Funeral con represión: cruce de facturas al interior del Gobierno y malestar por la “jugada” de Rodríguez Larreta
Funcionarios que no funcionaron, en el lugar y a la hora en que no podían fallar. Eso propició, además, que el Jefe de Gobierno porteño y de la oposición, Horacio Rodríguez Larreta, aprovechara el descuido
Pasadas ya algunas horas de lo peor de la represión que arruinó la fiesta popular de la despedida de Maradona, al menos en un sector del Gobierno primaba un estado de ánimo marcado por la bronca y el pase de facturas, tanto interno como hacia afuera. La conclusión sobre lo que pasó –la desprolijidad y el desborde, los balazos y las detenciones– fue que hubo funcionarios que no funcionaron, en el lugar y a la hora en que no podían fallar. Eso propició, además, que el Jefe de Gobierno porteño y de la oposición, Horacio Rodríguez Larreta, aprovechara el descuido y básicamente dejara hacer: sin que haya mediado una orden desde la Rosada, la Policía de la Ciudad, fiel a su estilo, arremetió frente a las cámaras de televisión sobre jubilados, jóvenes, pobres, trabajadores, padres con hijos y hasta movileros por igual. Miles que intentaban llegar a la Plaza con su ilusión a cuestas se tuvieron que volver escapando de los gases. Algunos ministros lo tenían claro: si había represión, aunque más no fuera en la 9 de Julio, territorio asignado a las fuerzas porteñas, cualquier hecho violento iba a ser endilgado al Presidente y a los suyos, responsables en última instancia del Funeral de Estado. “Larreta lo sabía y jugó con eso”, concluían.
Así las cosas, la cacería de la Policía de la Ciudad duró varias horas. Incluso se mantuvo mientras el subsecretario de Intervención Federal del Ministerio de Seguridad, Luis Morales, aclaraba que la responsabilidad era pura y exclusivamente de Rodríguez Larreta. ¿Qué pasó, entonces, que la represión no cesó? Hubo trascendidos sobre una comunicación de la ministra Sabrina Frederic con su par porteño, Diego Santilli, en la que supuestamente ordenó no usar la violencia. ¿Hubo desacato, entonces?
El propio Santilli habló más tarde, e hizo pública la versión que la Ciudad había hecho circular en off horas antes. "Se nos solicitó que se interrumpiera la fila porque comenzaba el cortejo fúnebre a las 16 horas. Eso es lo que hicimos. Interrumpimos la fila. En ese momento aparecieron unos violentos que con palos, piedras, intentaron forzar el ingreso hacia el otro lado y nosotros teníamos que evitar que se produjera una avalancha sobre la Casa Rosada que tenía otro problema en su ingreso", dijo. "Lamento que politicen uno de los días más tristes de los argentinos. Es una organización preparada por el gobierno nacional en la que nosotros acompañamos y trabajamos en conjunto", arremetió.
Hasta el momento, no hubo ningún funcionario nacional que aportara una precisión mayor ante los micrófonos sobre el desarrollo de los acontecimientos. El único que atisbó una posición oficial fue el ministro de Interior, Wado de Pedro, quien a través de Twitter reclamó públicamente a Santilli y Larreta que frenen la represión.
Desde la oposición hicieron circular durante la tarde un comunicado del propio Gobierno, en el que se explicitaba que Nación se haría cargo de coordinar el operativo de seguridad. Pese a que es un documento oficial, es una verdad a medias: las fuerzas que maneja Nación tuvieron jurisdicción en los alrededores de la Plaza de Mayo; el accionar en la 9 de julio estuvo comandado por el Ejecutivo porteño, que alrededor de las 14 horas, sin una orden directa de la Rosada, tal como lo cuenta el propio Santilli, disparó los primeros gases y balines de goma.
Las declaraciones del vicejefe de la Ciudad dejan traslucir el desorden con el que se manejó el Gobierno nacional, hasta que finalmente tomó control de la situación. El problema es que ya era tarde. La desprolijidad quedó en evidencia. Y no fue un operativo más, sino uno muy caro a la base electoral y social del Frente de Todos, porque Maradona es, en buena parte, eso mismo.
El desborde dentro de la Rosada y en la Plaza fue un gol en contra de la propia presidencia, que hasta tuvo que esconder el féretro.