El trabajo es pensado en nuestra sociedad como el principal ordenador social. Incluso los sectores que sistemáticamente implementan políticas que tienden a la fragmentación y la destrucción del mundo del trabajo cuando les toca gobernar, se anclan en la idea de que es sólo a partir del trabajo como un país y una sociedad puede salir adelante. Lo que muchas veces se esconde y se oculta en esos discursos es que, como todo aspecto de la vida social, no todos los individuos cuentan con las mismas herramientas para poder desarrollarse en el mundo laboral. Y allí entra, una vez más, la centralidad del Estado como generador e igualador de oportunidades para toda una población.

En un tiempo histórico que será recordado por una brutal, insensible e irracional destrucción del entramado productivo y del trabajo en el país, Diagonales se lanzó al desafío de registrar el drama de los despidos en primera persona, poniéndole nombres y rostros a los números fríos de las estadísticas. A la vez, poder dar cuenta desde esas historias de las políticas públicas y los derechos ciudadanos que van quedando en el camino con los trabajadores y trabajadoras que son echados de sus funciones por el Gobierno nacional, en su declarada intención de reducir el Estado a su mínima expresión.

En esta nueva entrega de la serie “A mí también me echó Milei”, el caso de Fernando García, ex empleado del Ministerio de Trabajo, donde se desempeñó durante 20 años en el campo de la formación profesional y laboral, buscando que los trabajadores argentinos pudieran mejorar sus condiciones de empleo y de vida a partir de las herramientas que el Estado les ayudase a construir. A sus 70 años de edad, Fernando mantiene intacta su pasión por área a la que le dedicó toda una vida y en la que sintió “una revancha” de sus tiempos como jefe de personal en empresas privadas, donde le tocó a él mismo ser quien comunicara a otros que se quedaban sin empleo. Dos décadas después de iniciar ese camino, 50 años después de comenzar su vida laboral y profesional, Fernando quedó del otro lado del mostrador, como tantos y tantas otras, producto de la motosierra insensible e irracional que Milei esgrime como bandera de un cambio social que, en los hechos, solo muestra tristes retrocesos.

EL CASO DE FERNANDO GARCÍA, EX EMPLEADO DEL MINISTERIO DE TRABAJO, DONDE SE DESEMPEÑÓ DURANTE 20 AÑOS EN EL CAMPO DE FORMACIÓN PROFESIONAL Y LABORAL. 

LA REVANCHA

En 1974, Fernando García comenzó a trabajar en una empresa minera. Su formación como Licenciado en Relaciones del Trabajo lo llevó a trabajar durante tres décadas en el sector privado, pasando también por empresas químicas y textiles. Siempre en el área de recursos humanos, ocupó distintos cargos hasta llegar a ser jefe de personal de una textil que tenía plantas en San Justo, La Rioja y San Juan. A principios de los 2000, en plena crisis del país, su posición lo obligó a hacerse cargo de situaciones que marcarían un quiebre en su vida.

“Me tocó una de las peores épocas porque tuve que hacerme cargo de los despidos  para cerrar la planta de San Justo y La Rioja, y también San Juan”, recuerda de aquel tiempo de crisis, en el que políticas que hoy se repiten como tragedia destruían el entramado productivo nacional y dejaban a buena parte de la población a la deriva. “Fue un momento feísimo, uno no está preparado para eso pero me tuve que hacer cargo. Tuve que enfrentar persona por persona, quería hablar con cada uno porque me daba vergüenza mandar simplemente un telegrama. Y todo eso me llevó a un replanteo de mi profesión porque no era lo que yo quería hacer, para lo que me había formado y lo que quería para mi país”, le cuenta a Diagonales.

Fernando se fue de ese trabajo y estuvo casi un año desempleado. Pudo sortear ese momento a partir de indemnizaciones que había recibido por ser él mismo un despedido, pero su búsqueda lo llevó subirse al barco de una nueva Argentina que nacía tras el estallido de la crisis. En el 2003, ya con Néstor Kirchner como presidente y Carlos Tomada al frente del Ministerio de Trabajo, Fernando recaló allí y comenzó a construir una historia de dos décadas ligada a la formación profesional y laboral de trabajadores y trabajadoras del país. “En ese momento resolví algo muy importante para mí, que era trabajar para la gente, colaborar y poner toda mi fuerza de trabajo para que la administración pública a que sea efectiva en ayudar a la gente a formarse”, relata.

“EL GOBIERNO DE NÉSTOR KIRCHNER COMENZÓ A INVERTIR MUCHO EN FORMACIÓN Y SE FUE FORTALECIENDO TODO ESE CAMPO”. 

En aquel entonces el objetivo de las políticas que empezaron a desplegarse en materia de formación laboral y profesional apuntaban a capacitar a personas que percibían el plan Argentina Trabaja, en un esfuerzo interministerial entre las carteras de Trabajo y Desarrollo Social. “El gobierno comenzó a invertir mucho en formación y se fue fortaleciendo todo ese campo. Estaba todo por hacerse, no había una formalidad concreta. Tuvimos que aprender nosotros dónde estaba la demanda, cuáles eran las características de la desocupación y la necesidad del empleo; cuál era el sector de crecimiento económico y cuál iba a ser la demanda. Había un estudio muy profundo de esa situación para capacitar trabajadores frente a todo un empresariado que decía que no había mano de obra capacitada en el país”, recuerda Fernando.

El programa de formación incluyó cursos a lo largo y ancho del país, con el objetivo de capacitar a miles y miles de argentinos que habían sido descartados del sistema en la década neoliberal y que empezaban a reconstruir su situación personal en una Argentina que les brindaba herramientas y oportunidades. “Nuestro punto era capacitar en tareas básicas y mejorarle la capacitación a quienes ya tenían una base para que pudieran conseguir un empleo y un ingreso mejor. Hicimos millones de cursos, fue un éxito total, crecieron todos los sectores, fuimos una bandera de muchos sectores que venían atrás. Hicimos mucho como profesionales en construir el modo de llegar a la gente para que pudiera incorporarse mejor al sistema laboral”, describe García.

Más adelante en el tiempo, ya bajo la presidencia de CFK, Fernando pasó a desempeñarse dentro del Programa Ellas Hacen, una recordada política pública del kirchnerismo con la que se capacitó a miles de mujeres en todo el país para acompañarlas en su inclusión al mundo laboral. Siempre enfocado en el impacto de su trabajo en las personas, Fernando recuerda aquellos años: “el Ministerio me dio una posibilidad de saldar algo para mí, hacer algo que era positivo la gente y no para los empresarios para los que yo trabajaba antes en el sector privado, donde la riqueza que yo generaba era para ellos y no para un fin más humano para el que yo estudié e hice toda mi carrera pensando en la gente. Ese fue el cambio y la revancha que se me dio frente al momento en que tuve que enfrentar a la gente que se quedaba sin trabajo”.

DE LA PERSONA A LA BUROCRACIA

Apasionado del campo en el que desarrolló toda una vida laboral, y con la claridad de que el motivo de los esfuerzos debía estar siempre enfocado en generar mejores condiciones para que cada argentino y argentina tuviera mejores posibilidades en el mundo del trabajo, Fernando rememora cómo ese pilar conceptual que orientó las políticas públicas del sector durante tantos años empezó a desvirtuarse con la llegada del macrismo. “Entró en debacle de todo lo que era la formación en sí, se convirtió en darle guita a las empresas para que hagan su propia capacitación, si bien  seguíamos haciendo algo de formación lo cierto es que no destinaban recursos reales para eso”, cuenta y agrega sintetizando esos años: “Había una mirada diferente de lo que significaba la formación, nosotros veíamos a la gente y ellos veían a las empresas”.

Fernando fue destinado “a una isla en un piso del Ministerio” donde quedó “olvidado y haciendo poco porque era poco lo que nos pedían y los recursos que nos daban”. Su descripción de ese cambio pasa por la “degradación del corazón de la formación, que es la dirección de formación profesional. Lo que hicieron fue perder las prioridades de la capacitación, que era la persona, el individuo queda de lado y aparece toda la burocracia administrativa, aparece GEDO, y todo eso. Ahí se instaló que la formación profesional es una cuestión administrativa y se perdió de vista a la persona. Eso a mí me frustró terriblemente”.

Ya en el gobierno del Frente de Todos, Fernando recuerda que esa lógica no logró revertirse. “Prefiero pensar que hubo falta de claridad para entender el objetivo central que hay detrás de la formación, porque se olvidaron de la gente”, describe. Contrasta a su vez con la época dorada del kirchnerismo: “Tomada tenía un leit motiv, que siempre las políticas estaban enfocadas en el centro que era la persona, la mirada estaba puesta en la gente, no en los hechos administrativos o los logros de hacer un programa nuevo, sacarse una foto, etc., sino en hacerle llegar la formación a la gente y que tuviera nuevas herramientas de sustento. En esos momentos dotamos a mucha gente de una herramienta como la capacitación, y eso es lo que se perdió”.

A mí también me echó Milei (VII): “Sentí que mi carrera estaba terminada”

En una descripción que hace total sentido con los últimos años de permanente pérdida del poder adquisitivo del salario, Fernando explica el impacto de las políticas públicas en las que trabajó durante dos décadas: “Vos cuando conseguís un trabajo podés estar nada, algo o muy capacitado, y dependiendo de eso te meten a hacer cualquier tarea y en vez de pagarte un sueldo justo te pagan dos mangos con cincuenta. El objetivo que nosotros conseguimos fue que la gente que entraba a trabajar sabía perfectamente qué tenía que hacer, y entonces podía acceder a categorías que el empleador estaba obligado a pagarle mejor”.

EMPOBRECIMIENTO SOCIAL PLANIFICADO

“Era esperable por mi edad, pero yo quería seguir trabajando porque me encanta, me obsesiona el tema de la formación, luché hasta último momento para poder cambiar la mentalidad de que un hecho administrativo no generaba formación, lo único que generaba era más burocracia”, comienza Fernando el relato sobre el momento en que finalmente confirmó lo que tantos otros trabajadores en estos meses, que perdía su puesto de trabajo. Su turno llegó, como el de tantos, en la previa del feriado de Semana Santa.

“Fue un momento traumático, una hijaputez terrible. Que iban a mandar telegrama, que no mandaban telegrama,  había una tensión y una falta de respeto enorme a toda la gente que trabaja. Dijeron que habían mandado la información por mail, yo vi el mío y dije chau, me voy, era algo esperado e inesperado a la vez, preparado y no preparado, porque eso no lo podés medir”, cuenta hoy, ya a unos meses de aquel momento. Como en muchos otros casos y en otras áreas del Estado, el Gobierno nacional designó a un responsable para decidir los despidos en el ex Ministerio de Trabajo y no le dio la cara a los despedidos, remitiéndose a frías comunicaciones por mail o sistema de gestión de que ya no formaban parte de la planta, cuando no directamente no renovar contratos sin siquiera avisar a los afectados.

“FUE UN MOMENTO TRAUMÁTICO, UNA HIJAPUTEZ TERRIBLE”.

Fernando cuenta que “no es que sentía miedo, yo ya había pasado por situaciones de despidos en empresas privadas, y tenía una cierta cobertura. Fue una cosa medio rara, porque yo decía ´no me puedo quejar´, tengo ahorros que me permiten poder mantener mi situación unos meses, y ahí empiezo  a tramitar mi jubilación, que me permitiría tener algún ingreso y poder buscarme algo más. Pero yo tengo una soga y veía a muchos que no. Fui a una reunión que tuvimos entre despedidos, y veía a la gente, no me olvido más de una chica que decía 'se me acaba la plata a fin de mes y estoy con mi mamá y mi hija y no sé dónde voy a ir a parar´.

En el ex Ministerio de Trabajo, tal como en otras áreas del Estado, desde el triunfo mismo de Milei muchos trabajadores comenzaron a sentir de cerca la posibilidad de perder el empleo. La angustia se prolonga hasta hoy entre quienes tuvieron la suerte de quedar adentro, porque cualquier razonamiento lógico lleva a pensar que tarde o temprano la reducción del Estado puede llegar hasta cualquiera. “Al principio no tenía muy claro si me iban a tocar o no, decían que formación iba a ser un lugar muy importante para esta administración, decían que iban a echar más en trabajo, en inspecciones, control empresarial. Pero después, analizándolo, me pareció súper claro. ¿Para qué van a querer formación si quieren bajar los sueldos y la calidad de trabajo de la gente? Cuantas menos oportunidades y herramientas de formación tengan mejor, porque los manipulan como se les canta y hacen cualquier desastre”, sentencia Fernando en un razonamiento que podría aplicar casi a cualquier sector de la administración pública nacional.

A mí también me echó Milei (VII): “Sentí que mi carrera estaba terminada”

Diagonales se anima a una pregunta incómoda: ¿cómo se siente, tras haber pasado mucho tiempo atrás por la situación de tener que comunicar despidos, luego de dos décadas de dedicación a la formación profesional para fortalecer las posibilidades laborales de la población, encontrarse hoy, con 70 años de edad, cerrando el círculo del otro lado del mostrador, despedido por una gestión nacional que encarna lo peor de aquella Argentina neoliberal en materia de destrucción del aparato productivo y el empleo?. La respuesta de Fernando no necesita mayores aclaraciones.

“SENTÍ QUE MI CARRERA ESTABA TERMINADA”.

“Es difícil, tampoco me quise enganchar con eso porque es doloroso ver los pasos atrás que después cuesta revertir. Lo que yo sentí es que mi carrera estaba terminada, decir ´hice todo lo que pude´, y la frustración con lo que no pude terminar de hacer, frustración en ver tanta gente que no entiende que nuestra vida tiene un carácter social, no puede ser sólo individual, no podemos enriquecernos con el aplastamiento de la las cabezas de la gente, un sálvese quien pueda, eso no es lo que pretendo para mi sociedad y para mis hijos, yo les enseño otra cosa”, remata.

CUIDAR EL ESTADO, CENTRARSE EN LAS PERSONAS

“No quisiera que esto quede solo en una historia individual, lo más importante es el mensaje”, repite Fernando a Diagonales enfatizando lo que pretende resaltar. Tras una vida consignada al mundo del trabajo como clave de la inclusión y el equilibrio social, hoy vislumbra riesgos peligrosos para el futuro del país. “Lo peor de este momento es el hecho de que el Estado neutralice sus servicios, que pase inadvertido, que se burocratice. Hay que tener claro cuál es la política y qué están generando estos tipos, más allá de los despidos,  qué pasa con los objetivos del Estado específicamente, que fue creado para cuidar los intereses de los que menos tienen, para que no venga ningún exacerbado a hacer lo que quiera, que la ley se cumpla a fin de que no haya injusticias sociales como las que se están generando ahora”, afirma.

En ese sentido, Fernando lamenta la “resignación” que observó entre muchos de los que perdieron su trabajo en estos tiempos, y alerta sobre los “enfrentamientos tristes que se generarán en la sociedad sino frenamos la miseria que está generando este Gobierno”. La herramienta a defender y a partir de la cual poder pensar otros escenarios posibles es, desde su mirada, únicamente el Estado.

“LO PEOR DE ESTE MOMENTO ES EL HECHO DE QUE EL ESTADO NEUTRALICE SUS SERVICIOS, QUE PASE INADVERTIDO, QUE SE BUROCRATICE”. 

En términos personales, a su edad Fernando siente que “va finalizando un período de mi vida y eso te camina el cerebro, aunque uno está  acá para seguirla peleando hasta último momento”, y vuelve a insistir rápidamente: “lo que quiero transmitir es la importancia del otro siempre. El objetivo no es el capital, es que cada uno tenga un hogar, cada pibe tenga su colegio y a la noche pueda estar en su casa con su familia. No quiero ver pibes tirados en el piso y que la propia gente los putee, sino nos comemos entre nosotros. Eso tenemos que volver a ver, que somos compañeros, que para eso sirve el Estado, para eso estamos peleando; no por una burocracia del Estado y que salgan florcitas de las computadoras, sino que salga gente capacitada, con herramientas para salir a trabajar, esa es la lucha y la importancia del Estado, no para cubrir puestos al pedo”.

La motosierra y la crueldad del Gobierno nacional no lo vencen. La pasión a la que le dedicó su vida, la de ayudar a los demás a generar herramientas laborales para una mejor inclusión social, no se ve mellada por el duro momento al que lo enfrenta el despido definido por la gestión. Fernando sigue soñando: “Me encantaría que en 5 años haya mucha más gente pensando estas cosas, concientizando para que vivamos en sociedad, disfrutando la vida y que luchemos por eso. Que la esencia es el otro y eso es lo que no podemos dejar de ver, tenemos que colaborar por una sociedad más limpia y colaborativa”.