Seis meses de Milei: Pobreza por inflación, sacrificios de las mayorías y rumbo incierto sin tiempo para esperar
Se cumple medio año del Gobierno libertario y la balanza de resultados se inclina con fuerza hacia el debe. La desaceleración inflacionaria apenas llega a los niveles del UP, mientras la pobreza y la indigencia explotaron y la actividad se desploma. En un estudio en el AMBA, caer en la pobreza es la principal preocupación por primera vez en décadas y el 48% dice no tener tiempo para esperar.
Momentos decisivos son los que atraviesa por estas horas el Gobierno de Javier Milei. En una semana clave, en la que se tratará la Ley Bases en el Senado y Milei volverá a salir del país, marcando un récord de sellos en el pasaporte para un presidente en su primer semestre de gestión, el primer hito en la agenda es el cumplimiento de los primeros seis meses de Gobierno con un balance contradictorio en sus resultados que da lugar a diferentes análisis.
El Gobierno ya festeja por anticipado un IPC de mayo que el Indec publicará el jueves y estaría por debajo de los 5 puntos. La barrera de una inflación del 5% mensual fue superada en 20 de los 48 meses del gobierno anterior. El dato permite diferentes lecturas. La primera y más coyuntural, es que esos meses de alta inflación del FdT/UP se concentraron entre 2022 y 2023, por lo que la baja marca un cambio con respecto al pasado más inmediato que tiene un impacto lógico. Hilando un poco más fino, el nivel inflacionario continúa siendo altísimo, viene bajando de un pico desmesurado al que lo llevaron las decisiones político-económicas de la nueva administración, y aún está cómodo por encima del promedio del FdT/UP.
Al debate en torno a la inflación hay que agregarle dos aspectos articulados entre sí: la sostenibilidad de la baja y el repunte que se pronostica para junio. Básicamente, el Gobierno logró un descenso desde el Aconcagua al que subió el IPC mensual en diciembre vía contracción de la actividad económica, atraso de tarifas y suspensión del pago de obligaciones. El recorte de los fondos transferidos a las provincias, el retraso en los pagos de deudas con importadores que empieza a acumular una bola de nieve, las tarifas que recién empiezan a liberarse y un dólar que el sector agroexportador pretende apreciar en un 100%, llevándolo a los $2.000, siembran dudas en torno a cuánto se sostendrá el escenario a la baja de la inflación.
La consultora Eco Go, que mide la variación semanal del precio de alimentos, alertó por una fuerte suba del 1,2% al 1,8% en la última semana de mayo, lo cual resultó en el primer rebote de ese ítem que desde diciembre venía a la baja: de 34% a 19,7% en enero, a 13,9% en febrero, a 10,7% en marzo, a 5,6%, y vuelta a subir al 6,1% en mayo. Lo aumentos tarifarios que llegaron en junio a comercios e industrias inducen a pensar que el rebote es más una tendencia que un hecho aislado.
La suba de los precios, y particularmente el de los alimentos, impacta de lleno en el principal problema que hoy por hoy afecta a la sociedad argentina: el aumento de la pobreza. El resultado de la disparada inflacionaria, producida por las decisiones políticas y la desregulación económica del oficialismo, significó un aumento de la pobreza y de la indigencia prácticamente inéditos para un período tan corto de tiempo, solamente comparable al estallido del 2001 o la hiperinflación de 1989.
Entre el último año del gobierno de Raúl Alfonsín y el primero de Carlos Menem, los datos oficiales marcaron una suba de 18 puntos de una pobreza que pasó del 28% al 46%, en los grandes conglomerados urbanos. El peor momento registrado en este indicador fue entre el estallido de diciembre del 2001 y el 2002, cuando según una medición de la Universidad de La Plata que unificó las distintas metodologías de registro de las últimas décadas, se pasó de un 45,3% en octubre del 2001 a un 65,5% en octubre del 2002.
Durante el kirchnerimo, la metodología de registro marcó un 29,8% para finales del 2015. Con la llegada de Macri la serie se interrumpió por un semestre y se cambiaron las metodologías de medición, que llevaron a un indicador del 35,2% tras los 4 años de Cambiemos en diciembre del 2019. Para el FdT, el Indec marcó una suba hasta el 41,7% en el segundo semestre del 2023, y la Universidad Católica Argentina, que registró un 45% de pobreza en el primer trimestre del 2020, cerró su medición con un 44,7% para fines del año pasado.
En ausencia aún de datos oficiales, esa medición de la UCA es el punto de partida para evaluar los primeros meses de Milei. El Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA publicó recientemente un informe en el que se establece que en el primer trimestre del 2024 la pobreza pasó del 44,7% al 55,5%, un salto brutal de casi 11 puntos en 90 días. El dato es más estremecedor si se mira la indigencia, es decir, las personas que no tienen asegurada la asistencia alimentaria mínima. Del 9,6% a fines del 2023, la indigencia casi se duplicó en el primer trimestre del 2024, trepando al 17,5% según la UCA. Se trata de unos 25 millones de personas sumidas en la pobreza y casi 8 millones en la indigencia.
Este panorama desolador, que aún se sigue profundizando sin perspectivas claras de recuperación, es el costo que el Gobierno elige pagar por la “desaceleración” inflacionaria previamente analizada. La recesión económica, con caídas en los niveles de actividad en todos los sectores industriales y un preocupante aumento de los despidos y el desempleo, se combina con la suspensión de la entrega de alimentos a comedores populares y escolares agravando una situación ya de por sí crítica. Y esto, de apoco, comienza a cambiar las percepciones de la ciudadanía.
Un estudio reciente estudio de la consultora Articulat, reflejó un dato alarmante: en una muestra de 1000 casos presenciales, la metodología más fidedigna a la hora de relevar un estado de situación, arrojó que para la población del AMBA la principal preocupación ya no es la inflación sino la pobreza. El 27,5% de los encuestados se inclinó por esa problemática como el principal problema del país, un 24,4% opinó optó por la inflación, un 17,6% por la inseguridad y un 15,8% por la desocupación.
Desde la consultora explicaron que alrededor de un 67% de las preocupaciones siguen siendo económicas, agrupando la pobreza, la inflación y el desempleo, pero que por primera vez en mucho tiempo es la pobreza la que encabeza la lista. “Medimos desde el 2012 y desde ese momento hasta ahora nunca tuvimos al tope de las preocupaciones otra cosa que no fuera inflación o inseguridad. Esto de que la pobreza sea la principal preocupación es tristísimo. Impacta como en su momento lo que se llamó la “sensación de inseguridad”, la preocupación no es necesariamente estar viviendo la pobreza, que muchas personas sí la están viviendo, sino caer en la pobreza para quienes están bordeando esa situación”, explicó a Diagonales Lucas Seoane, Director de Articulat.
El estudio arrojó otros elementos que componen el cuadro complejo en el que se mueve el Gobierno a seis meses de su asunción. Ante la consulta sobre cómo cree que estará su situación personal y familiar durante lo que queda del año, el 50,5% respondió que estará igual, sólo un 25,5% dijo que estará mejor y el 18,8% consideró que estará peor. “Vos preguntabas a principio de año, y mucho de ese porcentaje que hoy te responde que estará igual te decía que iba a estar mejor. ¿Qué significa que va a estar igual que ahora?, que va a estar igual de mal que ahora”, resume Seoane.
Desde allí puede explicarse lo que empieza a parecer un cambio en las expectativas de la sociedad, cuyas urgencias van a contramano de los pedidos de fue cuasi religiosa con los que el oficialismo plantea a las mayorías que se sigan sacrificando y aguantando en pos de la Argentina potencia hacia la cual se está transitando. En el estudio de Articulat, consultados sobre cuánto tiempo están dispuestos a esperar al Gobierno para ver mejoras, el 48,3% respondió que no está dispuesto o no puede esperar. Sumado al 12% que se inclinó por esperar entre 1 y 3 meses, totaliza un 60% que enciende alarmas sobre el fino equilibrio en el que transita la situación actual.
El Gobierno no deja de tener una aprobación alta, del 47,9% frente al 52,1% que rechaza la gestión, y un núcleo que sigue dispuesto a aguantar: 19% entre 3 y 6 meses, y 12,4% entre 6 y 12 meses. Sin embargo, la tendencia es decreciente. “Está bajando la imagen de la gestión, están bajando las expectativas, yo no sé si es un punto de inflexión necesariamente, pero es un cambio para estar atentos. Esto está empeorando, pero no depende de la oposición sino del Gobierno”, sintetiza el Director de Articulat, resaltando que la pelota sigue en la cancha del oficialismo gracias a lo que fue el fracaso de las anteriores experiencias de gobierno.
Justamente eso también queda expresado en la encuesta, cuando el 42,1% de los consultados responsabilizó al gobierno de Fernández y Massa por la situación económica actual, un 28,3% se inclinó por culpar a Milei y el 23,8% opinó que ambos son responsables. La pregunta abierta allí es cuánto margen tiene el oficialismo para seguir exprimiendo esa percepción sin dar resultados económicos concretos.
Otro dato pega en la línea de flotación del discurso oficialista en ese sentido surge de la consulta de Articulat sobre quién está pagando el ajuste. El 37,1% respondió que las clases bajas y el 24,4% la clase media. Sumadas, totalizan el mismo 60% que manifestó no tener tiempo para esperar o dar como mucho 3 meses a la nueva gestión para empezar a ver los frutos del sacrificio que en campaña se prometía sólo para la casta y hoy pagan las mayorías. Justamente, sólo un 18,4% respondió que el ajuste se está pagando entre todos y apenas un 13,6% que lo está pagando la casta política.
“Para que esto cambie la gente tiene que ver una mejora palpable en su bolsillo. Por lo que estamos viendo con los aumentos de tarifas, cierto repunte inflacionario, eso va a ser muy difícil de acá a fin de año”, analizó Seoane ante Diagonales, y agregó en base al apoyo del núcleo que sostiene al oficialismo, mayoritariamente compuesto de jóvenes: “Muchos de esos jóvenes, que desde que nacieron o votan por primera vez nunca vieron un país equilibrado, todavía no están viendo un despido a su padre, madre, tío, amiga, etc. Cuando eso suceda la percepción puede empezar a cambiar. Todos ven que el ajuste es el otro, pero cuando te toca a vos es otra cosa”.
Se cumplen seis meses de la asunción de Milei y los resultados de su gestión están a la vista de todos. EL oficialismo intentará tener una victoria política esta semana con la sanción de la Ley Bases y el RIGI, y ya comenzó los festejos por el IPC de mayo y una supuesta recuperación de los salarios que, en palabras de la Oficina del Presidente, están duplicando el alza de los precios. Todo ese relato se da tras varias semanas consecutivas en las que el Gobierno no solo no pudo marcar agenda, sino que se vio sobrepasado por la realidad de sus propios déficits políticos y de gestión.
En estos días la moneda está en el aire, y el Gobierno puede lograr un respiro importante y retomar la ofensiva política, o puede profundizarse su crisis hasta pisos aún desconocidos. Lo que seguro no cambiará es la situación de millones de argentinos, que de preocuparse por los aumentos de precios que limitaban su poder de compra o le desestructuraban la cotidianidad, ahora se preocupan por perder el empleo o caer en la pobreza. Un escenario que, en el mejor de los casos, tomara mucho tiempo revertir, y para lo cual Javier Milei deberá contar con una fe casi religiosa por parte de la ciudadanía, que deberá seguir confiando incluso cuando los resultados materiales no lleguen. El “mesías” está puesto a prueba y el tiempo apremia.