El fracaso total de Bullrich y Milei en su intento de establecer un estado de sitio permanente
El Presidente y la ministra tuvieron un día negro. Escraches en Bahía Blanca y caos en la CABA, dentro y fuera del Congreso. Pablo Grillo, símbolo de una sociedad que seguirá resistiendo cada vez con mayor convicción.
El día del fracaso para el Gobierno empezó bien temprano y mucho antes de la brutal represión que coronó la barbarie hasta pasadas las 21 horas. El inicio fue el patético viaje de Milei y Karina a Bahía Blanca, casi una semana después de la tragedia climática que arrasó a la ciudad y luego de que Kicillof, CFK y Macri presionaran políticamente al Presidente para que mostrara un mínimo de empatía con los bahienses haciéndose presente en la zona afectada. Tarde, desorientado, sin nada concreto para decir y alejado de la gente por un tremendo operativo del Ejército, el Presidente ensayó un gesto de humanidad que sólo reveló lo poco que le importan los argentinos a quienes gobierna.
Milei y su hermana fueron escrachados en distintos puntos de la ciudad por los vecinos que ni siquiera podían acercarse por los cordones de seguridad que aislaban a la comitiva oficial. No hubo un solo gesto de apoyo o agradecimiento al Presidente y resulta lógico. Es la segunda vez que el Estado nacional abandona a la ciudad, luego de que a inicios de la gestión Milei les dijera a los bahienses que confiaba en que iban a salir adelante “con los recursos existentes” luego de que un tornado se destruyera partes de la localidad y se cobrara varias vidas.
Abucheado y escrachado, Milei volvió a la CABA apenas unas horas después de su aterrizaje en Bahía Blanca, sin dar declaraciones ni mostrar gesto alguno de empatía para con los vecinos. El Presidente pasó literalmente más tiempo reunido con los ejecutores de la cripto estafa Libra que con los bahienses tras la tragedia. A su vuelta, se anunció con bombos y platillos un paquete de 200 mil millones de pesos que el Gobierno nacional destinará en asistencia a la ciudad. Un día antes, el gobierno de Axel Kicillof había anunciado un apoyo de 273 mil millones. Dicho de otra manera, la Provincia destinará un 36,5% más de recursos que la Nación para el auxilio de los bahienses.
Ese primer fracaso de Milei, los escraches en su fallido viaje a Bahía sumados al anuncio económico que quedó chico frente al de la PBA (que claramente cuenta con muchos menos recursos que la Nación para afrontar una tragedia semejante), continuó horas después adentro y afuera del Congreso. La represión brutal e indiscriminada, sumada a las piñas entre libertarios dentro del recinto para levantar una sesión adversa para el Gobierno, configuraron un día más en el que Milei y los suyos volvieron a perder credibilidad frente a la sociedad.
El escándalo en Diputados surgió cuando en las inmediaciones del Congreso las fuerzas de Bullrich ya reprimían y esparcían una protesta que podría haber quedado circunscripta a esa zona por todo el centro porteño. Sobre el final de una sesión marcada por el escándalo, la oposición logró el quórum para tratar el quite de facultades extraordinarias a Milei otorgadas en la Ley Bases, y la designación de Marcela Pagano (diputada de LLA pero enfrentada a la cúpula libertaria) como presidenta de la Comisión de Juicio Político.
Para evitar esas nuevas y duras derrotas, algunos diputados libertarios comenzaron a prepotear sus colegas y todo terminó con la imagen dantesca de las piñas entre legisladores oficialistas. El presidente de la Cámara, Martín Menem, aprovechó el escándalo para levantar la sesión argumentando que no había quórum, cuando los números de diputados en sus bancas indicaba lo contrario. Buena parte del bloque de UP se le fue al humo, increpándolo por estar levantando irregularmente una sesión que debía continuar, pero el protegido de Karina Milei hizo oídos sordos y se retiró del recinto sin dar explicaciones.
En concreto, el oficialismo suspendió irregularmente una sesión del Parlamento, violando preocupantemente el funcionamiento del estado de derecho y la división de poderes. Vale decirlo, todo el escándalo quedó registrado por parte de los periodistas acreditados, los mismos a los que el Gobierno les prohibió la entrada a su palco asignado en el Congreso en la pasada Apertura de Sesiones, en otro acto inédito en la democracia que demuestra el carácter de autoritarismo sin límites del gobierno de Milei.
Mientras tanto, puertas afuera se esparcía el caos. La protesta no era muy cuantiosa en cuanto a su convocatoria, y tranquilamente podría haberse quedado en las puertas del Congreso como tantas otras a lo largo de la historia del país. Pero la represión ordenada por Bullrich, que comenzó antes de que llegara el grueso de la gente, de a poco desplegó el desastre por todo el centro porteño.
Las dolorosas imágenes de jubilados otra vez gaseados y golpeados por la Policía Federal, la Gendarmería, la Prefectura, la PSA y la Policía de la Ciudad volvían aparecer mientras lo que faltaban eran barras bravas. Los hinchas que concurrieron con las camisetas de decenas de clubes a bancar la protesta de jubilados de ninguna manera pueden equipararse a los grupos que operan en todas las canchas desde hace décadas con el permiso y la complicidad de todo el sistema político, policial y judicial. La evidencia irrefutable de esto es que, de los más de 100 detenidos por las distintas fuerzas durante el operativo, al día siguiente no hay un solo integrante de una barrabrava identificado entre ellos.
Mucho peor, la jueza que ordenó la liberación de 114 detenidos ayer por la noche expuso en su fallo que “ninguna de las personas detenidas lo fue bajo la imputación de delitos de portación de armas de fuego, lesiones o incendio a bienes públicos”. Con esto, la justicia desmintió la versión de Bullrich y todo el aparato comunicacional del oficialismo en torno a que se trató de una marcha de barras bravas violentos que iniciaron los disturbios y provocaron los desmanes. Cientos de imágenes registradas y difundidas por los propios manifestantes inundan las redes mostrando cómo la violencia fue totalmente desmedida y desproporcionada por parte de las fuerzas de seguridad, incluso pasadas las 21 y a más 5 horas del inicio de los incidentes.
En paralelo a esto, también quedaron expuestas muchas de las maniobras coordinadas desde el operativo para sembrar y expandir el caos. Un patrullero abandonado abierto en plena Avenida de Mayo que después fue incendiado, la prefectura dejando en el piso de la Plaza de los dos Congresos un arma de fuego, la Casa Rosada sin vallas para propiciar los cascotazos de unos pocos, un carro hidrante avanzando al grito de megáfono de “vengan zurdos”. La enumeración podría ser mucho más extensa y sumarse a los cientos de testimonios de asistentes a la marcha que relataron la brutalidad de la represión y el accionar de los infiltrados.
Pero uno de los elementos más importantes es resaltar el fracaso del operativo. Si el objetivo del protocolo antipiquetes es evitar el caos en la Ciudad y los cortes de tránsito, el resultado de ayer fue todo lo contrario. Si se hubiera permitido una protesta sólo frente al Congreso, como mucho se hubieran cortado una o dos calles durante un par de horas, nada nuevo. Al contrario de eso, el desastre copó el centro porteño entre el Congreso y la Plaza de Mayo, la Avenida Callao y la 9 de Julio hacia el sur y hacia el norte, con decenas de tachos de basura incendiados y barricadas cortando prácticamente todas las calles aledañas hasta bien entrada la noche. Incluso cuando la manifestación había sido totalmente dispersada, las propias fuerzas continuaban interrumpiendo el tránsito a muchas cuadras del Congreso, epicentro de la convocatoria.
Entonces, la ministra Bullrich, con décadas de experiencia en vivir saltando entre partidos políticos y funciones públicas cobrando altos sueldos del Estado, no sólo no logró detener barras bravas sino que generó un caos de tránsito y destrozos en la Ciudad, que se hubiera evitado si simplemente se hubiese respetado el respeto constitucional a la protesta social.
Ni hablar de los millones de pesos que debe haber costado el bestial y desmedido operativo que bien podrían haberse destinado a los jubilados, ya que la evidencia de que todas las últimas marchas masivas en las que la presencia policial fue mínima (las marchas universitarias, la protesta post discurso de Davos, el 8M, entre otras) resultaron pacíficas y sin incidentes, demuestra que, en general, el problema es la policía y su represión. A este punto vale sumarle que esta mañana se publicó en el Boletín Oficial un aumento de 7366 millones de pesos para la Secretaría de Inteligencia que controla Santiago Caputo, de los cuales $1655 millones son para “gastos reservados”. La jerarquización del Gobierno en torno a sus responsabilidades para con la sociedad queda más que clara y expuesta en esto.
Todo este catastrófico recuento sería lamentablemente sólo uno más de los cuales este Gobierno entrega recurrentemente, si Pablo Grillo no estuviera peleando por su vida tras el disparo directo de un cartucho de gas a su cabeza, que según las últimas informaciones le habría producido pérdida de masa encefálica y lo tiene conectado a un respirador artificial. Grillo es uno de los tantos fotoperiodistas independientes que cubren estas manifestaciones y cuyo trabajo es central para conocer lo que efectivamente sucede, por fuera del relato del Gobierno y los medios oficialistas.
Patricia Bullrich, que ya carga con varias muertes en situaciones de represión bajo sus mandatos, demostró su nivel de insensibilidad y brutalidad anoche cuando dijo ante un par de “periodistas” adictos que Grillo era un trabajador de la municipalidad de Lanús, un militante kirchnerista y que estaba preso. Pablo ya estaba internado en ese momento, peleando por su vida, y los dichos de Bullrich son una falta de respeto intolerable que toda persona que se precie de democrática y valore la vida en sociedad debería repudiar sin límites ni concesiones.
La cabeza de Grillo fue impactada por un cartucho de gas que debería haber sido disparado hacia arriba como indica el protocolo, pero fue disparado directamente hacia los manifestantes. El reportero estaba tomando una foto agachado en el piso en el momento del impacto, no tiraba piedras ni incendiaba patrulleros. Los gases lacrimógenos disparados de esa forma son catalogados como un arma letal en manos de las fuerzas, por lo que el hecho es exactamente igual a que si un miembro de las fuerzas hubiera disparado una bala de plomo directamente contra los manifestantes.
La sociedad argentina dijo muchas veces a lo largo de su historia “nunca más” a esas prácticas, que hoy tristemente vuelven como último recurso de un Gobierno totalmente fracasado en lo económico y lo social. La canasta básica de un jubilado supera los $1.200.000 mientras la mínima, con bono incluido, apenas alcanza el 30% de ese valor. Los dólares vuelan de las reservas y el oficialismo acude desesperado a un nuevo salvataje del FMI, que si llega durará lo mismo que los anteriores y dejará las mismas trágicas consecuencias. El ajuste de la motosierra irracional no mejoró ni promete mejorar ningún aspecto de la vida de la sociedad argentina: la salud y la educación colapsan y funcionan peor, la ausencia de obras públicas desnuda la necesidad de un Estado presente en catástrofes como la de Bahía Blanca, la economía no arranca y caen la producción, el empleo y el consumo.
El fracaso es rotundo y la única respuesta es reprimir la legítima protesta de una sociedad a la que le prometieron terminar con las prácticas de la casta y una recuperación inmediata y en V , pero que hoy vuelve a ver senadores del oficialismo cruzando la frontera con 200 mil dólares en negro tras votar una ley central para el Gobierno, un Presidente que promuefe estafas cripto que son un escándalo en el mundo, decenas de testimonios de empresarios de muchos países hablando de pedidos de coimas por parte de Karina Milei, pauta oficial para medios amigos a través de las empresas del Estado, vetos a leyes democráticamente discutidas y sancionadas como la fómrula jubilatoria o el financiameitno universitario. La lista es eterna y expone incuestionablemente que la única novedad del gobierno de Milei es su nivel de represión salvaje y su degradación de la vida pública en todos los órdenes. En todo lo demás, es más de lo mismo y aún peor.
Milei y Bullrich fracasaron y arrastran al país a un fracaso aún mayor. Sus intentos de amedrentamiento a la sociedad sólo lograrán el efecto contrario. El nivel de protesta y movilizaciones aumentará proporcionalmente con el crecimiento del ajuste y la crueldad de su gobierno. Pablo Grillo será el verdadero símbolo de la Argentina a la que la sociedad realmente no quiere volver. No habrá estado de sitio, decretado o de facto, que frene la potencia histórica de una sociedad que llegó a ser lo que es fundamentalmente a partir del ejercicio de la protesta en reclamo de sus derechos.