa Rosada por su histórico contrincante y flamante jefe de Gabinete, Agustín Rossi. La respuesta del peronismo provincial y nacional fue firmar convenios para que Santa Fe pueda utilizar el sistema biométrico de reconocimiento facial, que la Ciudad de Buenos Aires, gestión Larreta, ya implementa -con denuncias de espionaje ilegal sobre políticos- hace años. Una respuesta corta, tardía y que, otra vez, demuestra a las claras la desorientación del Gobierno y deja servido en bandeja el surgimiento de discursos de mano dura. 

A esa salida rápida se subieron, cuando no, Patricia Bullrich y Sergio Berni, el inefable ministro de Seguridad de Axel Kicillof. Bullrich y Berni ya compartían la costumbre de matar, desaparecer y encubrir -caso Santiago Maldonado, caso Facundo Astudillo Castro- y ahora comparten también la solución “mano dura” y de ciencia ficción del narco.

La candidata a presidenta pidió, otra vez, sacar el ejército a la calle y armar una suerte de “Bloque” a espejo del comando de la DEA que se dedicó a perseguir y luego logró asesinar a Pablo Escobar en los 90s. Berni, por su parte, dijo que resolvería el problema “en 15 días” y se inspiró en la atrocidad de Nayib Bukele, el presidente de El Salvador, que creó una suerte de mecanismo de tortura público y abierto de las bandas delictivas. El ministro dijo que el presidente centroamericano "copió" lo que él tiene en la cabeza hace muchos años. 

Lo que se dice un exceso de imaginación, pero mal dirigida.