¿Burro o mentiroso? Los bolazos de Milei sobre la universidad pública y el ascenso social
En un modus operandi ya habitual, el presidente falsea la realidad para acomodarla a su discurso. Los datos que muestran la potencia de la universidad pública como principal escalera para el ascenso de los sectores populares. ¿Miente o es un ignorante?
Javier Milei construyó uno de sus principales activos como figura pública a partir de una imagen de intelectual, de profesor, de experto en economía. La sociedad confió en él no sólo por su prédica anti sistema y anti casta, sino porque ese discurso provenía de una persona aparentemente formada, estudiosa, inteligente, no de un simple indignado con el orden de las cosas. A 10 meses del inicio de su Gobierno, y con el conflicto universitario como epicentro, cabe la pregunta sobre si Milei es realmente un ignorante o se dedica sistemáticamente a falsear datos de la realidad para acomodarlos a su relato, todo lo que él mismo siempre le criticó a la casta. ¿Burro o mentiroso?
Se sabe, la construcción de un relato, de un mito fundante al que se acomoden las acciones y la interpretación de la realidad, es un proceso ineludible y propio de todo movimiento político. Todos los Gobiernos recientes tuvieron el suyo, desde el kirchnerismo hasta el de macrismo, y el de La Libertad Avanza no es la excepción. La cuestión es cuán escindido de los datos de la realidad que pretende explicar se ubica cada relato. Milei deja día a día muestras de que la realidad no importa en su visión mesiánica, según la cuál las fuerzas del cielo lo trajeron para “liberar” a la sociedad argentina, como si fuera un Moisés del siglo XXI.
Que la pobreza está bajando, luego de que la hizo saltar más de 11% en seis meses; que las jubilaciones están volando en dólares, cuando representan un 30% del ajuste del gasto público; que la inflación hubiera sido del 17.000% o la pobreza del 95% de no haber sido por sus intervenciones. Los ejemplos de datos estrafalarios y totalmente ajenos a la realidad se acumulan cada vez que el Gobierno debe afrontar la difícil tarea de explicarle el desastre económico actual a la sociedad a la que le prometió bonanza y que no pagaría ningún ajuste. El caso del conflicto universitario va en el mismo sentido.
“En un país donde la gran mayoría de los niños son pobres y no saben leer, escribir ni realizar una operación matemática básica, el mito de la universidad gratuita se convierte en un subsidio de los pobres hacia los ricos, cuyos hijos son los únicos que llegan a la universidad con los recursos, la cultura y el tiempo común para poder estudiar”, tales fueron las polémicas palabras del fin de semana del presidente, que desataron una ola de críticas, protestas a lo largo y ancho del país, frente a las cuales Milei eligió responder de la única forma que sabe: redoblando la apuesta y con más falacias. “No quieren ser auditados porque están sucios”, insistió esta mañana ante una nueva ola de tomas de universidades, y agregó “están a favor de que (los recursos universitarios) se usen para robar en beneficio de determinados delincuentes de la política”. Todo de manual.
UNIVERSIDAD DE LOS TRABAJADORES, Y AL QUE NO LE GUSTA, SE JODE
Lo cierto es que Milei no tiene datos para sostener lo que dice. En general, y particularmente en el tema universitario. Más bien, los datos dicen todo lo contrario a lo que el libertario despotrica en atriles y medios de comunicación amigos.
La primera mentira o burrada de Milei a desmontar es que los pobres no llegan a la universidad y que se terminó el mito de los estudios superiores como clave del ascenso social. Si se toman los datos de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, al primer trimestre de este 2024, el 42,3% de los estudiantes universitarios se encuentran entre el decil 1 y 4 de la sociedad, es decir, los de ingresos bajos.
Según los datos del Indec, un total de 445.503 jóvenes de los sectores con más bajos ingresos del país cursan estudios universitarios. De ellos, el 91% va a universidades públicas. Y aunque proporcionalmente el decil 10 (el de más altos ingresos) es el que mayor porción de sus jóvenes tiene en la universidad, un 60,5%, no es correcto decir que los pobres subsidian a ese sector ya que sólo el 33,1% va a instituciones públicas.
Más aún, el porcentaje de jóvenes de los deciles más bajos que asisten a la universidad no es nada despreciable. En el decil 1, un 17% de los jóvenes cursan estudios en la universidad, el 91% en instituciones públicas. En el decil 2, el porcentaje total aumenta al 18,7%, del cual el 88% estudia en universidades públicas. En el decil 3, el 26,4% de los jóvenes van a la universidad, entre los cuales el 93% va a una pública. Y en el cuarto decil, del 30% del total de jóvenes que estudian, el 90% lo hace en una universidad pública.
A su vez, datos relevados por todo el sistema universitario a partir de las respuestas de los ingresantes en torno al nivel educativo de sus padres revela otro dato esclarecedor: el 68% de los jóvenes universitarios proviene de hogares donde sus madres y/o padres no completaron estudios superiores. Algo así como una reactualización de “mi hijo el doctor”, una frase enclavada en el ADN de la clase media argentina que remite al crecimiento de la población universitaria tras la gratuidad establecida durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón.
“¿PARA QUÉ MÁS UNIVERSIDADES SI LOS POBRES NO LLEGAN?”
El mito de la derecha argentina que hoy reactualiza Milei no es nuevo. Lo esgrimieron hace pocos años Mauricio Macri y María Eugenia Vidal para criticar la creación de universidades en el conurbano durante el kirchnerismo. Un estudio publicado por el Laboratorio de Políticas Educativas de la Universidad Nacional de Hurlingham deja en ridículo ese argumento absolutamente clasista, que esconde un desprecio por los sectores populares del país y un objetivo de impedir su acceso a los estudios superiores como una forma de ascenso social.
El estudio analiza la evolución del acceso universitario en jóvenes de entre 18 y 24 años de zonas urbanas del país en el período 1996-2003, en base a la EPH del Indec. Con un crecimiento en todos los sectores socioeconómicos en materia de acceso a la universidad en ese período, por lejos los sectores de más bajos ingresos fueron quienes más crecieron en cuanto a su población universitaria. “El porcentaje de jóvenes pertenecientes a los hogares de menores ingresos que asiste a la universidad prácticamente se triplicó en el periodo analizado, creciendo de apenas el 8,3% en 1996 al 21,2% en 2023 para el quintil más pobre y del 12,9% al 34% para el segundo quintil”, explica el informe, que contrasta esa evolución con la de los tres quintiles de mayores ingresos. Estos también crecieron, pero menos: en los hogares medios (quintil 3) la suba fue del 25,6% en 1996 al 37,2% en 2023; en el quintil 4 pasó del 37,2% al 43%; y en el quintil de mayores ingresos el incremento de universitarios en ese período fue del 49,4% al 52,7%.
En otras palabras, los sectores de más bajos ingresos del país crecieron en las últimas décadas proporcionalmente más que los sectores más ricos en términos de acceso al sistema universitario. El otro dato que refleja esa realidad es la proporción de estudiantes universitarios de los quintiles de menores ingresos sobre el total: “la participación en el sistema universitario de los jóvenes pertenecientes al 40% de las familias de menores ingresos se duplicó en el periodo analizado, pasando de representar el 18% de los estudiantes universitarios en 1996 al 42% en 2023”.
El informe desglosa el incremento del acceso a las universidades por cada quintil de la sociedad, y nuevamente se evidencia un crecimiento proporcionalmente superior en los sectores menos pudientes: “El crecimiento más pronunciado se observa entre los jóvenes que pertenecen a los hogares más pobres, cuya participación en el análisis punta a punta del periodo creció un 152%, trepando del 7,3% de quienes afirman cursar estudios universitarios al 18,4%. La proporción de estudiantes de familias pertenecientes al segundo quintil de menores ingresos, por su parte, también aumentó significativamente un 122%, subiendo del 10,6% al 23,5%. Mientras que la proporción de jóvenes de ingresos medios se mantuvo sin grandes cambios en torno al 20%, la participación de los estudiantes provenientes de familias de altos ingresos (quintil 4 y quintil 5), que en 1996 representaban algo más del 60% de los estudiantes universitarios declarados en la EPH, descendió al 37% en 2023 (20% y 17%, respectivamente)”.
El estudio destaca tres “olas” de incremento en el acceso a la universidad. El primero lo sitúa entre 1996 y 2000, para ocho universidades del conurbano (Lomas de Zamora, Luján, San Martín, La Matanza, Quilmes, Lanús, General Sarmiento y Tres de Febrero), que aumentaron su matrícula un 70% pasando de unos 54.000 estudiantes inscriptos a unos 92.000. Sin embargo, se resalta que la participación de los dos quintiles de menores ingresos se mantuvo constante en torno al 7% y al 12% respectivamente en esa población universitaria. La segunda ola, entre 2000 y 2005, fue menor. La matrícula aumentó un 18% pasando de 92.000 a 108.000 estudiantes, y mientras el quintil más pobre apenas creció del 7% al 8%, el segundo lo hizo del 12% al 14%.
“Entre 2007 y 2015 se crearon dieciocho Universidades Nacionales, ocho de ellas en el conurbano bonaerense: Arturo Jauretche (2009), Avellaneda (2009), José C. Paz (2009), Moreno (2009), Oeste (2009), Hurlingham (2015), Guillermo Brown (2015) y Scalabrini Ortiz (2015)”, destaca el informe, introduciendo lo que denomina como tercera ola de acceso al sistema universitario, sobre la cual resalta que “tanto la matrícula en general como la presencia de estudiantes pertenecientes a los quintiles de ingresos más bajos en particular, experimentaron un crecimiento excepcional”.
Los números hablan por sí solos: “Entre 2005 y 2023 la matrícula de las Universidades Nacionales del conurbano aumentó 239%, pasando de unos 108.000 a 367.000 estudiantes, a un promedio del 7,5% anual. La participación del quintil de menores ingresos se duplicó, pasando de 9% en 2005 a 18% en la actualidad, mientras que la del segundo quintil aumentó del 17% al 23%”.
MENTIRAS E IGNORANCIA
Burro o mentiroso, el presidente Javier Milei no podrá tapar esta realidad por más que siga vociferando argumentos fantasiosos en atriles de lujo, medios de comunicación obsecuentes que podrían discutirlo con estos números, o el territorio de la posverdad que representan las redes sociales. Lo concreto es que el Gobierno jamás imaginó que su ataque a las universidades generaría la respuesta de la sociedad que está generando: cientos de tomas y movilizaciones a lo largo y ancho del país, que crecen en número e intensidad, cruzando prácticamente a todos los sectores sociales y comenzando a articularse con otros reclamos como los de los trabajadores o los jubilados.
La reacción del presidente de insistir en su discurso falaz y sin argumentos habla de su incapacidad para interpretar la realidad y darle cauce a los conflictos sociales de su plan de ajuste interminable, insensible, ineficaz e improvisado. Su tozudez y su soberbia lo revelan como un falso intelectual, sin capacidad para responder con inteligencia cuando el mundo no se ajusta a lo que él piensa y pretende. No extraña el hecho de que no haya pasado por la educación pública universitaria, que sin dudas le hubiera dado más herramientas de las que posee, ni que haya plagiado libros y discursos, ni que haya mentido sobre un título de Doctor de la UBA que no tiene.
El “experto en crecimiento con o sin dinero” se hace llamar Doctor gracias a un doctorado Honoris Causa (es decir, para el cual no cursó ni estudió nada), que le entregó en plena campaña 2023 la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas fundada por Alberto Benegas Lynch, a quien Milei llama “el máximo prócer de las ideas de la libertad de Argentina”. Tan flojo de papeles en sus títulos como en sus argumentos, el economista que aumentó en tiempo y niveles récord la pobreza y que sume la economía argentina en una recesión brutal, sigue demostrando que prefiere gritar su verdad en televisión que aceptar la realidad. Bruto o mentiroso, millones de argentinos y toda la comunidad académica y científica lo dejan cada vez más expuesto, como muchas veces lo hicieron a lo largo de la historia argentina estudiantes, docentes y trabajadores con aquellos que quisieron robarles sus sueños de progreso. Bien haría el falso doctor en estudiar en serio la historia del país que desprecia, porque ahora sí que despertó a un gigante dormido que no se doblega fácilmente ante sus bravuconadas.