Una gran confusión generada entre mezcla de expectativas y desilusión ha generado el bendito bono de fin de año. Cuando surgió el tema hace algunas semanas atrás, muchos creyeron que sería obligatorio para todos los empleadores. Luego ya todos supieron que era simplemente un esbozo de buenas intenciones.

Lo cierto es que ninguno de los sectores involucrados está en condiciones de hacer frente a mayores erogaciones. Por un lado el Estado, con sus cuentas técnicamente quebradas. Un 6% de déficit fiscal hace en tal caso que uno pueda inferir que técnicamente las cuentas públicas se encuentran literalmente quebradas, y hacer frente a un bono para todos sería en el mejor de los casos, mayor endeudamiento o aumento de la emisión monetaria con las consecuencias que ya todos conocemos.

En otro lado de la discusión se encuentran los empleadores. Empleadores que han tenido un año complicado el ajuste en los precios relativos, el apretón monetario que llevó a cabo el Banco Central en pos de combatir los niveles de inflación y la pérdida del poder adquisitivo de la gente hizo que se derrumbara el consumo y con ello, las ventas y la producción.

Por último tenemos a los asalariados. Ese gran grupo de actores de la economía argentina que ha sentido duramente los embates de la realidad han perdido en lo que va del año en promedio un 9% de su poder adquisitivo. Nadie discute la real necesidad de recomponer el salario (razón única de la existencia de las paritarias), lo que en tal caso resulta el meollo de la cuestión es quién debe hacerse cargo de tal recomposición.

Todos los sectores están resentidos, incluso el bono si fuese por el monto que se ha divulgado (estos $2.000 no remunerativos), apenas recompondría el salario promedio en un 2%, o si se quiere ver con mejores ojos, haría que la pérdida del poder adquisitivo haya sido un 20% menor a la que actualmente acumulan los trabajadores. En otras palabras, es insuficiente. Necesario, pero insuficiente.

Las paritarias no podían reabrirse simplemente por cuestiones de índole de credibilidad quienes quieran invertir deben tener en claro que lo firmado, vale. Una obviedad en la que hemos dejado de creer cada vez más en el transcurso de los últimos años.

Está claro que los precios han subido por sobre los salarios y en muchos sectores los márgenes de rentabilidad se han mantenido. Sería bueno que los sectores que siempre han rogado por el intervencionismo estatal para proteger sus negocios, y quienes han sido perfectos lobistas en el camino del aislamiento con el mundo y el freno a las importaciones, para resguardarse dentro de las fronteras que les permiten cobrar por sus productos entre dos y tres veces lo que uno puede pagar por los mismos cruzando la cordillera, que ésta vez devuelvan a la sociedad algo de todo lo que ella ha hecho por ustedes.

En cuanto al resto de los sectores hay que confiar en la honestidad del empleador y quien pueda abonar un adicional lo haga en vistas de que todos tengan un fin de año lo más digno posible, abogando siempre porque el futuro nos encuentre produciendo, siendo competitivos y recibiendo inversiones que generen empleo y bienestar para todos los argentinos.