¿Están ganando la batalla cultural?
Pese a los esfuerzos del oficialismo, los argentinos siguen ponderando un Estado que garantice la igualdad de oportunidades entre los ciudadanos y rechazan el culto a los multimillonarios que impulsan los libertarios.
Javier Milei llegó con una premisa fundamental a la Casa Rosada. Su obsesión con una transformación económica radical de la Argentina tiene un trasfondo más profundo, que el oficialismo llama “batalla cultural” y que responde esencialmente a una directriz que todas las nuevas ultraderechas siguen en el mundo. El ataque al Estado en pos de un liberalismo extremo es sólo un vértice de una estructura conceptual que también implica la preponderancia del individualismo, el culto al éxito económico y a los multimillonarios como ejemplos sociales, y el combate a toda idea de igualdad, derechos, agendas de género, etc.
El presidente llevó esa cruzada, que mantiene fronteras adentro con un mega aparato comunicacional oficial y para oficial, al último Foro de Davos. Las respuestas que generó en la sociedad argentina su escandaloso e infundado discurso en Suiza volvieron a poner sobre la mesa a la batalla cultural como uno de los ejes centrales de estos tiempos, junto a la cuestión económica. Frente a las permanentes manifestaciones exitistas del universo libertario en cuanto a sus avances en esa cruzada ideológica, surge una pregunta fundamental: ¿Están ganando la batalla cultural?
Un estudio reciente de la consultora Zuban Córdoba permite algunas aproximaciones a una respuesta, evidentemente parcial en una disputa que está abierta, recién comienza y dependerá en buena medida de los resultados materiales que el Gobierno pueda ofrecer. Por ahora, en la idiosincrasia argentina parecen seguir muy instalados los pilares de una sociedad con movilidad ascendente y apalancada mucho más por el Estado que por la meritocracia individual.
La consultora preguntó a unos 2400 argentinos si en la Argentina de hoy el Estado debería garantizar la igualdad de oportunidades entre los ciudadanos o si no debería intervenir en la “libre competencia”. El resultado fue contundente: un 67,8% de los consultados se inclinó por un Estado garante de la igualdad de oportunidades contra un 29,2% que optó por la libre competencia. No es menor ese casi 30%, coincidente con el caudal de votos que Milei recibió en las PASO 2023, cuando todas las opciones electorales estaban sobre la mesa, pero aún no llega a ser ni la mitad de quienes siguen ponderando la necesidad de un Estado que regule la vida social y lo haga en pos de la igualdad.
Desglosado, ese dato general arroja otros vértices para profundizar la respuesta. El porcentaje de apoyo a la libre competencia crece entre los hombres, pero sólo hasta un 36,4%, mientras que la igualdad de oportunidad vuelve a ganar en ese segmento con un 61,1%. También entre los jóvenes de 16 a 30 años, que en un 41,6% se inclinaron por la libre competencia pero en 53,5% lo hicieron por un Estado garante de la igualdad.
Esto permite discutir esa idea instalada de que el oficialismo tiene una base inexpugnable de sustentación en los hombres y particularmente en los hombres jóvenes. Haciendo otro doble click, esa fisura se agranda aún más: el 43,1% de los votantes de Milei en primera vuelta optaron por un Estado que garantice la igualdad de oportunidades. Dicho de otra manera, casi la mitad del voto duro de Milei no acuerda con uno de los pilares centrales de la batalla cultural libertaria, según los resultados del estudio de Zuban Córdoba.
Identificando en la empatía y la admiración que el oficialismo pretende instalar en la sociedad para con los ricos y multimillonarios, la consultora indagó las opiniones de sus encuestados en torno a esa cuestión. Sólo un 32,1% de la muestra opinó que los multimillonarios deberían pagar los mismos impuestos que el resto, mientras que un abrumador 66,6% expresó que deberían pagar más. En la misma línea, el 52% de los encuestados consideró que los multimillonarios son el sector de la sociedad que más se beneficia de los recursos del Estado. La verdadera casta.
Por otro lado, la percepción sobre la desigualdad en la Argentina es altísima. Un 66,5% de la muestra opinó que la distancia entre los ricos y los pobres en el país es muy alta, y otro 20% dijo que es alta. Los que consideran que no hay desigualdad, que es baja o muy baja apenas sumaron un 3%. Y la principal causa de esta desigualdad, entre una serie propuesta por la encuestadora, fue la influencia de ricos y multimillonarios sobre el Estado, señalada por el 32,7%.
Las opiniones aparecieron un poco más repartidas cuando la consulta apuntó a la imagen de algunos multimillonarios enaltecidos por el oficialismo. Al que mejor le fue en la apreciación de los argentinos es a Bill Gates, que tuvo un 61,4% de imagen positiva contra un 30,2% de negativa. Lo siguió el dueño de Meta, Mark Zuckerberg, que también tuvo un diferencial positivo entre su 47,8% de imagen positiva y el 41,5% de negativa.
Por su parte, los dos amores platónicos de Milei quedaron en rojo. Elon Musk cosechó un 44,3% de aprobación contra un 49% de imagen negativa, y Donald Trump fue rechazado por el 52,4% contra el 43,6% que expresó tener una buena imagen suya.
La batalla cultural está abierta y sentidos sociales que se creían totalmente establecidos están en disputa. De eso no hay duda alguna. Pero escribir sobre piedra que la sociedad argentina cambió muchos de sus pilares estructurales para volcarse a una nueva visión del mundo y las relaciones humanas, como pretende instalar el oficialismo libertario, parece más el intento de subirse a una moda circunstancial que un análisis serio y profundo del momento de incertidumbres que atraviesa el país.
La derecha sigue persiguiendo su eterno sueño mojado de formatear a la sociedad a su gusto y medida para que acepte acríticamente todas sus imposiciones. Pero toda una historia cargada de luchas y conquistas sociales, que llevaron a la Argentina a ser el país más igualitario de América Latina y faro en el mundo en materia de derechos humanos, aún resiste en esa cultura nacional que Milei y los suyos pretenden arrasar.