El cuerpo está tibio aún y el velatorio de la familia Clinton está en su hora pico. El mundo vio por tele, con el morbo habitual con el que uno mira la tele, cómo Donald Trump triunfaba con mayoría en todos lados. Aprovechando al máximo las grietas. La de hombres y mujeres, la de blancos vs resto de inmigrantes, la de jóvenes y adultos. Ganó a pesar de los innumerables errores de comunicación política cometidos desde que fue candidato, a pesar de su violenta verba, a pesar de sí mismo.
 
Enfrentó a una candidata mucho más preparada que él, pero sin ese carisma necesario para comandar. Era ex todo desde dentro de poco ex secretaria de Estado, ex senadora, ex primera dama, hasta ex mujer engañada por su esposo ex presidente.
 
La magnitud de este triunfo no parece tener techo y a cada instante se suman nuevas incógnitas. Dudas entre los jefes de Estado más importantes, reparos explícitos y directos. La incertidumbre global sobrevuela cada sede de Gobierno. Una excepción a esta nueva regla de temor hacia Trump es la del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien felicitó abiertamente y calificó de "verdadero amigo del Estado de Israel".
 
Luego de los análisis y explicaciones de rigor habrá que buscar responsables para la derrota. Es que Trump le ganó a todos. Empezando por sus propios conciudadanos republicanos que, sin quererlo ni un poquito, lo terminaron nominando para ser candidato y competir contra la yegua del comisario en este caso, Hillary Clinton. También venció a grandes corporaciones mediáticas, al Papa, a los artistas más conocidos, organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos, y a todos los etcéteras que queramos sumar.
 
La grieta de los golpeados por la crisis económica de los hermanos Lehman provocó que muchos en el norte abandonen a los demócratas para pasarse a los colorados. Las minorías patrimonio de los demócratas no alcanzaron para asirse de los electores necesarios para triunfar. En el sur, con los latinos, pasó algo similar. Si bien fue récord su participación, no compensó la inasistencia de afroamericanos y jóvenes que no fueron lo suficientemente seducidos por Hillary Clinton. De un lado, fueron a votar con ganas; del otro, la apatía fue letal.

Más de 27 millones de latinos podrían haber votado. Si se hubieran registrado, primero; si hubieran ido a votar, después. De no modificarse la proporción por parte del nuevo gobierno, en 30 años, uno de cada tres norteamericanos será de origen latino. Y hablando de proporciones, el desempleo golpea tres veces más entre latinos que entre blancos. Éste será el tema interno a tratar con mayor cuidado. Cuando no hay empleo, hay violencia latente. No alcanzará ninguna expulsión masiva de inmigrantes, tal como ya se demostró durante el período demócrata. Y los norteamericanos son los mayores productores de guerras, además de amusement, lo que provocará un clima interno más que espeso.
 
En conclusión, creo que los Obama son los que quedaron menos golpeados por el resultado. No solo porque no fueron candidatos o porque no fueron derrotados en ninguna interna, sino que tienen en Michelle la mejor carta para los próximos años.

Los ex-presidentes no tienen peso alguno, no tienen cargo en el partido, ni nada. Salvo que sean candidatos. Y supongo que el tándem Obama-Obama podría ir en ese sentido si es que Trump cumple sus promesas de campaña y arma un festival del odio  y la desigualdad puertas adentro de Estados Unidos.