Pandemia en Argentina: la salud pública nuevamente como protagonista
Medidas que se constituyen en un posicionamiento del Estado y que sostienen -no sin costos- el peso de la “esencialidad”
A partir del establecimiento del Aislamiento social, preventivo y obligatorio -establecido el pasado 19 de marzo a través del decreto presidencial 297/2020- mucho se puede decir y analizar sobre esta estrategia sanitaria. El impacto y las consecuencias que ha tenido en la vida cotidiana de las personas son -a esta altura- difíciles de mensurar pero sin dudas marcan un punto disruptivo en las políticas públicas y en las trayectorias de vida de las personas. La vigencia de la medida se justifica en la consideración de las estadísticas sanitarias que contempla la evolución del Coronavirus en el país, al mismo tiempo que renueva las argumentaciones que legitiman -no sin tensiones- la medida.
Interesa aquí poner la mirada en la centralidad que se le asigna a la salud pública como obligación del Estado frente a la situación epidemiológica. Asumiendo, también, que tal medida se constituye en un posicionamiento del Estado -ante la pandemia del COVID 19- y en una construcción de la política que prioriza la salud de las personas.
La pandemia nos muestra falencias y fortalezas del sistema de salud argentino. Obras sociales, empresas de medicina prepaga e instituciones públicas de salud definen una configuración del sector en el marco de la función reguladora estatal. En términos generales se observa una dispar situación de infraestructura e insumos frente a la crisis pero el punto en común que el sistema de salud en su conjunto debe afrontar se resume en la exigencia que recae sobre el recurso humano del sector que inscribe su acción en el marco de protocolos sanitarios (en permanente actualización) y que sostiene -no sin costos- el peso de la “esencialidad”.
Pero la centralidad de la cuestión de la salud no solo se observa en la definición de la política pública sino que también invade la cotidianeidad de las personas. En el marco de una inédita estrategia comunicacional diaria del Ministerio de Salud, la información sobre la pandemia se instaura en la vida de las personas y en las relaciones sociales. Los medios de comunicación también organizan debates sobre la situación sanitaria. Información sobre posibles vacunas y tratamientos conviven con las ya crecientes experiencias de padecimiento de la enfermedad de personas cada vez más cercanas. Todo esto se inscribe en el marco de la tensión que la prolongación de una medida como la analizada debe enfrentar. La restricción a la libertad individual comienza a chocar con el agotamiento de las personas. Por la pandemia no solo se ha dispuesto la permanencia de las personas en sus viviendas (salvo justificaciones puntuales) sino que se ha invadido la intimidad en las mismas y la formas de habitarlas. Así, la pandemia no solo tiene impacto en el ámbito socio- económico sino también en el ámbito vincular. Nuevas formas de relacionarse -en encuadres mayormente virtuales en la actualidad- reeditan la importancia que las mismas tienen para las personas, como ya expertos de diferentes campos señalan frente a esta situación. Tal vez, el miedo frente al “otro” aparezca como un interrogante. Ese “otro” que puede transmitir la enfermedad y por ende se define como peligroso. Desde este punto de vista, la pandemia nos abre muchos interrogantes sobre el futuro en términos sociales, económicos, psicológicos y culturales.
Por qué la salud pública está nuevamente como protagonista? Como a principios del S. XX la cuestión sanitaria se impone. Nos obliga a recordar los ideales del sanitarismo, revisar la historia reciente y ponderar la importancia de ubicar a la salud como prioridad de la política pública. Por supuesto que esto impone costos que el mismo Estado debe contemplar con sus políticas, ya que en el afán de preservar la vida también debe intervenir para asegurar condiciones dignas de reproducción de la misma. Allí está en disputa no solo la satisfacción de las necesidades de las personas sino la construcción misma de la sociedad de la que formamos parte. Y allí, sin dudas, que la salud de las personas debe ser una prioridad.
*Doctora en Ciencias Sociales. Docente de la Carrera de Trabajo Social UBA. Integrante del Grupo de Estudios sobre condiciones de trabajo y políticas sociales del Instituto Gino Germani UBA.