Flanqueado por críticas a sus funcionarios, cuestionamientos al programa de Gobierno y polémicas que envuelven a sus principales figuras, el presidente Javier Milei comienza a ver escurrirse entre sus dedos el poder político que había logrado cosechar, entre acuerdos con la repudiada “casta”, a fines de 2023. Así lo muestra un reciente relevamiento privado que señala que la confianza en la administración libertaria cayó un 4% en julio y redondeó el peor comienzo en la última década en materia de credibilidad.

El estudio fue realizado por la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, una investigación sobre opinión pública a nivel nacional que mide a los dirigentes y a las gestiones en una escala del 0 al 5 a partir de un Índice de Confianza en el Gobierno (ICG). Tras seis meses en el poder, el ICG de Milei fue de 2,37 en julio. La cifra implica un derrumbe de 3,7% con respecto al registro del mes previo e incluye una diferencia positiva únicamente en uno de sus cinco componentes.

Es que el detalle explica que solo la “Capacidad para resolver los problemas del país” creció en su ponderación pública (+2,2%); mientras que frente a ello descendieron marcadamente la “Evaluación general del Gobierno” (-3,1%), la “Preocupación por el interés general” (-3,5%), la “Eficiencia en la administración del gasto público" (-4,7%), y, especialmente, la “Honestidad de los funcionarios”, que cayó un abismal 8,9% entre las controversias que rodearon a numerosos dirigentes de La Libertad Avanza en el último mes.

No obstante, la principal alarma para la administración libertaria aparece en la comparación histórica: en la última década, Milei ha sido el presidente con peor imagen en sus primeros seis meses de mandato, con un nivel de confianza pública un 6,2% menor al de Alberto Fernández en julio de 2020 y un 12,3% inferior al de Mauricio Macri en el mismo mes de 2016. Recientes escándalos como la docena de viajes al exterior que ha hecho el mandatario desde que asumió, las internas que lo enfrentan con la vice Victoria Villarruel o el desplazamiento de numerosos funcionarios erosionan la imagen de un Gobierno evidentemente resistido.