Bonaerenses por el mundo Montreal, la cultura de Canadá
Por Iván Tomljanovic de Vicente López
« Recuerdo que, habiendo nacido bajo la flor de lis, crezco bajo la rosa ». El lema de la provincia de Quebec resume a la perfección su propia historia, y más precisamente la de su ciudad más importante Montreal.
Fundada por colonos franceses en 1642, el bajo interés de los galos por la región hicieron de Quebec una presa fácil para los ingleses, quienes conquistaron Montreal en 1760.
Es así que la provincia se convirtió en « un islote francófono dentro de un mar inglés ». Este hecho se ve diariamente en las calles de Montreal, y es una de las cosas que más me impactaron desde que me asenté acá en 2012. Todo el mundo vive en 2 idiomas, la facilidad con la que los montrealeses pasan de un idioma de raíz latina a otro germánico es tan increíble como útil. En un supermercado, el cajero puede atender a un cliente en un inglés impecable, pasar al siguiente y comunicarse en francés sin ningún problema.
Canadá es un país mayormente anglófono, muy influenciado por su poderoso vecino del sur. El gobierno de la provincia de Quebec ha tomado muchísimas medidas a lo largo de su historia para defender su identidad cultural y sobretodo, para valorizar el francés, que hablan con un acento muy antiguo, de la época colonial, que los parisinos aborrecen. Mi familia y yo tuvimos que pasar un año entero de inmersión para poder aprender esta hermosa lengua, hermana del español, que no deja de ser muy compleja.
Hasta los años 60, Montreal había sido la capital económica de Canadá, aunque finalmente perdió la pulseada contra Toronto, que hoy en día posee casi el doble de población. Sin embargo, la ciudad sigue siendo la capital cultural del país. La "Place des arts" (Plaza de las artes) es el lugar emblemático en dónde el teatro y la música se juntan y ofrecen los espectáculos mas bellos, como el famoso "Festival de Jazz de Montreal", en el cual participó el gran Astor Piazzolla tantas veces.
Aunque me gusta mucho dar una vuelta por ahí, mi lugar preferido es el "Vieux port de Montréal" (viejo puerto de Montreal). Allí se siente ese aire colonial franco-inglés tan único que enamora a todos los turistas. Casas de piedra y monumentos impactantes, cómo la basílica "Notre-Dame de Montréal", provocan ganas de perderse y caminar hasta el cansancio.
Otros lugares que me encanta visitar son el Estadio olímpico, construido para los juegos de 1976, aquellos en los que Nadia Comaneci obtuvo su 10 perfecto, y el "Oratoire Saint-Joseph du Mont-Royal", importante lugar de peregrinaje que es también el símbolo de una ciudad antaño muy católica.
Además, lo que me sorprende de esta ciudad es la variedad étnica de sus habitantes. Montreal es un poco como el Buenos Aires de los años 50, tan repleto de inmigrantes que buscaban un mejor porvenir. Jamás pensé en conocer gente de tantos países en una sola ciudad. Haitianos, colombianos, argelinos, marroquíes, franceses, polacos, rusos, ucranianos, mexicanos, nigerianos, iraquíes, sirios y rumanos, entre muchos otros, conviven todos en un mismo lugar, aunque debo admitir que la asimilación se ha tornado muy difícil. Tanto es así que personas de tercera generación, nacidos y criados en Montreal, se siguen identificando con el país de sus padres o abuelos y no con Canadá. Mucha gente vive en su pequeño mundo, cómo si siguiese en su nación de origen.
Ciudad víctima de inviernos crudos (ya he vivido días de -43!) y decorada por mantos de nieve durante meses, Montreal es, al igual que Buenos Aires, un enclave con fondo europeo en el nuevo continente.