¿Fin de la novela del PJ? Todo pareciera indicar que sí desde este viernes por la noche, cuando se conoció la decisión unánime de la Junta Electoral partidaria de convalidar la lista de CFK y objetar la de Quintela por falta de avales. La definición aparece como una salida lógica a una interna imposible, por cuestiones de tiempo, de costos y de política, en la que todos ganan algo y se vislumbran los nuevos desafíos hacia el futuro, con todos los focos puestos en la relación CFK-Kicillof.

La Junta resolvió por “UNANIMIDAD” (las mayúsculas pertenecen al comunicado oficial) “oficializar la lista Primero la Patria, y otorgar un plazo único e improrrogable de 24 horas a la lista Federales: un grito del corazón, para que presente la documentación faltante y/o subsanar las deficiencias en su presentación”. En concreto, la instancia partidaria reconoció la presentación de 106.125 avales más 27.287 de reserva por parte de la tropa de CFK, de los cuales resultaron válidos 96.827. Con ese número la presentación superó largamente el piso exigido del 2% del padrón  de afiliados que establece el Reglamento Electoral del PJ, correspondiente a unos 62.465 avales.

Ese piso no fue alcanzado, a la inversa, por la lista encabezada por Ricardo Quintela. Federales, un grito del corazón, presentó 70.531 avales, de los cuales resultaron “verificables” unos 60.128 para la Junta Electoral, que a su vez consideró válidos 48.549 de esos avales. De esa manera, al riojano le faltarían 13.916 para llegar al mínimo establecido por el reglamento. “Debido a dichos faltantes, se le otorgó un plazo de 24 horas a la lista Federales, un grito del corazón, con el fin de que pueda realizar la entrega de la documentación física faltante y la corrección de los registros digitales presentados”.

Así las cosas, en este momento no habría elecciones en el PJ y todo parece indicar que Ricardo Quintela no se esforzará por cumplimentar lo exigido por la Junta, por lo que en la noche del sábado y cumplido el plazo establecido sólo quedaría habilitada la lista de CFK y la ex presidenta llegaría a la presidencia del partido por primera vez. 

LA SALIDA DE QUINTELA 

Tanto en off como en on desde el armado del riojano dieron a entender que la cosa ya está jugada para ellos. “Que hagan lo que quieran”, dejaron trascender ayer por lo bajo luego de plantarse en que aportaron “cuatro camionetas de avales”. Diagonales había anticipado que en la previa, cuando desde el cristinismo objetaron la falta de información sobre muchos de los candidatos de la lista Federales, en un sector del PJ que trabajaba por la candidatura del riojano deslizaron que “ojalá paguen el costo por proscribirlo”. 

Esa pareciera ser la vuelta discursiva, la salida decorosa que en el entorno de Quintela intentarán instalar para justificar no haber llegado con la cantidad de avales necesarios y, en los hechos, esquivar una interna imposible contra CFK. Así lo expresó el propio Quintela en un duro comunicado que tituló “Privatizaron el partido, no podrán arrebatarse el peronismo”. El gobernador riojano recordó su prédica de “terminar con los viejo métodos, con las mismas mañas y las formas con las que se habían decidido las cosas en los últimos años de la vida partidaria”, y que “la decisión que acaba de tomar la Junta Electoral del Partido Justicialista viene a que eso que veníamos a cambiar está vivo, enquistado y sigue siendo la forma de hacer política de un conjunto de dirigentes que creen que se pueden llevar todo puesto con maniobras, argucias legales y chicanas reglamentarias”.

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X de Ricardo Quintela

Quintela fue a fondo contra CFK, afirmando que le cuesta creer que sea verdad su “voluntad” expresada en su última carta. A su vez, apuntó indirectamente contra La Cámpora afirmando que “desde que un grupo de compañeros empujaron a Cristina a irrumpir en el escenario de la disputa electoral interna del partido, lo que podría haber sido un camino de apertura, participación y democracia se convirtió en un tortuoso proceso de obstaculización, chicanas, caza de brujas, persecución y aprietes políticos a compañeros y compañeras de todo el país”. 

Pareciera un escenario sin retorno que, sin embargo, puede resultarle cómodo en cierta medida al riojano. Un enfrentamiento con CFK podría haber arrojado números aplastantes en su contra. En el contexto actual, Quintela logró una visibilización y un posicionamiento a escala nacional, quedó parado como el gobernador peronista más instalado detrás de Kicillof, y podrá esgrimir (con o sin muchos argumentos) la idea de la proscripción, el arrebato del partido, la falta de democracia y debate interno, cartas tantas veces utilizadas por los sectores anti cristinistas para ganar posiciones y negociar. Quién sabe incluso si, en algún gesto salomónico, desde el entorno de la ex presidenta no se le ofrezca incluso alguna silla en una mesa de diálogo hacia adelante. Todo es posible en el peronismo en reconfiguración, y Quintela se ganó un protagonismo que hasta hace unos meses era impensado.

EL RESPIRO DE KICILLOF

Si todo sigue como parece encaminado hacia la oficialización de una lista única, el gobernador bonaerense habrá sorteado una instancia que también parecía imposible. Las presiones sobre su figura para que se pronuncie por la candidatura de CFK no solo continuaron hasta ayer mismo, sino que escalaron al punto tal que el propio Máximo Kirchner asumió su vocería. El diputado nacional y líder de La Cámpora expresó ayer, horas antes de conocerse la decisión de la Junta Electoral del PJ, que la indecisión de Kicillof entre ambas postulaciones lo hacía dudar sobre si debía militar o no una posible candidatura presidencial del bonaerense en 2027. Nunca quedaron expuestas como hasta esas declaraciones las diferencias entre ambos, no sólo hacia atrás, sino fundamentalmente hacia adelante. 

A Kicillof lo tildaron de Poncio Pilato, de Judas, lo presionaron exponentes de la primera línea del cristinismo como Mayra Mendoza, Oscar Parrilli o Teresa García, siempre en relación a la candidatura de CFK al PJ. Si bien es claro que las diferencias y la interna exceden por mucho ese cargo partidario y que lo que realmente se está discutiendo es qué grado de debate interno habrá en el peronismo hacia adelante, lo concreto es que el gobernador quedaría eximido, en caso de no haber elecciones, de decisión incómoda que ya había tomado pero que demoraba a la espera de otra resolución posible. 

Kicillof iba a pronunciarse por CFK cuando no quedara otra alternativa, porque le hubiera sido imposible mostrarse prescindente en una instancia tan relevante como una elección interna como no hay en el peronismo desde hace décadas. Eso hubiera sido leído, sin embargo, como una declinación ante CFK. Parcial, tardía, no exenta de resistencias, pero una declinación al fin. Si finalmente no hay internas, Kicillof habrá mostrado hacia afuera del ecosistema cristinista que tiene la decisión de plantarse para discutir de igual a igual el rumbo del peronismo, y que tuvo la firmeza para no entregar la cabeza de un aliado como Quintela, a quien acompañó e impulsó, sólo porque lo presionaran desde el núcleo K. Ambos atributos lo posicionan aún con más fuerza de la que ya tiene como la principal carta de renovación para discutir un peronismo que no quede hegemonizado por CFK. Esa es su gran ganancia en todo este entuerto.

Sin embargo, esa ganancia no está exenta de grandes costos también para el gobernador. CFK y La Cámpora parecen haberle hecho la cruz, o al menos así lo demostraron en las incesantes y crecientes presiones que ejercieron hasta ayer nomás, incluso aparateando un evento tan ecunménico como un acto de Abuelas de Plaza de Mayo, y haciendo enojar a la mismísima Estela de Carloto. Cómo seguirá construyendo Kicillof su liderazgo evitando un enfrentamiento abierto con CFK pero sosteniendo sus posiciones, cómo resistirá sin romper si la belicosidad de La Cámpora se mantiene o incluso aumenta, son grandes interrogantes que terminarán marcando el balance entre costos y ganancias de la decisión de plantarse que tomó el gobernador, quizás antes de tiempo y corrido por una coyuntura que hubiera preferido evitar o postergar.

EL DESAFÍO DE CFK

En el cristinismo la decisión de la Junta Electoral cayó como una especie de verdad revelada. Luego de haber pedido esta semana flexibilizar los criterios para que Quintela pudiera presentarse, ayer sacaban pecho ante la aparente resolución del conflicto. “Cumplimentar la cantidad necesaria de avales es un requisito mínimo para una contienda electoral. La democracia partidaria hay que tomarla con seriedad y respetar los requisitos básicos. Nosotros le pedimos a la Junta  que sea flexible en cuanto a la lista. A pesar de eso sabemos que siguen algunas irregularidades, pero no llegar al piso de avales es inadmisible y sobre todo ilegal”, dejaron correr en off desde el ecosistema cristinista.

El mensaje de fondo es claro, y va en línea con lo que planteó hace unos días Mayra Mendoza en el lanzamiento de la mesa “Cristina Presidenta” en Quilmes: “Cuando Cristina se planta salen corriendo a ver cómo hacen para postergar la interna”, sentenció una de las principales espadas cristinistas. El final de la novela parece darle crédito a su sentencia.

CFK también ganó y perdió en esta contienda inesperada. En los cálculos de la ex presidenta, su sola postulación a la presidencia del PJ debería haber generado una aceptación casi unánime y decantado en una lista de unidad. Así lo dejó entrever ella misma en la carta en la que manifestó estar “dispuesta a debatir en unidad”. Que esa unidad no haya sido posible deja saldos positivos, negativos y grandes desafíos hacia adelante para quien será por primera vez presidenta del PJ luego de una extraordinaria trayectoria política.

Entre los triunfos de CFK hay que contar el hecho de que quedó más que demostrado su peso específico. Más allá del desafío que le plantearon desde distintos sectores, lo concreto es que no llegaron siquiera a poder enfrentarla. Su lanzamiento ahogó inmediatamente las posibilidades de Quintela y quienes lo apoyaban, y la medida más concreta de eso está en los avales que no pudieron juntar y en los dirigentes que se le fueron cayendo al riojano para no enemistarse con la ex presidenta. Si la hegemonía de CFK quedó puesta en duda, al menos la líder del kirchnerismo demostró que aún no hay quien pueda enfrentarla abiertamente y  de igual a igual. Su poder de daño es incomparable al interior del peronismo, y ese factor jugará en todos los cálculos políticos de acá en más.

A su vez, CFK se evitó el hecho de negociar una lista con actores que no le rinden pleitesía. Gobernadores que no se la jugaron por ella, la CGT, el propio esquema de Kicillof, los peronismos anti K, todos quedaron afuera de la lista que se encamina a presidir el PJ. CFK tendrá sólo a los propios y ultra leales como sus alfiles para el declarado objetivo de enderezar y ordenar el peronismo, algo que debería haber matizado si se negociaba una lista de unidad.

Pero la ex presidenta también perdió. Su investidura de intocable en el peronismo quedó, de mínima, puesta en cuestión. El clamor camporista por su candidatura impregnó en sectores importantes del peronismo, como los gobernadores, la CGT, muchos intendentes de la PBA o el propio Kicillof, revelando que su liderazgo no es aceptado en la misma forma y profundidad que antes. Por primera vez, además, lo que está enfrente suyo tiene votos propios, legitimidad a partir del cariño de las bases (basta ver a Kicillof cada vez que pisa la calle), despliegue territorial con dirigentes de peso, y una orientación política nacional y popular que el cristinismo no podrá tildar como tendiente a una deriva derechista o anti popular, tal como hizo históricamente con todos sus adversarios políticos internos. La disputa política entre dos espacios con esa potencia quedó explicitada y sobre la mesa, quizás en forma inesperada por la propia CFK.

Ligado a esto, de confirmarse la decisión de la Junta Electoral la ex presidenta tampoco podrá medir en votos peronistas su nuevo poder al frente del partido. Una elección en la que sacara el 80% o más de los votos, como algunos se animaban a pronosticar, hubiera sido una foto muy contundente. Ahora CFK deberá conducir el partido con los sectores anti K cuestionando la “proscripción” de Quintela, con el liderazgo de Kicillof en ascenso y como refugio para todo aquel que se sienta disconforme con el manejo de la ex presidenta y La Cámpora, y con la obligación de revalidar desde la presidencia partidaria una conducción que por primera vez fue cuestionada en serio.

Allí reside el gran desafío para la ex presidenta. Mientras no faltarán quienes la insten a salir a cazar “traidores” como forma de “ordenar y enderezar” el peronismo, CFK deberá leer el nuevo mapa y atender los legítimos reclamos de muchos sectores por una dinámica interna que rompa con la lógica del dedo y el látigo como métodos de conducción. La ex presidente decidió bajar al barro de la disputa interna como nunca antes, convencida de tener la fórmula para volver a convertir al peronismo en una alternativa de poder y de gobierno. 

Para eso deberá resintonizar no sólo con buena parte de la dirigencia que la cuestiona, sino también con una sociedad que ya experimentó los resultados de sus decisiones anteriores. Hacerse cargo de eso y dirigir con apertura la composición de nuevas canciones será la nueva prueba histórica para la dirigenta más consagrada del último medio siglo en la política nacional. Del otro lado, el sostenimiento de Milei en el avance de su gestión destructiva sólo a fuerza de ofrecer algún futuro en contraste con los desastres del pasado, da cuenta de que no alcanza con remitir a los logros que ya pasaron. Ofrecer futuro exigirá reinventarse, y allí CFK tiene una nueva cita con la historia.