La gran división afectiva
El problema de la proyección social que sobredimensiona la diferencia clasista ignora esta separación que está en la base
Hay una frase de Alberto Benegas Lynch (hijo) que Milei repite una y otra vez, la pronunció de manera fundacional en su discurso de asunción presidencial: “El liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión, en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, cuyas instituciones fundamentales son la propiedad privada, los mercados libres de intervención estatal, la libre competencia, la división del trabajo y la cooperación social”.
En aquel momento, Milei agregó: “En esa frase de 57 palabras está resumida la esencia del nuevo contrato social que eligieron los argentinos”.[1]Luego, ha vuelto a repetir muchas veces esta frase ante las preguntas y situaciones más diversas. Me parece un gran acierto partir de una frase que resume tanto una posición existencial como política, que reduce la complejidad en que vivimos a un punto decisivo, crucial, definitorio.
Yo propongo otras dos frases que sitúan un punto decisivo y disienten profundamente con el liberalismo individualista de Milei: una tiene apenas 40 palabras, la otra no llega a las 70. Ambas se refieren a una orientación afectiva crucial. A partir de ellas se puede deducir la verdadera libertad y felicidad, que son la misma cosa. Luego, las instituciones que las garanticen tienen que ser evaluadas, redefinidas o reorientadas en función de lo que proponen.[2]
Perón en La comunidad organizada, expresa: “Difundir la virtud inherente a la justicia y alcanzar el placer, no sobre el disfrute privado del bienestar, sino por la difusión de ese disfrute, abriendo sus posibilidades a sectores cada vez mayores de la humanidad; he aquí el camino”.
Spinoza en el Tratado teológico-político, afirma: “La verdadera felicidad y beatitud de cada individuo consiste exclusivamente en la fruición del bien y no en la gloria de ser uno solo, con exclusión de los demás, el que goza del mismo. Pues quien se considera más feliz, porque solo a él le va bien y no tanto a los demás o porque es más feliz y más afortunado que ellos, desconoce la verdadera beatitud y felicidad.”
Entonces tiene que quedar bien claro, hay dos modos de disfrute: o bien por exclusión y comparación con otros, de manera privativa y mezquina;o bien por difusión y ampliación a cada vez mayores sectores, por afirmación de sí y potencia de composición. Dos modos de ser y hacer en relación a los afectos. Propongo también repetir ambas frases infinidad de veces ante cada pregunta o problema, hasta que encarnen en acciones conjuntas y decididas. Una nueva constitución social siempre tiene que remitir a esta división afectiva antiquísima, fundadora de todo orden. Si no, como vemos sucede, es el caos y la violencia generalizadas.
El reciente caso de violencia en un club de golf de Pinamar, muestra a las claras la división afectiva que engendra el odio por imposibilidad de disfrute verdadero. Una mujer que jugaba al golf con su pareja golpeó a otra porque se encontraba caminando por el borde del campo, mientras tomaba mate junto a una amiga, sin interferir para nada en el juego. Luego de golpearla brutalmentecon el palo de golf la mujer le dirigió insultos racistas, mientras su marido le decía que pagaba 50 mil dólares por usar las instalaciones del club. El marido de la mujer golpeada también jugaba al golf, al parecer, según mostró la víctima en una entrevista posterior al ataque, desde una casa muy linda con pileta. De lo cual se deduce que, si bien podía haber alguna diferencia de ingresos entre los sujetos involucrados, tampoco se veía una gran diferencia de clase. Lo cual no disminuye la gravedad del acto en absoluto, por más paradójica que fuera la proyección imaginaria de la agresora, sino que muestra la materialidad estructural del malentendido.
Es muy claro que el problema de la proyección social que sobredimensiona la diferencia clasista, ignora lo que está en la base: la cuestión afectiva. En lugar de disfrutar del juego y del paisaje en sí mismo, la pareja violenta solo goza porque hay otros excluidos, otros que no pueden acceder al campo; así, en cuanto se ve interrumpida mínimamente la exclusividad, el goce muestra su carácter efímero, sino directamente falso o envenenado. En una nota reciente Juan José Becerra[3] enfatizaba que la mujer golpeadora mostraba la hilacha de no provenir de una clase social alta porque no “tercerizaba” el ejercicio de la violencia; esto resulta evidente. Pero también es cierto que en nuestra sociedad hay cada vez más “nuevos ricos”, sujetos aspiracionales, y que el problema de la violencia generalizada tiene que ver con esa inevitable transformación de la sociedad y la (des)composición de sus clases; la tercerización no siempre es posible y el pasaje al acto sí. El mayor problema es esa falta de entendimiento afectivo elemental en el que incluso quienes tendrían condiciones materiales sobradas para sostener una vida de disfrute no pueden hacerlo, y eso los lleva a volverse cada vez más insaciables y violentos.
La gran divisoria afectiva es transclasista y transhistórica, subtiende diferentes prácticas sociales, saberes, gustos y opiniones; poder gozar o disfrutar de lo que sea no requiere de cuantiosos bienes y propiedades, como tampoco de usos exclusivos, sino de orientarse por los afectos que aumentan la potencia de obrar, existir, pensar, sentir. Es una sabiduría popular al alcance de cualquiera, que además encuentra en nuestra mejor tradición materialista pensadores que han forjado conceptos clave para transmitirla. Pues, gozar de los saberes y su transmisión también es parte de la verdadera sabiduría y felicidad.
[1] Fuente: https://www.infobae.com/politica/2023/12/10/la-definicion-de-liberalismo-de-alberto-benegas-lynch-hijo-que-javier-milei-cito-en-su-primer-discurso-presidencial/
[2]https://www.diagonales.com/opinion/militancias-y-peronismo_a67437e18f0e25e1901efbc33
[3]https://www.eldiarioar.com/opinion/pobre-golfista_129_11866436.html