Ya no hace falta utilizar eufemismos para describir livianamente una interna que durante mucho tiempo se intentó suavizar, esconder debajo de la alfombra o marcar como una discusión más dentro del peronismo. El gesto de Máximo Kirchner y La Cámpora ayer en La Plata terminó de exponer la profundidad de unas diferencias que existen hace mucho tiempo pero que, hoy por hoy, ya se expresan en miradas diferentes sobre la estrategia a construir, con quiénes y cómo hacerlo y, fundamentalmente, quién debe conducir ese proceso. De un lado, el gobernador Axel Kicillof, dos veces victorioso en la provincia más grande del país, con millones de votos sobre la espalda y múltiples sectores empujándolo a que construya esa nueva canción de la que habló el año pasado. Del otro, la principal organización política del país, liderada por Kirchner y bajo la sombra y la bendición de la máxima referencia política del peronismo de las últimas décadas, la mismísima CFK.

La historia de las distancias entre la ex presidenta y quien se lanzó con más ahínco y resultados propios que cualquiera a agarrar su bastón de mariscal para renovar la propuesta del peronismo hacia la sociedad es larga y llena de capítulos. Pero la escalada de las últimas semanas deja en claro que atraviesa un momento bisagra que, como es lógico, obliga al resto de los actores a posicionarse.

Con la PBA como epicentro de la disputa, el conurbano y los intendentes del peronismo juegan y jugarán un papel determinante en la resolución de una tensión que hoy no ofrece soluciones a la vista. A poco más de tres meses de un nuevo año electoral, que traerá consigo la discusión por el uso de la lapicera y las listas, los alineamientos a ambos lados de la guerra entre Máximo y Kicillof son una clave a observar, aunque también una arena movediza que, salvo en las orillas más duras, está siempre en movimiento y reconfiguración. 

Posicionamientos históricos, enfrentamientos particulares y personales, movimientos tácticos, asistencias a las últimas demostraciones de músculo propio de las dos galaxias del peronismo bonaerense, permiten trazar un mapa coyuntural de alineamientos con el gobernador y con el diputado nacional por parte de los intendentes bonaerenses. Los que juegan con Kicillof, los que juegan con Máximo, y los que hacen malabares para no dinamitar puentes con ninguno de los dos y mantener un equilibrio que irá siendo cada vez más difícil a medida que avance la interna y se acerquen las urnas.

LOS MK

Máximo pudo mostrar ayer con su acto en el mítico club Atenas de La Plata un respaldo nada despreciable de importantes jefes comunales, con peso territorial y votos propios. La Cámpora, que promediando el segundo mandato de CFK se trazaba como objetivo político colonizar el PJ y ganar intendencias bonaerenses a partir de los armados territoriales con los que tensionaba a más de un intendentes peronista, una década después cumplió con creces ese objetivo. Gobierna 12 municipios de la provincia, un par de distritos pesados del conurbano y ostenta la presidencia del PJ provincial, en manos del propio Máximo Kirchner.

Ayer, una veintena de jefes comunales fueron a respaldar el acto del líder de La Cámpora. por adhesión total a su estrategia o por cálculo político, se prestaron a la foto. En esa primera línea de apoyos, claro está, figuran los soldados propios de la organización: Mayra Mendoza, que ganó por segunda vez en Quilmes en 2023, convirtiéndose en la intendenta más votada de la historia del emblemático distrito de la Tercera Sección; Julián Álvarez, que recuperó otro distrito histórico del peronismo como Lanús, tras dos mandatos del macrista Néstor Grindetti; Damian Selci, que concretó uno de los sueños originales de La Cámpora en el conurbano, ganarle Hurlingham al PJ de Juan Zabaleta que, en su momento, supo apoyar a Florencio Randazzo contra CFK. 

A esa primera línea del scrum propio hay que sumarle una segunda, con jugadores igual de pesados que cada vez se muestran más alineados con Máximo y CFK. Uno de ellos es Gustavo Menéndez. El intendente de Merlo, otro distrito que junta miles de votos para el peronismo, organizó el viernes pasado el acto de CFK por pedido expreso de la ex presidenta, justo en el día previo al acto que Kicillof realizaría en Mar Chiquita. En la previa al acto de Máximo, Menéndez fue el encargado de convocar a otros intendentes de la Primera Sección.

Mariel Fernández transita su segundo mandato en Moreno y también se para sobre miles de votos peronistas. La dirigente del Evita es una de las principales conexiones entre la organización de Emilio Pérsico y La Cámpora, otrora enfrentados a muerte, y acompaña a Máximo como vicepresidenta del PJ bonaerense. De buena relación con Kicillof, lo cierto es que Fernández se alínea con Kirchner y el fin de semana pasado dejó una descripción suficientemente gráfica de ese vínculo: mientras Kicillof reunía su tropa en Mar Chiquita el sábado, Máximo y Mariel Fernández participaron juntos de un festival el Moreno.

Una tensión histórica de la PBA, que se remonta a tiempos de Néstor Kirchner, Eduardo Duhalde y Alberto Balestrin, es la tensión entre Lomas de Zamora y La Matanza. Martín Insaurralde fue el principal apoyo de Máximo Kirchner para penetrar el peronismo bonaerense, y durante el gobierno del FdT el ex intendente y el diputado nacional lograron que CFK obligara a Kicillof a desplazar a Carlos Bianco de la jefatura de gabinete bonaerense para encumbrar al lomense. La caída en desgracia de insaurralde llegó luego de su intento fallido por otra intervención, resistida hasta las últimas consecuencias por Kicillof y La Matanza: la de quedarse con la vicegobernación y la titularidad del Senado, desplazando a Verónica Magario de la lista del año pasado.

Aquella novela, poco recordada hoy con Insaurralde corrido de los flashes, sigue repercutiendo en el peronismo bonaerense. Federico Otermín, heredero de Insaurralde en Lomas, es otro de los alineados con Máximo. Insaurralde sigue jugando desde las sombras para volcar el peso que aún mantiene con muchos jefes comunales a favor del líder de La Cámpora. Y la daga en La Matanza de la interna que el Movimiento Evita sostiene con Fernando Espinoza sigue afilada. Allí se explica otro de los vértices de la alianza Pérsico-Kirchner: la candidata del Evita para destronar a Espinoza es Patricia Cubría, pareja del líder histórico del Evita.

LOS AK

Kicillof se ganó su lugar en la provincia, que hoy se mide en millones de votos propios, no sólo por el apoyo de CFK sino por una construcción que comenzó en las humildes recorridas de la campaña 2019 a bordo del Clío de Bianco, y que ya lo llevó a visitar los 135 distritos de la provincia al menos dos veces. En ese proceso, el gobernador pasó de ser resistido al principio por propios y extraños por ser visto como un porteño que desembarcaba en la PBA por el designio de la jefa, a ganarse el respeto de peronistas, radicales, vecinalistas y hasta dirigentes del PRO a fuerza de diálogo y resultados de gestión. 

Es así que, hoy por hoy, La Cámpora recibe fortísimas críticas por parte de la base social del kirchnerismo por la disputa que plantean al gobernador, y sólo los intendentes más lanzados en esa batalla como Mayra Mendoza o Julián Álvarez se animan a confrontar directamente con él. El resto de los alineados con Máximo intenta, por todos los medios, sostener también una buena relación con un Kicillof que, por su parte, tampoco detona puentes y se esfuerza por sostener esos vínculos.

Pero, así como Máximo tiene su núcleo duro, también Kicillof cuenta para sí una tropa propia que va, en algunos casos, hasta más rápido y más allá de lo que el propio gobernador pretende en cuanto al impulso de su liderazgo su candidatura. El más claro de esos ejemplos es el de Jorge Ferraresi. El intendente de Avellaneda, distrito histórico para el peronismo si los hay, libra una guerra personal con La Cámpora a partir de la disputa interna que Emanuel Santalla le plantea en el municipio. El enfrentamiento desborda los límites de Avellaneda y se derrama en buena parte del sur del conurbano, con fuertes choques con Mayra Mendoza y Julián Álvarez, hoy a partir de la discusión por los recursos del puerto de Dock Sud, mañana por cualquier otra cosa. 

Ferraresi comanda Avellaneda desde el 2007, y aunque La Cámpora le cuestione su nivel de kirchnerismo en sangre, fue de las principales voces de oposición kirchnerista al gobierno de Vidal y supo estar encumbrado en el Instituto Patria. Hoy recorre distritos de la provincia donde gobiernan sectores del peronismo y el kirchnerismo, con la consigna de “La Patria no se Vende” y la bandera del liderazgo de Kicillof, la necesidad de construir desde hoy su candidatura para 2027, y el fin de las designaciones a dedo por parte de CFK y Máximo.

Parte de la mesa chica axelista junto a Ferraresi, Mario Secco es otro de los intendentes a quienes puede resultar muy difícil cuestionarles su kirchnerismo en sangre pero que hoy empujan una renovación encabezada por el gobernador. Histórico jefe comunal de Ensenada, se manifestó en los últimos días diciendo que Kicillof armará las listas bonaerenses de 2025 y es un apoyo central  en una región donde el gobernador también  suma el del intendente de Berisso, Fabián Cagliardi.

Párrafo aparte merece, justamente en esa región, la capital provincial. Julio Alak volvió a gobernar La Plata, recuperándola para el peronismo tras 8 años de Julio Garro, de la mano de Kicillof. El gobernador lo impulsó primero como ministro bonaerense y su candidatura a la intendencia fue uno de los únicos lugares por lo que peleó y ganó el año pasado. Kicillof acompañó a Alak durante toda la campaña y celebró su triunfo como uno propio. Ayer se vio a Alak en el acto platense de Máximo, luego de que el sábado pasado pegara el faltazo en el de Kicillof de Mar Chiquita. La organización camporista del acto de ayer señaló que el intendente solo pasó a saludar, pero habrá que seguir el ruido alrededor de un jugador clave que, hasta ayer, se ubicaba indudablemente en la vereda kicillofista.

Con más peso propio en el sur del conurbano, Kicillof hace pie en la Primera Sección a través del intendente de San Martín, Fernando Moreira, que no estuvo ayer en el acto de Máximo. Moreira responde a Gabriel Katopodis, ministro bonaerense y otra punta de lanza de la renovación kicillofista, con una importante historia encima de tensiones y enfrentamientos con el cristinismo. Como en La Matanza, la interna peronista en San Martín encuentra a otro importante dirigente del Evita compitiendo con Moreira: se trata del ex diputado y candidato a intendente en 2023, Leonardo Grosso, amigo personal de Máximo con quien comparte una cuestión generacional y muchos años de articulación en la Cámara Baja.

La Matanza, corazón del peronismo, es la principal columna del respaldo a Kicillof. Con una población de casi 1.850.000 habitantes, el distrito más grande de la provincia juega en la interna para el gobernador por decantación, a partir de la histórica interna con Lomas de Zamora y la disputa puertas adentro de Espinoza con el Evita. En esa clave hay que leer los fuertes respaldos de Kicillof a Espinoza luego de lo que fuera la denuncia por abuso sexual en su contra. El gobernador eligió fotografiarse con el intendente en los días más calientes del escándalo, y la imagen se repitió en La Rioja cuando Espinoza fue como titular de la Federación Argentina de Municipios a participar del lanzamiento de la nueva Constitución lograda por Quintela. 

EQUILIBRIOS Y MÁS

Hay intendentes que priorizan enfocarse en sus distritos y que la interna bonaerense no los desestabilice puertas adentro. Entre ellos, algunos fueron a ambos actos, el de La Plata y el de Mar Chiquita, algunos no fueron y enviaron representantes, pero todos prefieren sostener buenos vínculos con ambos bandos. Pueden listarse en esta categoría a dirigentes como Federico Achával (Pilar), Leonardo Nardini (Malvinas Argentinas), Mariano Cascallares (Almirante Brown), o Andrés Watson (Florencio Varela) Éste último, por caso, estuvo ayer en la presentación de Máximo y a la vez hizo de local en el lanzamiento kicillofista con el plenario “La Patria no se Vende” del 18 de mayo.

Otras organizaciones y sectores del peronismo bonaerense se mueven en la interna. Como  se dijo, el Movimiento Evita cuenta con un ala cercana a Máximo pero también tiene importantes dirigentes insertos en el Gobierno bonaerense y trabajando para consolidar el liderazgo de Kicillof, como Gildo Onorato o Eduardo “Cholo” Ancona. Nuevo Encuentro se encuentra en una situación similar, con un Martín Sabbatella volcado con fuerza hacia el apoyo a Máximo, de hecho ayer estuvo presente en La Plata, mientras que el intendente de Morón, Lucas Ghí, pilotea la tensión para no distanciarse de Kicillof. Sabbatella estaría pensando en volver a postularse para la intendencia del distrito y quizás en ello se expresen algunas diferencias con el actual jefe comunal, que resulten en posicionamientos dentro de la interna.

Así como Nuevo Encuentro se pliega a La Cámpora, también hay organizaciones que se definen por la nueva canción Kicillofista. Camino a la Victoria, de la ex ministra Victoria Tolosa Paz, juega fuerte con el gobernador como parte de un enfrentamiento histórico con La Cámpora. La Patria es el Otro, el armado del Andrés Larroque, se inscribe en la categoría de los desencantados con los manejos de la organización de Máximo Kirchner que eligieron construir algo propio para respaldar a Kicillof. Patria y Futuro, un nuevo armado conducido por Carlos Bianco, busca ser junto a la organización de Larroque la principal expresión política e identitaria del kicillofismo.

De fondo en todos estos alineamientos corre una discusión determinante y que es la terminal de la parada intermedia por quién usará la lapicera para las listas del 2025. Como el año pasado, el conflicto pasa por la sucesión bonaerense que deberá efectuarse en 2027 y en la que todos piensan desde la rosca por las listas del 2023. En esa carrera, donde también jugará la disputa por la presidencia provincial del PJ el año que viene, se anotan nombres como los de Mayra Mendoza, Ferraresi, Katopodis, Bianco o el propio Máximo Kirchner. 

El año pasado La Cámpora intentó empujar a Kicillof a la candidatura presidencial para hacerse del Sillón de Dardo Rocha. La resistencia de Kicillof a esa estrategia, la posterior caída en desgracia de Insaurralde, número puesto de Máximo para la gobernación si se abría la jugada, y el lugar estratégico de la PBA hoy para proyectar una renovación del peronismo, dictaminan el veredicto de las decisiones que ambos bandos tomaron frente a esa discusión. Lo que queda cada vez más claro es que allí se dio un quiebre, quizás definitivo, entre Kicillof y CFK, que compartía con Máximo la mirada de que el gobernador era el mejor candidato propio para la presidencia. La herida sigue abierta y los caminos parecen bifurcarse. Falta mucho, y habrá que ver si vuelven a confluir y, sobre todo, bajo qué conducción.