Massa Superministro: un tubo de oxígeno para que el FdT sueñe con el 2023
Con las liquidaciones por el dólar soja y los créditos del BID, el FdT comienza a despejar el horizonte hacia fin de año. La hiperactividad del Ministro, que en poco más de un mes permitió ordenar la interna, se bancó el ajuste y comenzó a acomodar la economía desde la política.
Absoluta y lógicamente desplazado del centro de la agenda por el intento de asesinato contra CFK, el pasado sábado 3 de septiembre se cumplió un mes de la designación de Sergio Massa al frente de Economía. El ministro, al que el calificativo de súper más que atribuirle facultades extraordinarias lo carga de un nivel de expectativas enorme, surgidas de la necesidad de supervivencia del oficialismo, había dado hasta esa fecha pasos importantes en casi todos los objetivos de corto plazo con los que asumió. Primero, fue la figura a partir de la cual se terminó de ordenar la interna oficialista (al menos por ahora), cuyo epicentro fue la renuncia de Martín Guzmán. Después vino un intento desesperado por tranquilizar una economía en ebullición, cuyas manifestaciones más calientes eran la corrida cambiaria y la inflación. La corrida se frenó, se reestructuró la deuda en pesos y la inflación está bajando (si es que se puede “festejar” un índice superior al 6% como el que marcará agosto).
En parte, para lograr eso, Massa buscó aportar cierta certidumbre en medio del caos a partir de un ajuste económico mucho más agresivo que aquel por el cual el kirchnerismo dinamitó a Guzmán. Recortes en salud o educación, fuertes aumentos de tarifas, todas áreas tremendamente caras a la identidad kirchnerista, lejos de cosechar bombazos de los principales artilleros K, obtuvieron un apoyo explícito que quizás hasta al propio Massa le hubiera costado imaginar. “Massa está reacomodando el desastre que dejó Martín Guzmán” soltó Máximo Kirchner hace una semana. Unos días antes, Andrés Larroque afirmó que “hemos perdido mucho tiempo, hoy tenemos Ministro de Economía después de más de tres años de gobierno”.
Pero a esos objetivos de supervivencia que Massa se trazó para que el FdT llegara al 2023, un ordenamiento fiscal con inclusión tal como él mismo lo definiera, le faltaba otro igual de importante, tanto para sostener ese nuevo equilibrio atado con alambres como para contentar al mayor juez de su gestión justo con el kirchnerismo: el Fondo Monetario Internacional. Ese objetivo es la acumulación de reservas, el punto que más flaco venía en el mes Massa, y que el Ministro comenzó a despejar esta semana, paradójicamente llevando algo de estabilidad al oficialismo en medio del caos político y social por el intento de magnicidio contra CFK.
DÓLAR SOJA Y CRÉDITO INTERNACIONAL
El domingo a la noche, con la gigantesca movilización en repudio al atentado y en apoyo a la democracia todavía fresca, Massa anunció un nuevo “dólar soja” que le reconoce $200 a los exportadores por cada unidad de la moneda estadounidense ingresada a las arcas nacionales. El acuerdo fue por liquidaciones por unos US$ 5.000 millones en el mes de septiembre, de los cuales US$ 1000 millones llegarían en las primeras 72 horas. Al cierre del miércoles, ese primer monto se había superado en 75 millones de dólares. El jueves, las ventas del agro se ubicaron en los mayores volúmenes operados en un día del año, y completaron en lo que va de la semana el ingreso de US$ 1407,8 millones. Restando los pagos por importaciones, el BCRA pudo, a partir de estas liquidaciones, acumular reservas por 864 millones de dólares en lo que va de septiembre.
De esta manera, Massa parece haber logrado destrabar, al menos transitoriamente, la relación entre el Gobierno y los exportadores del agro, que estaban sentados sobre miles de millones de dólares en forma de grano listos para ser exportados y a la espera de mejores condiciones comerciales. El acuerdo alcanzaría los US$ 5.000 millones en liquidaciones durante lo que queda del mes, en caso que los productores y las exportadoras lo respeten. La transferencia de recursos hacia los exportadores vía emisión monetaria y endeudamiento del Tesoro parece haber sido un costo que el oficialismo decidió asumir sin escándalo, quizás sin muchas alternativas reales sobre la mesa.
A estos dólares frescos y “genuinos”, se le sumaron en las últimas horas los anuncios por créditos que el país recibirá del Banco Interamericano de Desarrollo por 700 millones de dólares en septiembre y US$ 1.200 millones para el último trimestre. Aún por discutirse otros montos, el organismo informó que “si se aprueba, esto aumentaría los préstamos totales del BID a Argentina este año a US$2.370 millones”. Un tubo de oxígeno bajo el agua para un Gobierno que necesita sostener el acuerdo con el FMI al mismo tiempo que calmar la economía, frenar las presiones devaluatorias y sostener el máximo nivel de actividad económica posible, todos objetivos financiados con billetes verdes en una economía bimonetaria como la argentina.
Otra paradoja de la novela es que estos créditos se destrabaron, junto a negociaciones en curso por otros US$ 1.800 millones para el año (electoral) que viene, a partir de la relación entre Massa y Mauricio Clever Carone, actual Presidente del BID y ex Director Ejecutivo por los EEUU en el FMI. Clever Carone fue uno de los principales artífices del préstamos político que el organismo le otorgara a la administración Macri en 2018, algo que él mismo reconociera en conocidas declaraciones que fueron y son el principal sustento de las críticas kirchneristas a la operación. Es a partir de esos dichos de Clever Carone que el sector liderado por Máximo Kirchner pretendió responsabilizar al FMI y plantear una negociación más dura. El Diputado nacional volvió incluso a criticar al Presidente del BID en las últimas semanas, algo que evidentemente no impidió que los vínculos que mantiene con Massa decantaran en la aprobación de estos nuevos créditos.
“ES LA POLÍTICA, PAVOTES”
Lejos en el tiempo queda ya la reversión de la famosa frase “es la economía, estúpido”, del asesor de Bill Clinton, James Carville, que la mismísima CFK realizara ante industriales en 2014. El dardo de la entonces Presidenta del país apuntó a las críticas económicas ortodoxas, en una exaltación de su modelo heterodoxo que, por entonces, daba resultados que hoy serían un milagro. Cuando Massa asumió al frente de Economía, muchas críticas vinieron por ese lado. Que no era un economista, que no se conoció hasta hace un par de semanas quién sería su “cerebro” macroeconómico, etc. Lo cierto es que el Ministro, sin ningún pase de magia económico, comenzó su camino de reordenamiento de la economía a partir de sus gestiones políticas.
El primer paso fue una línea comunicacional muy clara y con el objetivo de llevar cierta previsibilidad en un contexto de caos. El principal canal elegido por el Ministro y su equipo fue su cuenta de Twitter. Desde que asumió, Massa tuiteó más de 60 veces, sin contar cada tuit individualmente ya que varias de esas ocasiones fueron hilos extensos en los que explicó distintas cuestiones. El más importante fue aquel en el que anunció sus primeras medidas el 6 de agosto, un hilo con 25 tuits que el equipo comunicacional del Massa sigue utilizando como referencia cada vez que se concreta alguno de aquellos anuncios iniciales.
Hay que remontarse a la confusión reinante de ese momento para poner en valor lo que significó una comunicación asertiva como la que se describe. Desde allí se empezaron a ordenar las expectativas en un Gobierno donde, por ese entonces, cada quién decía lo suyo y no había un camino en común que se le planteara a la sociedad y a los agentes económicos. Fueron unas 20 publicaciones con anuncios o medidas económicas; 5 con participaciones en actos o eventos; 11 con manifestaciones políticas, desde saludos a funcionarios salientes y recibidas a entrantes hasta el repudio por el intento de magnicidio; 25 posteos para comunicar reuniones, que fueron desde funcionarios de todas las áreas, gobernadores como Perotti, Capitanich, Sánez, Ziliotto, Arcioni, Herrera Ahuad, Embajadores de China, Chile, India, Malasia, representantes del G7, del Departamento de Estado y asesores de la Casa Blanca, o empresarios de firmas como Volkswagen, Amazon, Toyota, Whirlpool, y las mineras Livent y Río Tinto; a esto se le sumaron menciones específicas, como el saludo a la UBA por sus 201 años o la convocatoria del Frente Renovador a la Plaza de Mayo el pasado viernes.
Massa logró traducir las expectativas con las que llegó a Economía a un volumen político que fue generando apoyos como los mencionados más arriba. Recientemente, hasta representantes del Frente Patria Grande, que habían amagado con irse del bloque oficialista en Diputados, salieron a bancar la decisión del dólar soja y que parte de lo recaudado se utilizara para financiar políticas sociales. Pero antes de llegar a esa última y resonante medida, el derrotero del Ministro en el último mes dejó medidas para todos los gustos: reestructuración de la deuda en pesos, aumentos a jubilados, firma de un acta con un consorcio de petroleras para inversiones en Vaca Muerta más anuncio de inversiones para PyMES del sector, incentivos a la construcción, a las automotrices, a la economía del conocimiento, programas como el Argentina Programa 4.0, Puente al Empleo, etc.
Quizás a esto se refería Larroque cuando afirmó que el oficialismo ahora sí tiene un Ministro de Economía. Pero Massa tiene incluso otro as bajo la manga, con el cual podía terminar de sellar una alianza mucho más profunda con el kirchnerismo que lo llamó traidor y al que él prometió encarcelar alguna vez. Nuevamente, depende de gestiones políticas y con actores a los cuales a los soldados de CFK les sería bastante más difícil llegar que al amigo de la Embajada.
Massa está negociando en Washington la activación de un acuerdo de colaboración tributaria entre la AFIP y su símil norteamericana, la Internal Revenue Service (IRS), que permitiría a la agencia argentina acceder a la base de datos de la IRS sobre las propiedades y tenencias de capital de argentinos en EEUU. El volumen en cuestión se calcula en unos US$ 100.000 millones, algo así como dos veces el préstamo del FMI a Macri, y pasaría a engrosar en esa cuantía la base imponible del país.
El acuerdo nació en negociaciones de CFK en 2012, tuvo una firma de Macri en 2016 pero nunca se concretó. De lograrlo, Massa estaría alcanzando de la forma más concreta posible aquella idea con la que CFK y muchas de sus espadas insisten desde hace años: recuperar fondos de argentinos que se encuentran en el exterior producto de la fuga de capitales, y afrontar con eso los pagos de deuda. Resulta difícil pensar que eso vaya a materializarse fácil y en el corto plazo, pero la negociación está y la relación política de Massa con los EEUU puede llegar a ser el elemento que destrabe un reclamo histórico del kirchnerismo.
Desde su capacidad de juego político, Massa se hizo cargo de la economía cuando era un volcán en ebullición y, hoy por hoy, parece estar comprando al menos el pasaje del FdT hasta el 2023. Articulando sectores del oficialismo, como ya hacía en Diputados, asumiendo los costos de las medidas impopulares y tendiendo puentes con sectores nacionales e internacionales a los cuales no había llegada, el tigrense va consiguiendo algo de agua para un FDT que se veía en el desierto. Si el camino deposita al oficialismo en el 2023 con chances electorales, es decir, con una inflación más controlada, ingresos algo recuperados, niveles de actividad aceptables y reservas en BCRA, llegará el turno para ver si Massa decide ser candidato y si recibe la bendición de la indiscutida líder del espacio, CFK. Para eso falta mucho, y hoy ya es una victoria que el Gobierno pueda respirar, tapado por el agua como está, gracias al tubo de oxígeno que recién cumplió un mes en Economía.