La inflación, el ancla económica al futuro político del FDT
El precio de los alimentos en los barrios en enero trepó un 6,17%, el pan sube un 6% desde el lunes, y febrero traerá subas en combustibles, luz, gas y prepagas, entre otros. La recaudación del Estado se desacelera con respecto a los precios y enciende una alarma. Sin una estrategia clara para atacarla, la inflación se termina comiendo también a la rosca oficialista.
El 2022 marcó un récord de tres décadas, pero el problema sigue sin solución. Los casi 95 puntos de aumento promedio interanual de los precios del año pasado obligan a retrotraerse a principios de los 90 y la última híper para encontrar un antecedente. Sin embargo, el cambio de año calendario no le permitió al oficialismo un borrón y cuenta nueva en relación a esta problemática, más bien todo lo contrario.
El índice de enero, que se conocerá en dos semanas, probablemente supere el 5,1% de diciembre, y febrero se viene con importantes aumentos que seguirán presionando. Con la política lanzada a la discusión por las candidaturas en este año electoral, el Frente de Todos corre un gran riesgo si se enfoca más en la rosca y las internas que en comenzar efectivamente a frenar este descalabro que desestabiliza la vida de los argentinos.
Si se lo enfoca en clave electoralista, el problema es incluso más profundo para el peronismo. Es su propia base de votantes quien, tal como sucedió en el 2022, más sufre la escalada de los precios en el rubro más importante e impostergable de todos, los alimentos. Así lo reveló un informe del Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (ISEPCi), que mes a mes mide la evolución de la Canasta Básica Alimentaria (CBA), un conjunto de 57 productos establecidos por el Indec, que satisfacen las necesidades nutricionales (cantidades mínimas de calorías y otros nutrientes) tomando en cuenta los hábitos de consumo predominantes.
El ISEPCi releva la CBA en unos 20 distritos del Gran Buenos Aires, a partir de negocios de cercanía que llegan a los barrios donde no están las grandes cadenas con las que el Gobierno negocia programas como los Precios Justos. En un informe publicado este jueves, el ISEPCi reveló que la suba de los productos que componen la CBA en los barrios bonaerenses llegó al 6,17%.
La canasta, que en diciembre costaba $64.134,25 y está pensada para una familia de dos adultos y dos hijos, en enero trepó a los $68.094,31. Hace un año, la misma CBA costaba $33.685,25, registrando una suba interanual del 102,15%. El Índice Barrial de Precios (IPB), como denomina el instituto a esta medición, se compone a su vez de tres categorías: Almacén, que subió 8,02% en enero y 118,18% interanual; Verdulería, +7,33% en enero y 150,1% interanual; y Carnicería, la única que subió por debajo del promedio, registrando un 2,3% el último mes y un 58,48% interanual.
La síntesis política de esa tragedia económica es que, en los barrios bonaerenses, corazón del voto peronista y quizás la principal apuesta del kirchnerismo para el próximo turno electoral, la inflación sigue castigando con la misma potencia, configurando un escenario poco esperanzador para cuando llegue la hora de las urnas.
Desgranando aún más los aumentos el problema se agrava. Justamente productos de primera necesidad son los que registran mayores alzas, bien por encima del ya alto promedio de 6,17% del IPB. En almacén, por ejemplo, la harina de trigo subió un 12,5%, la polenta un 11,76%, los fideos guiseros un 13,33%, el litro de leche 14,29%, la manteca un 15% y el aceite mezcla 12,5%. En verdulería, la zanahoria escaló 31,58%, el tomate 20% y la papa 15%.
Por su parte la carne, que venía anclada a la baja en sus subas desde el año pasado producto de una sobreoferta a raíz de la sequía y la venta masiva de hacienda, ya sufrió los primeros sacudones del año. La inflación anual del rubro en 2022 fue de 42,4%, menos de la mitad del promedio inflacionario del 94,8% general. Sin embargo, la semana pasada, desde la Cámara Argentina de Matarifes y Abastecedores (CAMYA) informaron un incremento del 30% en el kilo vivo, que se venía pagando $320 y pasó a ubicarse entre los $420 y los $450. Esto impactará rápidamente en los mostradores y los bolsillos de la ciudadanía.
Siguiendo con precios testigo de la economía cotidiana, otro aumento que se verá reflejado a partir de la semana que viene es el del kilo de pan. A partir del lunes, en el AMBA el pan subirá un 6% y el kilo se ubicará en torno a los $480, tal como informaron hoy desde un conjunto de centros de panaderos bonaerenses. La suba, según plantearon los productores, se debe a los aumentos que sufrieron en las tarifas de gas, electricidad, combustibles y materias primas como la harina. Allí están otros de los elementos que le jugarán en contra al Gobierno para frenar la escalada inflacionaria, al menos en estos primeros meses del año en los que se intentarán concentrar aumentos para llegar más holgados a los meses electorales.
Los combustibles, por caso uno de los precios que más directamente se traslada al conjunto de la economía, subirán un 4% en febrero y un 3,8% en marzo. Las facturas de electricidad se verán impactadas a partir de este mes por la quita de subsidios, y algo similar sucederá con el gas, que tiene un aumento pautado para febrero pero aún no se definió el porcentaje. Las prepagas serán otro servicio que cargará las cuentas familiares con aumentos durante todo el 2023. Se acordó con el sector que, por un plazo de 18 meses, podrán aplicar una suba mensual no mayor al 90% del aumento salarial del mes anterior, medido por el índice de variación salarial (Ripte). En febrero, ese incremento rondará el 4,91%. Quedan excluidos de este régimen quienes perciban seis salarios mínimos, vitales y móviles ($406.458 en febrero) o más. Ese universo tendrá aumentos regidos por el Índice de Costos de Salud, que en febrero será del 8,21%.
Otro rubro que subirá este mes serán las telecomunicaciones. El ENACOM autorizó incrementos de hasta 9,8% para febrero y 7,8% en abril. A su vez, el próximo inicio de las clases disparó el precio de los útiles escolares y los elementos necesarios para asistir a los colegios. Un informe reciente elaborado por la consultora Focus Market estableció un incremento de hasta un 142% de la canasta escolar con respecto a lo que costaba en 2022, casi 50 puntos por encima de la inflación anual.
Este panorama ensombrece las aspiraciones del oficialismo a resultar victorioso en los comicios de este año. Sin un efectivo control de la escalada de precios, que permita construir un orden cotidiano en los hogares argentinos, difícilmente cualquier discurso o propuesta oficialista tenga pregnancia en una sociedad agobiada por la inestabilidad económica, allanándole el camino electoral a la oposición.
Sin embargo y a pesar de esto, el FDT arrancó el año más concentrado en sus internas y en una agenda judicial que quedan muy lejos de la problemática inflacionaria que afecta al ciudadano de a pie. Quien viene intentando hacer pie en ambos terrenos, obligado por su función institucional, es el ministro de Economía, Sergio Massa. Con una intensa agenda en busca de acuerdos con sectores para intentar bajar las expectativas inflacionarias, Massa apunta a llegar a mitad de año con una inflación cercana al 3% mensual, lo cual hoy por hoy parece difícil.
Los movimientos de principio de esta semana del ministro marcan su jugada. En un mismo día, el martes pasado, salió de una reunión con el equipo económico y la Mesa de Enlace, en la que anunció un paquete de medidas para el campo para enfrentar la sequía, y de ahí fue directo a la reunión del PJ bonaerense en Merlo, organizada por intendentes, Máximo Kirchner y Kicillof.
En esa reunión, Massa les dijo a los concurrentes que el puesto de ministro de Economía es incompatible con una candidatura presidencial, en un nuevo gesto de bajar la espuma alrededor de las especulaciones sobre su posible postulación. Sin embargo, más allá de la figura del ministro en sí, está claro que el futuro político del Frente de Todos está directamente ligado a la evolución económica y, particularmente, al control de la inflación. Sin soltarse de ese ancla económica que hoy lo sigue arrastrando al fondo del mar, el FDT no podrá construir ninguna expectativa política, aunque por ahora ese enfoque no parezca ser lo predominante en una coalición atravesada por sus divisiones internas.
Otro dato económico de enero suma una alerta más al oficialismo. El mes pasado la recaudación creció un 93,4% en relación a enero del 2022, es decir, un crecimiento inferior a la inflación interanual. Fue la primera vez en 26 meses que la recaudación creció por debajo del alza de los precios. En diciembre, por ejemplo, los ingresos del Estado habían aumentado en 95,6% impulsados por la segunda edición del dólar soja. Esto revela una desaceleración del crecimiento real y la actividad de la economía, que también puede leerse como una consecuencia del desorden que plantea el contexto inflacionario. La alerta para el oficialismo está puesta, entonces, en no caer en un proceso contracción económica con alta inflación, un contexto como el que hizo caer al gobierno de Mauricio Macri.
“No hay orden económico sin orden político”, habría sido otra de las frases de Massa en el encuentro del PJ bonaerense del martes y, más allá de lo acertado del señalamiento, el presente del FDT parece necesitar desesperadamente el orden inverso de esos factores. Encauzar la economía, fundamentalmente controlando la inflación, para desde esa plataforma poder proyectar lo político. A esta altura del Gobierno suena a una utopía que ese orden, si llega, comience en lo político. Y la única certeza es que, de no conseguirlo, difícilmente el FDT tenga la oportunidad de corregir sus errores en un segundo turno de gobierno.