Las mentiras de Milei para agitar el fantasma del 2001
El candidato libertario hace campaña diciendo que los indicadores sociales son peores que en la crisis del fin de la convertibilidad. Los datos lo desmienten en pobreza, indigencia, desempleo, actividad económica y asistencia del Estado. La verdadera campaña del miedo.
Javier Milei quedó en el ojo de la tormenta a principios de esta semana tras alentar una corrida cambiaria y bancaria que cayó como una bomba sobre la frágil economía preelectoral argentina. La cotización del dólar informal superó la barrera simbólica de los mil pesos y el traslado a precios del sacudón es mera cuestión de tiempo. Un cocktail explosivo para las aspiraciones del oficialismo de llegar en un clima de cierta estabilidad a las urnas del 22-O, y un escenario ideal para el candidato que promete barrer con todo ante el fracaso de lo que él denomina como la casta política.
Lo cierto es que Milei viene agitando la crisis desde hace tiempo como columna vertebral de su campaña del miedo. Y ese agite remite a un fantasma tristemente conocido por la sociedad argentina: el estallido de la convertibilidad en el 2001 que llevó al país al peor momento de su historia. En su prédica tremendista, el candidato libertario lanza irresponsablemente afirmaciones como que Argentina se encuentra al borde de su peor crisis y que la situación actual es peor que la de ese 2001 trágico y traumático.
Si bien es un libreto que Milei repite al menos desde el año pasado, no hay que irse demasiado lejos para encontrar sus manifestaciones. En la segunda edición del debate presidencial el domingo pasado, el ganador de las PASO sentenció: “Estamos al borde de la hiperinflación. Con el agravante que los indicadores sociales son peores que en 2001”. Más allá de que la falacia es su idioma y su método, nunca está demás desenmascarar con datos las operaciones de Milei para generar un clima de caos y desasosiego social, una típica implementación de la doctrina del shock para preparar la Argentina del saqueo con la que sueña.
Si bien es innegable que el país atraviesa una profunda crisis y que la situación se vuelve cada vez más insostenible día a día, en lo concreto hay diferencias sustanciales con el estado en el que se encontraba la sociedad y la economía argentina en el 2001. Si se la mide con variables como la pobreza, la indigencia, los niveles de empleo, el crecimiento económico y la asistencia del Estado a los sectores más vulnerables, la crisis que puso fin a la convertibilidad y abrió un nuevo ciclo económico y político en el país aparece con otra profundidad a la que se atraviesa hoy en día.
POBREZA E INDIGENCIA
En materia de pobreza, el dato reciente que sacudió a Unión por la Patria fue el 40,1% que arrojó la medición del Indec para el primer semestre de este año. Tras recibir un índice del 35,5% del gobierno de Macri, el actual oficialismo sufrió una fuerte suba marcada por la pandemia que tocó su pico en el segundo semestre del 2020 alcanzando el 42%. A partir de allí la tendencia fue a la baja hasta casi recuperar los niveles pre pandemia en el primer semestre del 2022.
Sin embargo, la inflación mundial generada por la guerra en Ucrania y su particular impacto en el precio de los alimentos quebró la curva hacia arriba y el año pasado terminó con una pobreza del 39,2%, antes de subir un punto más en la primera mitad del 2023.
Si bien este indicador se ha medido de distintas maneras en los últimos 40 años, el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS) de la Universidad Nacional de La Plata homogeneizó las metodologías en un estudio con el cual recalculó mediciones anteriores del Indec en pos de realizar comparaciones ajustadas. Según el centro, en octubre del 2001 la pobreza era del 45,6%, y en octubre del 2002, tras la devaluación y la salida de la convertibilidad, alcanzó el pico histórico del 65,5%.
En cuanto a la indigencia, el último registro del Indec para la primera mitad de este año arrojó la cifra de un 9,3% de la población por debajo de esa línea. Para el CEDLAS, por su parte, el porcentaje de indigentes en la Argentina era del 14,6% en octubre del 2001 y del 26,1% en mayo del 2002.
ASISTENCIA DEL ESTADO A LOS SECTORES VULNERABLES
El dato de la indigencia de mayo del 2002 es casi el triple del registrado para el primer semestre de este 2023, lejísimos de las agitaciones fatalistas con las que Milei hace campaña. Y hay una explicación para ello que el candidato libertario tampoco considera en su diagnóstico falaz y malicioso, que tiene que ver justamente con aquello en contra de lo cual predica: la presencia del Estado.
En la década menemista, la asistencia estatal para quienes caían fuera del sistema, millones en un contexto de destrucción del aparato productivo y cierre puestos de trabajo, era casi nula. Quienes perdían su trabajo y quedaban en la informalidad no tenían más alternativa que arreglárselas como pudieran frente a un Estado neoliberal que los condenaba a la exclusión. La reconfiguración de un Estado de bienestar y presenta en términos de asistencia social comenzó con los primeros planes sociales durante la presidencia de Eduardo Duhalde, y de allí en más el gasto social tuvo un crecimiento constante en las últimas décadas.
El sitio chequeado.com realizó una proyección de la evolución del gasto social desde el 2000 en adelante, tomando como base el nivel de precios de 1997 y a partir de datos de la Oficina Nacional de Presupuesto. Si en la salida de la convertibilidad el nivel de gasto social casi alcanzaba los 3 mil millones de pesos, en el 2020 ese ítem tocó un pico de casi 10 mil millones, más del triple que en el escenario del estallido del 2001. Actualmente se ubica en unos 9 mil millones de pesos.
Aunque Milei lo desconozca o incluso lo considere parte del problema, en el 2001 no existían programas como el Potenciar Trabajo, la Asignación Universal por Hijo o la Tarjeta Alimentar, por citar los más abarcativos. Esa red de contención estatal traza una diferencia sustancial y definitoria de la actualidad con respecto a la peor crisis de la historia del país, en la que no había rescates para quienes se caían del sistema.
EMPLEO Y ACTIVIDAD ECONÓMICA
Otra diferencia profunda con el 2001 tiene que ver con los actuales niveles de empleo en el país. Si bien es cierto que la Argentina atraviesa un momento inédito en su historia, donde se puede estar al mismo tiempo empleado y no llegar a cubrir la línea de pobreza, lo concreto es que los niveles de empleo récord de la actualidad también funcionan como una red de contención social que no existía en la Argentina devastada por el menemismo, la Alianza y las mismas recetas que hoy pretende volver a aplicar Javier Milei.
La apertura irrestricta de la economía durante los años 90 provocó una destrucción del aparato productivo del Estado, que redundó en los niveles más altos de desempleo registrados en el país. Según la consultora económica Orlando Ferreres y Asociados, la desocupación llegó en 2001 al 17,4% y en 2002 al 19,7%. Datos del Indec de julio del 2002 ubicaron esa cifra en el 21,5%, lo que constituía unas 3 millones de personas sin trabajo, a las que se le sumaban casi 1.8 millones más con empleo parcial y que buscaban otra ocupación para completar sus ingresos. En línea con lo que sucede en la actualidad, un 25,7% de los ocupados de todo el país ganaba menos de $200 mensuales. Con un dólar que ese que en junio de ese año llegó casi a los cuatro pesos, ese salario de $200 equivalía a 50 dólares, lo cual hoy valdría $50.000.
El dato del Indec para el primer semestre del 2023 reveló una tasa de desempleo del 6,9% de la población, con un leve crecimiento desde el 6,3% con el que finalizó el 2022. Esos guarismos representan los mejores datos desde el fin del segundo mandato de CFK en 2015. A su vez, el gobierno informó en agosto de este año que para mayo el empleo registrado total de la economía mostró su nivel más alto desde 2012, con un total de 13.160.321 personas empleadas, 29 meses de crecimiento consecutivos de ese indicador y una incorporaron de más de 1.067.000 personas al mercado de trabajo formal en comparación al final del gobierno de Macri. El dato mejora si se toma en cuenta sólo el empleo privado formal, el de mejor calidad, con 34 meses consecutivos de creación de puestos de trabajo en ese momento y el mejor registro desde 2009.
Los datos del nivel de empleo se corresponden con los de actividad económica y crecimiento del PBI argentino, marcando una nueva diferencia con el contexto del 2001. En 1998 comenzó el pico de la crisis de la convertibilidad, que llevó a que el nivel de actividad económica cayera 3,4% en 1999, 0,8% en el 2000, 4,4% en el 2001 y 10,9% en el 2002. En la actualidad, tras las caídas del 2018 y 2019 del macrismo y la del 2020 producto de la pandemia, Argentina arrastra crecimientos del 10,4% en 2021 y 5,2% en 2022. Si bien la sequía condicionó fuertemente el crecimiento de este 2023, los niveles de actividad se mantienen a un ritmo abismalmente distinto a los de la Argentina de la crisis de la convertibilidad.
LA CAMPAÑA DEL MIEDO COMO ESTRATEGIA POLÍTICA
Los datos desmienten categóricamente los diagnósticos de Milei, pese a estar muy lejos de reflejar una buena situación económica y social de la Argentina. En el actual contexto de crisis, la situación no parece ser la de un estallido latente como hace 22 años, y el augurio de un 2024 mucho más favorable en términos económicos sin el lastre de la sequía y por aumento de exportaciones prefigura una salida menos traumática a la del fin de la convertibilidad menemista.
Sin embargo, la crisis actual tiene un componente complejo en relación a la de hace dos décadas, y es que se viene arrastrando desde hace un tiempo mayor. Tomando el quiebre de 2018 como inicio, y habiendo atravesado una situación absolutamente disruptiva de cualquier esquema como la pandemia, ya se acumulan seis años consecutivos de desorden económico y caída de los ingresos que funciona como el caldo de cultivo ideal para las prédicas efectistas del candidato libertario.
La agitación del fantasma del 2001 está en el ADN de la estrategia política de Milei, que necesita resolver la elección sin llegar a un balotaje en el que deba enfrentarse mano a mano con otro candidato, que hoy por hoy sería Sergio Massa, y que podría tener la allí la chance de articular sectores para ponerle un freno a su avance. En tiempos de la posverdad y el imperio de los recortes de frases picantes en redes sociales, poco parecen importar los datos de la realidad y la estrategia de inflar el estallido en la campaña del miedo pareciera estar resultándole efectiva al líder de La Libertad Avanza. En 11 días las urnas dirán lo suyo.