La debacle del gobierno de Mauricio Macri se verifica en cualquier aspecto de la vida pública que se quiera revisar a partir el 11 de agosto, aunque algunos de esos datos se venían manifestando desde bastante antes. La elección de hoy en Mendoza no es la excepción.

Durante todo el año se vinieron analizando en esta columna los distintos comicios provinciales, siempre advirtiendo que ninguno de esos resultados predecía necesariamente el nacional. Las PASO demostraron que los territorios venían anticipando algo del rechazo al oficialismo que se expresó aquel día, sobre todo por la pila de derrotas que acumuló Cambiemos en capitales del interior. El malestar es la constante, aunque se manifieste en diversas formas: sea vía María Eugenia Vidal y sus intendentes queriendo adelantar la votación bonaerense, o bien a través del ocultamiento del Presidente en las campañas distritales, del pedido de corte de boleta o, como se vio en la tierra del mejor vino, directamente negando la pertenencia al mismo espacio político de Casa Rosada. Si el gobernador mendocino saliente, Alfredo Cornejo, se destaca como mayor castigador de Macri en la segunda alianza, su preferido para la sucesión, Rodolfo Suárez, llegó a decir que la folletería que lo muestra junto al dueño del PRO es campaña sucia. Como se decía aquí hace una semana, el ingeniero bate récords de piantavotos.

El cierre de la candidata del peronismo Anabel Fernández Sagasti, en cambio, sirvió para, una vez más, escenificar lo numeroso, robusto y mestizo de la arquitectura del Frente de Todos.

La nueva foto de Alberto Fernández junto a Sergio Massa y a los gobernadores bancando a una posible nueva socia de ese club era inimaginable hace un año, sobre todo cuando se piensa que se trata de una integrante de La Cámpora y que corre de atrás. También ofreció un marco ideal para oficializar el ingreso a la coalición de Natalia de la Sota, símbolo del error de la estrategia prescindente del jefe del cordobesismo, Juan Schiaretti, repudiada crecientemente al interior de su fuerza. El ganador de las primarias insiste en su idea de que la salida de la crisis que deja Macri está más en el músculo político que consiga congregar que en las recetas económicas.

En resumen, el análisis del resultado mendocino ya está, sea cual fuere. Si se impone el radicalismo, además de que sería la confirmación de las PASO locales de junio sin que ello haya ayudado a Macri dos meses después, se tratará del éxito de dirigentes que no pudieron hacer más por despegarse de la figura del ex alcalde porteño, lo que puede motivar a varios otros a acelerar en idéntico rumbo. El triunfo de Fernández Sagasti, por el contrario, iría a parar entero a la canasta albertista, sin que una eventual derrota, como se vio, modifique lo ya sucedido.

Y es que nada empieza ni termina esta tarde-noche, apenas una posta más de un recorrido cuya dinámica el gobierno nacional no está logrando torcer. Cuando se tiene solidez, se puede absorber un golpe; si la mediomundo está rota, no se agarran ni los peces que caerían adentro.