Elite científica vs. medicina social, a medirse en las urnas
Con sus recorridos profesionales y sus historias personales, Daniel Gollan y Facundo Manes expresan dos perfiles bien distintos. Qué experiencia llevará cada uno al Congreso
La polémica estalló a mitad de semana. Facundo Manes había pedido “sinceridad y evidencia científica” a la hora de tomar medidas sobre la pandemia, y Daniel Gollan recogió el guante. “Para debatir temas de salud que le interesan a la gente, al pueblo, tenemos que hablar de salud pública. Yo no voy a llevar al Congreso cómo se hace neurociencia, eso es para congresos médicos y científicos en todo caso. En ese sentido, creo que Manes no es especialista en salud pública, no le interesa y nunca le ha interesado” disparó el ex Ministro de Salud bonaerense, devenido en candidato a Diputado nacional y principal espada del oficialismo para la defensa de la gestión de la pandemia en el debate de campaña.
El neurólogo, que finalmente dejó de amagar y se tiró a “dar el paso” a la política para encabezar la lista radical a Diputados en la provincia, oxigenando al partido centenario que venía de ser furgón de cola de la indefendible gestión macrista, no se quedó atrás. “Su gestión fue pésima, manejó la pandemia con miedo. La mitad de los muertos de COVID de la Argentina son de la provincia de Buenos Aires, 53 mil. Hubo un manejo tenso, él generó más estrés en una sociedad que se iba empobreciendo, que se estaba enfermando, con falsos dilemas, con agresiones, con datos estadísticos que no fueron rigurosos” respondió.
Más allá del tono de los chispazos, lo que este primer cruce entre los médicos candidatos marcó es una tensión y un debate del que pueden esperarse muchos capítulos más de acá hasta noviembre. La gestión de la pandemia, el sistema de salud y las reformas a futuro tendrán en Gollan y Manes seguramente a sus dos máximos exponentes en la discusión pública, con otros candidatos más abocados a debatir sobre la economía, la recuperación de la actividad y la seguridad. Y desde los recorridos profesionales y de gestión de cada uno de los dos pueden extraerse elementos para anticipar por dónde intentará ir cada uno, con qué buscarán dañar a su adversario y qué perspectiva de la salud puede esperarse que lleven al parlamento cuando les toque discutir las leyes que vengan a reordenar un sistema que aguantó la pandemia pero también mostró como nunca sus múltiples falencias.
SUS ESTUDIOS, Y DOS PARTIDAS DEL PAÍS BIEN DISTINTAS
Las historias de Gollan y Manes tienen al menos dos puntos de contacto. El primero es que ambos son producto de la universidad pública Argentina. El ex Ministro de Salud de la provincia y la nación inició y concluyó sus estudios de grado en medicina en la Universidad Nacional de Rosario, su ciudad natal, con un intervalo de un tiempo de formación en Alemania. Se recibió de médico en 1988, y luego completó una especialización en medicina sanitaria en la UBA con especificidad en epidemiología y administración sanitaria.
Manes, por su parte, se graduó en la Universidad de Buenos Aires en 1992 y luego realizó la residencia de neurología en FLENI. A partir de allí, emprendió un largo recorrido por reconocidas universidades del exterior antes de regresar el país. En Estados Unidos pasó por Massachussets General Hospital de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, en Boston, y por el departamento de Psiquiatría de la Universidad de Iowa. En Inglaterra completó un doctorado en ciencias médicas, neurobiología y neurociencias en la Universidad de Cambridge.
Si bien se llevan catorce años entre ambos, Gollan es del 55 y Manes del 69, se recibieron con tan solo cuatro de diferencia. Y la explicación a ello está en el segundo punto de contacto de sus historias, sus partidas al exterior.
Manes emigró en búsqueda de profundizar su formación profesional, con el claro objetivo meterse en la élite mundial del campo de las neurociencias. Su relación con el exterior no se cortó cuando terminó sus estudios y tras su vuelta al país, sino más bien lo contrario. Por sus desarrollos científicos fue siempre muy reconocido y solicitado desde múltiples organismos e instituciones médicas y educativas del mundo, y construyó su perfil en base a ese reconocimiento internacional.
La partida de Gollan fue totalmente distinta, y más que partida hay que llamarla exilio. Daniel, o el “Largui” como lo conocían sus compañeros, tenía 21 años y militaba en la Juventud Universitaria Peronista en la madrugada del 27 de julio de 1976, cuando el grupo de tareas conocido como La Patota irrumpió en la casa de su hermano Juan José en el barrio Fonavi de la avenida Grandoli. Los militares se llevaron secuestrados a los hermanos Gollan al Servicio de Informaciones de la ciudad, donde comenzó un calvario que duraría cuatro años para el hoy candidato del peronismo.
Las torturas fueron desde la picana, quemaduras con cigarrillos, palizas, el submarino seco o vejaciones como dejarlo tirado en un baño después de golpearlo para que el personal de Inteligencia le orinara encima. Gollan resistió sin soltar información que entregara a otros compañeros, y cuenta haber tenido la “ventaja” de que los militares no conocieran a fondo su historia militante, por lo que no sabían bien qué datos intentar extraerle.
Su madre “hizo mucho lío” para la liberación de los hermanos, y la intervención clave la de su tío, el general Alcides López Aufranc, evitó otro final. Juan José fue liberado el 24 de agosto, día de su cumpleaños, pero Daniel pasó unos 45 días más en el SI hasta que fue trasladado a la cárcel de Rosario, luego a Coronda y finalmente a Caseros. Finalmente, en 1980 logró la opción de la liberación pero con la condición de que se fuera del país, y así fue como recaló en Alemania. Vuelto a la Argentina, pudo completar sus estudios ocho años después de haber sido liberado. El carácter y la vehemencia con la que defiende sus convicciones difícilmente pueden comprenderse a fondo sin conocer esa experiencia de vida.
LA VUELTA AL PAÍS ¿PARA QUÉ?
Ambos se fueron y ambos retornaron a la Argentina, cada uno en su tiempo y con sus propias visiones en el horizonte. Manes, desde su retorno en 2001, se dedicó de lleno a la investigación y el desarrollo científico en el área el que se había ido a formar al exterior. Estableció el Departamento de Neurología Cognitiva y Neurociencias Cognitivas Humana en FLENI, el Instituto de Neurología Cognitiva (INECO) y el Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, Fundación en la cual en 2013 estuvo a la cabeza de la evacuación de un hematoma subdural derecho practicada a la entonces Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner. También se dedicó a la docencia, como profesor de Neurociencias Cognitivas de la UCA.
La descripción personal que hace de él INECO, su institución, afirma que publicó más de 170 trabajos científicos originales la más prestigiosas revistas científicas ligadas a su especialidad. Sus aportes a la neurociencia, sus pertenencias a sociedades científicas nacionales a internacionales y los cargos que ostenta en ellas y en diversas universidades del mundo, la cantidad de premios y reconocimientos recibidos, requieren para su enumeración un espacio físico que excede largamente las posibilidades y los objetivos de estas líneas. Sin embargo, Gollan acierta su golpe a la quijada del neurólogo en el señalamiento resaltado más arriba: en el recorrido profesional del oriundo de Arroyo Dulce y Salto no resalta ningún desempeño en el sistema de salud pública, ni tampoco ningún cargo de gestión que no sea en el ámbito privado. Habrá que ver qué porcentaje de la sociedad considera esto una desventaja o no a la hora elegirlo como representante del pueblo en la Cámara de Diputados.
Nuevamente la historia de Gollan es totalmente opuesta a la de Manes en este punto. Formado como médico sanitarista junto a Floreal Ferrara, Ministro de Salud de la provincia durante las gobernaciones de Oscar Bidegain en 1973 y Antonio Cafiero en 1987 y símbolo de la medicina social, el compañero de fórmula de Victoria Tolosa Paz dedicó su vida profesional a la salud pública desde diferentes cargos y lugares de trabajo.
En 1992 fue designado Jefe de Medicina Sanitaria y Asistencial de la Región Sanitaria VII de la provincia, cargo que ejerció hasta 1994. Entre 2001 y 2003 fue Subsecretario de Atención Primaria y Unidades Sanitarias de la Municipalidad de Merlo. Ya con Néstor Kirchner en el Gobierno, entre 2004 y 2008 se desempeñó como coordinador del Programa Especial de Salud de la Dirección Nacional de Programas y Proyectos Especiales de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. En 2008 y hasta 2010 trabajó como subinterventor de la ANMAT. En 2013 fue Director Nacional de Análisis Técnico y Control del Narcotráfico en el ámbito de la SEDRONAR. En 2014 asumió como Secretario de Salud Comunitaria del Ministerio de Salud de la nación, cartera que lideró 2015, cuando CFK lo nombró Ministro para su último año como Presidenta tras la renuncia de Juan Manzur.
Con la vuelta del peronismo al gobierno de la provincia, Axel Kicillof lo designó como máxima autoridad de la salud bonaerense, cargo desde el que debió comandar la contención de la pandemia en el territorio socio demográficamente más complejo del país, lo cual le valió el reconocimiento de la candidatura.
IDEAS FUERZA
A pesar de no defender él mismo la meritocracia como concepto, la figura de Facundo Manes genera admiración en esa para nada despreciable porción de la sociedad argentina que cree en el esfuerzo personal como motor del éxito y el desarrollo. “La meritocracia es un verso si no partimos todos de las mismas condiciones, y la educación pública y la salud pública son las mejores formas de redistribuir el ingreso” dijo en el programa Animales Sueltos en 2019. Su apuesta discursiva, en su larga trayectoria mediática, fue siempre la de mostrarse como un tipo común que gracias a las oportunidades de los sistemas públicos del país pudo llegar lejos en su profesión y obtener el máximo reconocimiento internacional. Quizás en la operación de exponerse como un ejemplo de lo posible más que como una excepción, incluso de la Argentina más igualitaria de las décadas pre neoliberales, haya un desconocimiento, intencional o no, de las limitaciones que el sistema al que pertenece le impone a las mayorías para llegar donde él llegó.
Facundo Manes representa a la élite de un sistema científico y de medicina mundial que, entre otras muchas cosas que podrían nombrarse como ejemplo, tiene la capacidad en cuanto a la generación de conocimiento como para desarrollar una vacuna en tiempo récord como sucedió con la del COVID, y al mismo tiempo la insensibilidad para no distribuir los frutos de ese conocimiento de forma humanitaria. Los planteos del neurólogo de desarrollar una argentina del conocimiento suenan un tanto abstractos si no van acompañados de un debate social de cómo y en qué deben aplicarse esos desarrollos. El reconocimiento de ese sistema internacional de la figura de Manes, los múltiples cargos y lugares que ocupa en sus sociedades de renombre, marcan con claridad, juicios de valor aparte, el grado de pertenencia del neurocientífico a ese status quo donde reinan los laboratorios e intereses privados, regido por una lógica mercantil donde el acceso de las poblaciones a la salud se mide en ganancias.
Daniel Gollan confronta abiertamente con ese sistema. En el documental “La insubordinación de los privilegiados”, dirigido por Nicolás Kreplak, quien lo reemplazó en el Ministerio de salud bonaerense, y producido bajo la órbita de la Fundación Soberanía Sanitaria de la que ambos son miembros y cuyo eje rector es pensar la salud como un derecho, puede escuchárselo citar al Premio Nobel de 1993 Sir Richard Roberts y a su explicación de cómo la industria farmacéutica piensa más en sus ganancias que en curar enfermedades. Explica también cómo en la década del 80, a partir de la administración Reagan en EEUU, la investigación científica pasó a estar directamente vinculada a esa industria farmacéutica y su criterio mercantil: “Los mismos que investigan empiezan a ser pagados por los laboratoros, y esto que era inmoral desde un punto de vista científico, se termina naturalizando”.
Su concepción sobre la necesidad de garantizar acceso a los medicamentos como un derecho social encarna, por ejemplo, en su constante defensa y promoción de los laboratorios públicos o la defensa de la Ley de genéricos. Y se encuadra en una visión más amplia, que comprende a la totalidad de la salud y sus múltiples condicionantes, como la calidad de vida, la higiene, la alimentación, etc., como derechos inalienables que el Estado debe garantizar y que no pueden verse obstaculizados por intereses privados. “Cuando el Estado está presente el acceso a la salud es más equitativo, más eficiente, más eficaz. Es más barato” argumenta en el documental. Estas ideas con, raíces en el pensamiento de Ramón Carrillo, marcan la historia y la trayectoria de Gollan.
Semanas atrás se difundió un video donde se lo veía defendiendo la gratuidad de la salud en una asamblea hopitalaria de la década de los 90, y que refuerza otra de las características centrales de su personalidad: el activismo, la militancia política desde la cual la salud es mirada con una perspectiva integral. A poco de asumir como Ministro nacional en el 2015 afirmó: “Nos hemos formado bien técnicamente, pero antes que nada somos militantes, lo que significa tener un compromiso muy fuerte con la ciudadanía”. Desde su más temprana juventud a la actualidad, el candidato del oficialismo se piensa y se define como militante, y desde allí hay que leer su figura.
Con recorridos diferentes, expresando distintas ideas, buscando interpelar quizás a distintos imaginarios de la sociedad argentina, los dos médicos candidatos comienzan a rozarse en plena campaña. Con su discurso modernizador y su perfil de éxito individual y profesional reconocido en el mundo, Facundo Manes tratará de convocar a ese sentido común aspiracional argentino que tiende a valorar los brillos que se reflejan en las miradas de los “países desarrollados”. Sin hacerse cargo de ningún pasado ni de compañeros de lista, hará valer su lugar de outsider de la política en un escenario de mucho cansancio y hartazgo. Gollan, por su parte, tendrá para mostrar toda una vida dedicada a la lucha por la salud pública, habiendo pagado los más altos costos y siguiendo al frente de la batalla, incluso bancando la peor parada durante la pandemia. Su bandera de la salud como derecho y su incuestionable compromiso con ella resultarán fuertes activos a la hora de convencer a una sociedad agotada de que vale la pena seguir apostando al proyecto.
Un representante de la élite del sistema científico y médico mundial versus un militante de la medicina social y comunitaria. Éstos serán los principales protagonistas del debate por la salud, de cara las elecciones y en la era de la pandemia. Sus historias cuentan mucho más que lo que podrán discutir hasta el día en que las urnas se llenen. Sus caminos narran lo que tienen para ofrecerle al pueblo argentino.