Milei, al límite entre los anuncios de ajustes y una sociedad sin margen para aguantar
Masiva y heterogénea movilización a las afueras del Parlamento para escuchar el primer discurso de Javier Milei como nuevo presidente de la Nación. Señalan que con el gobierno anterior de Alberto Fernández no podían “estar peor”, pero saben que el nuevo mandatario promete recortes de partidas. Sobrevuela el misterio de hasta donde alcanza la tolerancia del plan “no hay plata”.
Un capitulo trascendental para la historia argentina comenzó a escribirse este mediodía cuando, a 40 años del regreso de la democracia, Javier Milei asumió oficialmente como presidente, luego de recibir la banda y el bastón protocolar de parte del saliente Alberto Fernández.
Tras una brevísima ceremonia frente a la Asamblea Legislativa, el foco de las miradas se posó en las escalinatas del Congreso nacional, donde Milei montó un escenario para dar su primer discurso como mandatario, frente a una multitud que se movilizó para darle la bienvenida. Los concurrentes provienen de los más diversas extractos sociales, niveles educativos y edades. Milei se convirtió en una referencia política “popular” para ellos, que no pararon de gritar por el líder de La Libertad Avanza (LLA).
El nuevo presidente cambió, faltando pocas horas para la asunción, el cronograma oficial en el que prestaría juramento y se haría con el nuevo cargo ejecutivo, según trascendidos, debido a cuestiones ligadas al tarot y la astrología, por influencia de su hermana Karina. Esta determinación hizo que se trastrocara la agenda presidencial, y también la de todas las personas que se trasladaron hacia el centro porteño.
Ya eran las diez de la mañana y en la Avenida Entre Ríos, camino hacia la Plaza del recinto, comenzaban los primeros movimientos de gente. Unos simpatizantes de Milei desde arriba del micro que los traía, calculaban cuanto les saldría a cada uno su medialuna, que estaba en “promoción” en una renombrada cadena grande de panadería, por el “módico” valor de 3600 pesos la docena. “Hay que aguantar hasta las 3 que nos volvemos, eh”, le recordaba un joven a su compañero.
A la venta callejera de banderas celeste y blanca argentinas, y amarillas con el símbolo del “León”, se le sumaba la de las camisetas de la selección argentina. “Cuesta, pero algo se vende”, afirmó sonriente uno de los dos socios. “Lleve su bandera, Viva la Libertad, carajo. Vamos que hoy Argentina es una fiesta”, bramaba el otro para motivar a la clientela.
Para llegar a la Plaza del Congreso desde el sur, había que rodear la zona por la Avenida Belgrano y entrar en la calle Solis. Mucha gente que no estaba informada de que no se podía ingresar por cualquier calle, y desconocía el megaoperativo de seguridad, y debió caminar muchas cuadras de más. Para esa altura de la mañana, entrando al mediodía, los casi 30 grados y el fuerte sol provocaban la sed de más de uno.
Desde el lado de Callao que desembocaba en la Avenida Rivadavia, el camino era igual de complicado y transitado. Se debían sortear las vallas, yendo por la calle Mitre hasta Rodríguez Peña. En esa trayecto, pasadas las 11, y a la espera de que Milei saliera del Hotel Libertador, atravesando la Avenida de Mayo, la gente apuraba su paso, pero el nivel de intensidad y algarabía estaba por los aires.
“Ahora sí, basta de vagos. Todos a trabajar”, y “Dios, motosierra y trabajo”, eran algunas de las pancartas más contundentes del pensamiento compartido. Completaban el paisaje, banderas de Israel, y gente con leones de peluche. De fondo, un hombre con parlante ponía el himno mileista de La Renga: Panic Show. “Vamos Peluca carajo”, se escuchaba sobre Rodríguez Peña, a lo que le seguía “Se siente, Peluca presidente”
“Si vamos a tener que defender a Milei, lo vamos a hacer”, exclamaba a Diagonales una señora de unos sesenta años y fuerte carácter. “Si tenemos que pasar estos primeros seis meses duros, lo vamos a hacer”, completaba, mientras se quejaba de la corrupción del gobierno kichnerista. Algunos que pasaban por el vallado aplaudían a las fuerzas de la Policía Federal. “Ahora sí se los van a reconocer cómo se debe”, señalaba un hombre que pasaba. No obtuvo respuesta de los agentes.
Por Rivadavia, casi a la altura del Congreso, sobre Callao, no cabía ni un alfiler. “Tendríamos que haber venido más temprano”, le decía un joven de aproximadamente quince años a su papá. “Y pensar que tu mamá quería que nos levantáramos a las diez”, respondía el padre. Unas cuadras hacia el lado de la Avenida 9 de Julio, había más aire para moverse libremente. Este detalle hace pensar una cosa: si bien se trató de una concurrencia masiva, la multitud no desbordó toda la plaza.
Y el momento esperado para los que llegaron a la plaza había llegado. Alberto Fernández dejaba atrás su gestión y le entregaba la banda y el bastón presidencial a Milei. Los insultos hacia el peronista porteño y hacia la ahora exvicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, de parte de los simpatizantes de LLA, no se hicieron esperar. Una señora, exultada, pedía por castigo para la “corrupción” del gobierno saliente, y notando que se sobrepasaba, pedía que no la graben “para que no la vean los nietos”.
Pasadas las 12, Milei salió del recinto y enfiló hacia la escalinata del Congreso sin su vicepresidenta Victoria Villarruel, nuevamente dejada de lado, en medio de la tensión interna. “Hola a todos”, vociferó en modo rockero, con voz pesada. Arrancó las primeras risas entre sus fanáticos.
“Hoy comienza una nueva era en Argentina. Damos por terminada una larga historia de decadencia y declive y comenzamos el camino de la reconstrucción de nuestro país. Los argentinos de manera contundente han expresado una voluntad de cambio que ya no tiene retorno”, se presentó, generando primeros aplausos estridentes en la Plaza.
Casi todo el discurso de Milei estuvo centrado en el difícil panorama económico que enfrenta la Argentina, preanunciando las medidas impopulares que tomará su gobierno. “Durante más de 100 años, los políticos han insistido en defender un modelo que lo único que genera es pobreza, estancamiento y miseria, un modelo que considera que los ciudadanos estamos para servir a la política y no que la política existe para servir a los ciudadanos. Un modelo que considera que la tarea de un político es dirigir la vida de los individuos en todos los ámbitos y esferas posibles, un modelo que considera al Estado como un botín de guerra que hay que repartir entre los amigos”, señaló el primer presidente liberal libertario de la Argentina.
Cuando se pronunció sobre la herencia que le deja el gobierno peronista, el publico estalló en agravios. “El kirchnerismo, que en sus inicios se jactaba de tener superávits gemelos, esto es superávit fiscal y externo, hoy nos deja déficits gemelos por 17 puntos del PBI”, introdujo.
Luego de analizar la compleja situación macroeconómica, cambiaria, tarifaria, monetaria e inflacionaria, llegó el momento en el que Milei pondría a prueba para qué está en su primera etapa como presidente: con los inminentes anuncios de ajuste que excederán a la “casta” politica”.
“No hay solución alternativa al ajuste”, deslizó, antes de criticar los programas “gradualistas”. “No pueden quedar dudas que la única solución posible es el ajuste, un ajuste ordenado y caiga con todas sus fuerzas sobre el estado y no sobre el sector privado”. Su público se deshacía en aplausos, y consideraban que si iba a haber un ajuste para todos, estaban dispuestos a hacerlo “por la causa”.
“Sabemos que de corto plazo la situación empeorara, pero luego veremos los frutos de nuestro esfuerzo habiendo creado las bases de un crecimiento sólido y sostenible en el tiempo”, aseveró. La respuesta de apoyo ahí sí fue menos contundente.
Haciendo énfasis en que no se meterá en rencillas judiciales de “los políticos”, Milei se concentró en el cuadro de “emergencia” que, según él, recibe. “No tenemos alternativas y tampoco tenemos tiempo, no tenemos margen para discusiones estériles, nuestro país exige acción y una acción inmediata. La clase política deja un país al borde de la crisis más profunda de nuestra historia. Cada uno de ellos tendrá que hacerse cargo de su propia responsabilidad, no es tare mía señalarlos”, expresó. En este pasaje, no hubo reacción del numeroso auditorio, muchos esperaban que Milei fuera más certero en la cuestión de las causas de los gobiernos anteriores, especialmente en el de Cristina Kirchner. Pero eso no sucedió.
Uno de los puntos de mayor clímax se produjo cuando enfatizó que “el que corta calles, no cobra”. “Vayan a laburar”, se escuchaba en las calles. “Un país que dentro de la ley permite todo, pero fuera de la ley no permite nada. Un país que contiene a quienes los necesita, pero no se deja extorsionar por aquellos que utilizan a quienes menos tienen para enriquecerse ellos mismos”, indicó Milei.
Luego de un poco más de media hora, el economista de la Escuela Austriaca y nuevo presidente terminaba su discurso inaugural. La gente reunida se lo reconoció, mientras comenzaba la retirada. Sigue sobrevolando hasta cuánto más la sociedad puede seguir ajustándose. Solo el tiempo lo dirá.
“Esto de ahora es un alivio, después veremos”, resumió a este cronista una señora de unos setenta años que se volvía a su casa de la mano de su amiga.