La Revolución Cubana, liderada por Fidel Castro, no sólo fue el acontecimiento político más importante del siglo XX en América latina; además, hizo que una generación de jóvenes la del autor de esta nota abrazara la causa del socialismo. La muerte de un líder de esa magnitud produce un fuerte impacto político e incluso personal entre quienes seguimos sosteniendo aquellas banderas.

Al ser juzgado después del asalto al Moncada en 1953, Castro transformó el estrado judicial en una tribuna política, y produjo su famoso alegato La historia me absolverá , todo un programa que tenía su eje en la convocatoria a elecciones y la vigencia de la Constitución de 1940, suprimida por la dictadura de Fulgencio Batista. Ese fue el programa democrático que el gobierno de Fidel y sus compañeros intentó aplicar, y por eso organizaron una coalición con partidos de la burguesía que se habían opuesto a Batista.

Sin embargo, rápidamente quedó en evidencia que aquellos objetivos demo-burgueses eran de cumplimiento imposible sin quitarles a la burguesía y a los latifundistas su poder económico y político. Comprendido eso, la dirección cubana tuvo el mérito histórico de avanzar audazmente por ese camino fueron expropiados los emporios azucareros y los centros neurálgicos de la economía del país, mientras los aliados burgueses del Movimiento 26 de julio eran expulsados del gobierno.

Mientras echaba del gobierno a la burguesía y la expropiaba, Castro también prohibía elecciones libres en los sindicatos e impedía cualquier desarrollo independiente de las organizaciones obreras. El poder exclusivo del M26 derivaba en el poder personal de Fidel y se instauraba así un bonapartismo sui generis. Poco después, los reveses económicos lo empujaban a refugiarse en la burocracia contrarrevolucionaria del Kremlin.

Desde entonces, y particularmente a partir del fracaso de la experiencia foquista del Che Guevara, Castro se empeñaría en evitar que otros siguieran el camino cubano. Respaldó la vía pacífica de Salvador Allende en Chile (1970-73) y aconsejó a los sandinistas que tomaron el poder en Nicaragua (1979) hacer lo contrario de lo que él había hecho en Cuba no expropiar a burgueses ni terratenientes y sostener la coalición con los partidos de la patronal democrática . En sus últimos años de gobierno efectivo, Castro respaldó a gobiernos nacionalistas como los de Hugo Chávez o Evo Morales, e incluso al de los Kirchner. Una manera de desandar el camino cubano de 1959-61.

En el final de su vida, Fidel acompañó los acuerdos del gobierno cubano con Barack Obama, si bien en algún momento dejó caer alguna observación crítica ( no necesitamos que el imperio nos regale nada ), acuerdos que ahora entran en una nueva crisis por la victoria de Donald Trump. Debe subrayarse, en ese punto, que Obama no levantó el bloqueo; apenas lo moderó, y con cuentagotas. Este proceso se desenvuelve, además, cuando la bancarrota capitalista empeora en extremo las condiciones económicas de Cuba. Una reconversión capitalista en la isla revolucionaria produciría una situación explosiva por el grado de miseria que acarrearía.

En definitiva, el de Cuba es un proceso abierto que se resolverá en el terreno de la lucha de clases dentro del país y, sobre todo, en el plano internacional. Junto a las tendencias restauradoras se desenvuelve otra, opuesta al régimen burocrático y favorable a la democracia obrera, a la libertad de organización, a la defensa de las conquistas de la revolución. La revolución latinoamericana bien puede recomenzar por la gloriosa Cuba.