El amor en marcha
Ha surgido un punto de resistencia y manifestación masiva al régimen de la tristeza y el sufrimiento imperantes.
Se hizo viral un video en el que una pareja de ancianos cuenta desde la playa cómo se enamoraron y en acto se declaran su amor como si todavía fuesen jóvenes; claro que lo son. La conductora se sorprende que sea el video más visto de una radio -dice, no sin cierta ironía- que se pronuncia todos los días contra el tecnofeudalismo y los grandes poderes mundiales. Cuesta entender todavía por dónde pasa, en efecto, el poder del amor y sus posibilidades de contagio o viralización imprevistas. Al día siguiente el notero del mismo programa se encuentra en la calle con dos oyentes que también les manifiestan su amor, fidelidad y apoyo incondicional, cosa que no es habitual, y todos se emocionan. Normalmente suelen prestar más atención a los mensajes de odio y su réplica incesante por redes.
El amor se subestima o se ignora, lisa y llanamente, da pudor hacerle un lugar. Pareciera que uno peca de ingenuo si lo hace, sobre todo si es militante y tiene que dar lucha. Pero el amor tiene muchas formas de expresión. El amor es más fuerte que el odio. No es una consigna vacía, sino un acto que se verifica en gestos cotidianos. Si seguimos vivos es porque triunfa el amor en esos pequeños gestos que nos sostienen, a veces de manera sorpresiva, pero siempre constante y silenciosa. Luego está la Gigantomaquia de las redes y los medios que replican los mensajes del odio y los análisis sesudos que insisten en sus motivos.
Las definiciones son simples. El odio es una tristeza ligada a la idea de una causa exterior, por eso el odio crea chivos emisarios -como decretos- por necesidad y urgencia. El fascismo, antes que la organización del odio, es la interpelación a los individuos para que localicen la causa de su tristeza en algo o alguien a destruir. Luego podrá movilizarlos y hacerlos matar o matarse. La tristeza no es otra cosa que la disminución en la potencia de obrar o existir. Algo que nuestra civilización actual, en franca decadencia, no cesa de replicar: impotencia y tristeza.
Todo análisis sesudo que no se implique en las causas del sufrimiento actual, del dolor y la impotencia que prevalecen, contribuye a la reproducción de lo mismo. El único modo de producir algo diferente, por mínimo que sea, reside en un gesto de amor y generosidad intelectual que encuentra su causa y la expresa claramente en preguntas tales como estas: ¿Por qué vivo? ¿Cuál es mi deseo? ¿Cómo puedo aumentar la potencia de obrar y existir? ¿Con quiénes juntarme para hacerlo? Por mi parte escribo, escribo para que se note que no son asuntos menores, las preguntas y los gestos que importan. Las Gigantomaquias son parte del problema y de la repetición de las mismas soluciones; todas apuntan a la causa final, la solución final, ninguna se teje en la causa inmanente, que es la causa real de todas las cosas.
Vuelve a surgir ahora la clásica oposición entre “batalla cultural” y “determinación económica en última instancia”, esa vieja creencia de que si se le da demasiada importancia a los discursos del odio y la interpelación ideológica, por ejemplo, se desconoce la influencia de los procesos económicos y las nuevas tecnologías de poder, etc. El problema de base es la dicotomización y jerarquización que opera el pensamiento clasificatorio esquematizante, ante todo, luego también la dificultad para entender los afectos como aumentos o disminuciones en la potencia de obrar/existir, afectos que son transindividuales pero siempre responden a modos singulares de composición y/o descomposición.
Los afectos permean y orientan todas nuestras prácticas, se fosilizan o excluyen en diversas instancias, pero no cesan de retornar e insistir sintomáticamente porque un afecto solo puede ser reprimido por otro afecto más fuerte y de sentido contrario, no por meras intelectualizaciones. Comprender la dinámica de los afectos rigurosamente, implica asimismo no caer en la trampa de transferir de manera automática o rígida las definiciones a las situaciones concretas que hay que leer siempre tácticamente en función de sus posibilidades reales. Es decir, cómo insiste allí el deseo y con qué recursos de composición cuenta.
Entusiasmarse con la próxima marcha antifascista no tiene que abrir una disputa por los relatos o las causas en última instancia de la misma, lo importante es que ha surgido un punto de resistencia y manifestación masiva al régimen de la tristeza y el sufrimiento imperantes; un punto donde se ha dicho basta. Acompañar esta manifestación entendiendo la causa que nos moviliza es mucho más importante que tratar de instaurar jerarquías determinantes. Si entendemos que el amor es más fuerte que el odio, que la historia se resignifica en cada movimiento, que incluso en los momentos de máximo peligro puede surgir la chispa que lo cambie todo, entonces podremos implicarnos cómo corresponde en lo que toque jugarse.