El debate por los dólares que faltan
El superávit comercial no se traduce en acumulación de reservas y allí se mudó el “debate de ideas” del FDT. Las posiciones de CFK y Guzmán. Riesgos de no cumplir las metas del FMI.
El Frente de Todos tiene su gran talón de Aquiles en los resultados disímiles de una economía que ofrece tanto indicadores positivos como otros muy negativos, atravesada por la urgencia de la política y la proximidad de la gran cita electoral del 2023. Los niveles de crecimiento, la caída del desempleo o el superávit comercial contrastan con la intolerable pobreza del 40%, bajísimos salarios y una inflación desorbitante sin perspectivas de reducirse significativamente en el corto plazo. Frente a ese escenario, el sector albertista plantea una perspectiva del vaso medio lleno y la definición de sostener un ritmo de recuperación económica controlada, que no mejorará inmediatamente al conjunto de la población pero se propone como la alternativa “sostenible” para mantener el crecimiento. Por su parte, el kirchnerismo alerta sobre la condición suicida en términos electorales del bajo nivel del poder adquisitivo de los salarios, e interpreta que las decisiones económicas del Ejecutivo, más allá de los impactos positivos sobre la economía en general, terminan favoreciendo a sectores económicos concentrados en detrimento de las mayorías.
En los últimos días, una de las variables de la economía se instaló en la agenda como un vértice de la interna: el nivel de reservas del Banco Central (BCRA). La primera en disparar la polémica fue la propia CFK, que en más de una ocasión se refirió a la economía bimonetaria el principal de los problemas del país, posición que profundizó en su reciente intervención en el Chaco. “No puede ser que tengamos salarios bajos y no tengamos reservas en el BCRA” soltó la Vicepresidenta, resaltando que la falta de un shock distributivo como el que el kirchnerismo impulsa no se está traduciendo en la acumulación de reservas que una economía más competitiva por sus bajos salarios debería reportar desde una mirada más ortodoxa. La pregunta que CFK instaló podría resumirse de la siguiente manera: ¿dónde están los dólares del superávit comercial si no están engrosando las reservas ni tampoco impulsando el consumo a través de los salarios? La respuesta que se decodifica en el universo kirchnerista es clara: se los lleva la transferencia de dólares al sector privado.
En una entrevista del fin de semana, el ministro de Economía Martín Guzmán respondió una pregunta al respecto al tema reservas y el financiamiento del Estado a las cancelaciones de deudas privadas con los dólares del superávit comercial. “Se discutió (en privado) qué hacer con esto, y hubo distintas propuestas. Hubo una que decía: tengamos un mercado formal para las deudas financieras en moneda extranjera para que no afecte a la acumulación de reservas... Y la verdad que nadie dijo vamos por ahí, se fue por una regla y esa regla se va a mantener” afirmó Guzmán en la entrevista con AM 750, dando a entender que su idea sobre cómo encarar el problema de entrada era otra, pero sin revelar quién hizo prevalecer el criterio que finalmente se adoptó.
El problema viene de arrastre y toca un punto medular de la economía argentina. El nivel de reservas impacta directamente en todas las demás variables. Con reservas fuertes, el país tiene recursos para financiar el crecimiento, las importaciones necesarias tanto para el consumo como para el aumento de las capacidades productivas, hay capacidad para controlar el tipo de cambio y por ende las expectativas y la inflación. Sin reservas lo que se da es una puja entre sectores por los pocos dólares que haya, lo que termina funcionando como una manta corta que si abriga a un sector desatiende a otros.
La crítica concreta hacia la política económica de Guzmán es que, con el fuerte superávit comercial de 2021, 14.700 millones de dólares según el propio Ministro, y con las proyecciones de un 2022 para el que se esperan unos USD 85.000 millones en exportaciones, no se esté consolidando un nivel de aumento de reservas significativo producto de los pagos de deudas privadas con esos dólares.
Según declaraciones del Presidente del BCRA, Miguel Pesce, el sector privado se incrementó su endeudamiento financiero externo en más 20.000 millones de dólares durante el macrismo. El total de la deuda privada en el exterior ronda los USD 76.206 millones y los vencimientos para este año son de USD 49.225 millones. La discusión interna sobre qué hacer con esa deuda a la que hizo referencia Guzmán en su entrevista fue, según puede interpretarse, entre la opción de un desdoblamiento cambiario que crease un tipo de cambio específico para los privados que quisieran acceder a dólares del BCRA, y otra que impusiera restricciones al cupo de divisas al que esos privados pudieran acceder. Tal como describe el Ministro, se terminó optando porque el Estado financie sólo el 40% del monto de las deudas privadas, quedando el 60% a cargo del financiamiento que pudieran conseguir las empresas.
“El peor momento en cuanto a lo que implicaba en demanda de divisas fue 2020-21 Fue una decisión que todo el FDT quiso ir por ahí, no hay vuelta. Sabíamos que si íbamos por ahí, el 40% te lo iban a tomar y eso iba a hacer que no tuvieras esos dólares” se justificó Guzmán tirando la pelota a la tribuna sobre esa decisión, y luego agregó “por otro lado, esas empresas se capitalizaron, y eso significa más capacidad productiva a futuro a costas de acumular reservas. Hubo diferentes visiones, diferentes posiciones, se definió ir por ahí. Se tomó una decisión y no podemos evitar las consecuencia”.
El Ministro precisó que entre 2020 y 2021 esos pagos de deuda privados le costaron al Estado 8.300 millones de dólares. Otras estimaciones, como la de la consultora Eco Go, plantean que en estos años del FDT fueron más de USD 20 mil millones a los que las empresas accedieron al dólar oficial para cancelar sus pasivos contraídos en tiempos de Macri. La brecha cambiaria redunda, en este punto, en un enorme beneficio para el sector privado, que salda sus deudas con un dólar barato financiado por el Estado nacional, que elige ese destino para las divisas que genera su aparato productivo en lugar de destinarlas a otros fines. Los altos niveles de importaciones, fundamentalmente de energía, también efecto colateral del crecimiento, y la reapertura de cuentas como los consumos del turismo, terminan de configurar un combo en el que la Argentina no logra aprovechar el contexto internacional de apreciación de los productos que más exporta para acumular reservas.
El panorama se complica también si se considera un actor crucial en este entramado. Actualmente el país se encuentra bajo la primera revisión trimestral del FMI, y por el desarrollo de las cuentas nacionales durante los primeros tres meses del año no hay perspectivas de que el organismo vaya a objetarlas. Pero la cosa toma otro color pensando en el segundo trimestre.
La consultora Eco Go, en su reporte semanal del viernes pasado, alertó sobre cómo pueden complicarse las metas de reservas, fiscal y monetaria para la segunda revisión del FMI. Al viernes, el BCRA logró comprar durante la semana unos USD 168 millones, acumulando para el mes de mayo USD 937 millones. La cifra preocupa puesto que es la mitad de lo que el organismo compró en el mismo mes del 2021, con un escenario de precios internacionales todavía más favorable que el año pasado debido a la guerra en Ucrania. Las reservas netas crecieron en el mes unos USD 371 millones, totalizando una acumulación de USD 1.526 en lo que va del año y alcanzando el total de USD 3.852 millones. Esos números están aún bastante por debajo de la meta del segundo trimestre, y para alcanzarla el BCRA debería comprar USD 2.600 millones más en junio, algo totalmente improbable. El cuadro es aún complejo si se considera que esta es la época del año de liquidación de cosecha y, por ende, de mayor oferta de dólares, lo que hace suponer que las tensiones serán mayores en el segundo trimestre.
Eco Go también rescató el dato de que al cierre del trimestre el déficit fiscal se ubicó en el 0,4% del PBI, el doble de lo registrado para el mismo período del 2021. Con menor entrada de divisas por exportaciones en la segunda mitad del año, esa variable podría recibir más presión empujando a su vez a la emisión monetaria y complicando las metas que exige el acuerdo con el FMI. Si bien el contexto de inflación internacional resulta un aliciente para el Gobierno frente al organismo, lo cierto es que las autoridades del Fondo ya expresaron en más de una ocasión que no se modificarían las metas y Guzmán deberá probar allí su capacidad de negociación.
“Qué quiere decir que haya una política macroeconómica consistente, que lo que hacemos desde la política fiscal y monetaria tiene que ayudar al país a juntar reservas, a juntar dólares. Cuando faltan dólares hay más inflación y no se puede sostener la recuperación de la actividad económica, cuando hay dólares el país puede crecer y también se asegura la estabilidad cambiaria” dijo Guzmán en la citada entrevista, y remató: “Hemos planteado un absoluto compromiso con un proyecto económico que entre sus objetivos tiene el de acumular reservas en el BCRA y que eso nos permita que en el 2023 la economía siga creciendo y generando empleo como en 2022 y que las expectativas se vayan calmando y la inflación se vaya reduciendo”. Por ahora, definiciones que quedan más en el plano del deseo que en un horizonte palpable.