¿Cuál es la cuestión?
Los dos candidatos que entraron a la segunda vuelta le trasladaron implícitamente una pregunta al electorado que no los había votado
Entre la investigación científica y la política hay un mundo entero de diferencias. Pero también hay algunos significativos parecidos. Una de esas similitudes se refiere a un punto central: toda buena investigación –como toda política exitosa- comienza con una buena pregunta.
En efecto, la pregunta direcciona el movimiento de nuestras acciones hacia un objetivo claro, permite organizar la estrategia, disciplinar la táctica y gestionar los instrumentos que se van a poner en juego. Por eso, desde la misma noche en que se conocieron los resultados de las elecciones presidenciales del 22 de octubre, los dos candidatos que entraron a la segunda vuelta se formularon implícitamente una pregunta que le trasladaron al electorado que no los había votado.
La pregunta de Milei –quien sin duda sintió el golpe de la inesperada derrota- podría frasearse del siguiente modo: ¿Qué podemos hacer para terminar con el “kirchnerismo”? La interrogación retoma la misma jugada que en su momento desplegó Patricia Bullrich, y que no fue muy exitosa que digamos. En tal sentido, el candidato libertario repitió en su discurso más veces las palabras “cambio” y “juntos” que el concepto de “libertad”. De este modo, su apuesta consiste obviamente en atraer a un macrismo en estado de ebullición, reponiendo la “vieja” grieta (kirchnerismo versus anti-kirchnerismo), una vez que quedó demostrado que la “nueva” brecha entre la “casta” y los que supuestamente vienen a cambiar la política parece haber tocado un techo inamovible.
La cuestión que Massa trató de poner sobre la mesa fue otra: ¿Qué podemos hacer para salir de la crisis? Si la interrogación de Milei carga las tintas sobre el pasado, la de Massa apuesta a discutir el futuro. De ahí también el despliegue de una maniobra de pinzas: por un lado, afirmar rotundamente que la vieja grieta se “murió” (para lo cual necesita distanciarse de Cristina y mantener bajo la alfombra a todos los cristinistas de sus listas de legisladores); y por otro, enarbolar una propuesta de “unidad nacional”, que mucho recuerda a la “nueva transversalidad” del primer kirchnerismo. Claro que la pregunta conlleva –de manera no menos diáfana- las coordenadas de una nueva estrategia: convocar a radicales desencantados, a cordobeses huérfanos de representación política, a la izquierda pragmática o a una ciudadanía dispersa y espantada de lo que puede llegar a ser un cambalachesco gobierno encabezado por el ex arquero de Chacarita, Ramiro Marra (perdedor por paliza en la ciudad de Buenos Aires), Fátima Florez y Lilia Lemoine.
Hacer política es, entre muchas otras cosas, imponer los términos del debate público, marcar la agenda, construir un horizonte de sentido y establecer un marco de interpretación en el proceso de resolución de problemas.
En los próximos treinta días tendremos oportunidad de ver cuál de las dos preguntas logra interpelar mejor a una sociedad -castigada por una crisis agobiante- que no sólo demanda una solución concreta para sus necesidades, también busca orientación en medio de la tormenta.