Inteligencia, juego colectivo y dinámico, trabajo, seriedad y hambre de gloria fueron las cualidades que llevó al conjunto de Avellaneda a subirse nuevamente al trono de Rey de Copas y permitió retraer a la memoria del hincha las brillantes maneras de llevar adelante este deporte, que habían quedado tapadas por malas campañas –que lo llevaron hasta un descenso-,  dirigentes que no tuvieron a la altura y equipos que no supieron lo que representaba llevar la bandera roja.

Pero el manual que fue redactado por  profesores como Pedro Dellacha, Roberto Ferreira,  José “Pato” Pastoriza y Miguel Ángel Brindisi que encaminaron los grandes logros internacionales del club, fue sacado de baúl de los recuerdos por un director técnico que no venía de la rama del fútbol, pero que dentro de su mente, gracias a su papá, sabía de la escuela de los anteriores nombrados.

Ariel Holan fue el encargado de recuperar esa mística que estaba archivada. Desde sus inicios, que fue mirado de reojo por el uso de drones en los entrenamientos y por su trayectoria en el Hockey  -más que por lo que hizo en Defensa y Justicia- conocía el ADN de Independiente más que cualquiera y ese saber se los trasmitió a los jugadores desde el día que le inculcó saludar al público como lo hacían las viejas glorias.

La trasfusión de historia, fue acompañada de trabajo diario y eso le permitió construir un grupo que sabía lo que quería. De menor a mayor y aguantando críticas fue construyendo el camino al éxito y un equipo que demostraba partido tras partido que solamente quería llegar a la gloria.

A su vez, tuvo que soportar las amenazas de los barrabravas, pero su amor por la institución y su foco puesto en hacer historia, le jugaron a favor y sacó pecho para seguir adelante con su barco.

La idea de juego Holan que siempre pensaba en el arco rival, paciente para atacar, ofensivo por ambas bandas y alineado en todos los puestos de la cancha fue acompañado por jugadores que leyeron bien los pensamientos del entrenador. Porque tanto los más experimentados como: Campaña, Amorebieta, Tagliafico, Silva, Gigliotii, Erviti; los más jóvenes como Barco, Benitez, Franco, Meza y los que a veces le tocaba jugar, se esforzaron de igual manera para llevar adelante lo diagramado por el técnico.

La vuelta olímpica de ayer, en un nuevo torneo internacional para el club y en el estadio Maracaná donde la historia marca que es el mejor escenario para conseguir un logro, ya que había gritado campeón en la primera Copa Libertadores de  su historia en 1964 y en la Supercopa obtenida ante Flamengo en 1995, fue el broche final que le permitió a un equipo sensacional conseguir el título internacional número diecisiete para la institución.

Como en pocas situaciones, el fútbol hizo justicia e Independiente es un verdadero campeón con todas las letras. Gracias a un técnico que trabajó para que el club regrese a los primeros planos del fútbol mundial, recuperando una mística que había sido desdibujada en la memoria de los hinchas y que lo deposita a soñar nuevamente con el trofeo que más tiene en sus vitrinas, la Copa Libertadores.

Sin dudas, el Independiente de Holan marcó su propio capitulo en la historia del Rojo y halló un nuevo camino victorioso que le permite brindar al hincha gritando campeón.