Como un equipo que se mete goles en contra justo cuando su rival se está cansando y se equivoca. Así está hoy el peronismo, chisporroteando por sus incendios internos, aún controlados pero en expansión, y que no le permiten capitalizar del todo el peor momento del Gobierno en los meses que lleva de gestión. El proceso de reconfiguración de liderazgos, tan inevitable como tortuoso, se extiende y se profundiza más de lo deseable para un movimiento golpeado y necesitado de volver a conectar con la sociedad que le dio la espalda en las urnas y hoy sufre las consecuencias.

La línea divisoria parece estar clara, al menos para la mayoría, y es la que los separa de lo que representa el Gobierno de Javier Milei. La disputa política es contra el ajuste a las mayorías populares, la destrucción del Estado y el imperio de un liberalismo salvaje donde sólo ganen los más fuertes. Hasta ahí, todos de acuerdo. O casi todos, exceptuando los casos de quienes ya saltaron al barco libertario y los gobernadores colaboracionistas que sucumbieron ante los aprietes de Milei y hoy ofrecen apoyo a cambio de subsistencia. El problema empieza cuando esa máxima política debe materializarse en acciones, personas y conducciones. Allí, lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer enredan a un peronismo que sigue sin encontrar su forma.

Las chispas de un peronismo en llamas

El insólito cruce entre CFK y el jefe del Bloque peronista en el Senado, José Mayans, deja tela para cortar en el análisis. Mayans metió cuña la semana pasada en la interna libertaria, subiendo a Victoria Villarruel a una chicana propia contra Milei, del que se burló utilizando el apodo de “jamoncito” con el que tiempo atrás lo crucificó la propia vicepresidenta. Lo que fue un golazo hace unos días, generando potentes implosiones en el Gobierno, se transformó en una interna propia a partir de una extraña e inoportuna interpretación por parte de CFK.

Mayans agregó sal a la herida libertaria esta semana, declarando que Villarruel tenía más que ver con el peronismo que Milei, y pidiendo una pericia psiquiátrica para el presidente por sus constantes desbordes emocionales. La líder del kirchnerismo leyó allí algún intento de acercamiento, y respondió pidiendo una pericia psiquiátrica para “los que dicen que Villarruel es peronista”. En rigor, Mayans no dijo eso, y resulta evidente que  la ex presidenta no se refería a elementos marginales hoy por hoy del peronismo que sí se manifestaron en esa línea, como Guillermo Moreno o Sergio Berni.

Mayans respondió pidiendo licencia psiquiátrica para los que pidieron a Alberto Fernández como presidente del PJ, y Mayra Mendoza, primera línea de las vocerías cristinistas, le respondió con un carpetazo por X con una serie notas periodísticas del 2020 con declaraciones de distintos dirigentes en contra de la conducción de CFK y a favor de llevar a Fernández al frente del partido. ¿Por qué un cruce tan picante, en un momento tan inoportuno, y por algo tan abstracto como el nivel de peronismo en sangre de Villarruel?

Las chispas de un peronismo en llamas

El peronismo está discutiendo con cada vez más fuerza quién ocupará la presidencia del partido, vacante desde la renuncia del ex presidente tras el escándalo de sus agresiones a Fabiola Yañez. Con rumores que ubicaban hasta a la propia CFK en ese lugar, quien manifestó que sí desea ocuparlo y pareciera reunir el apoyo de gobernadores es el riojano Ricardo Quintela. A pesar de contar con el fuerte respaldo de Kicillof, Quintela no es la opción predilecta de CFK, que quiere a uno de su riñón al frente del PJ. El elegido es, como para la candidatura presidencial del año pasado, Eduardo Wado de Pedro.

El senador y referente de La Cámpora tiene, además, un lugar estratégico para CFK en la Cámara Baja. Por allí pasan, hoy por hoy, las principales chances de ponerle límites a Milei, tal como se vio en la sanción de la nueva ley jubilatoria. El episodio reveló otro dato político clave: la emergencia de los dos tercios en contra del Gobierno, algo que puede significar desde un veto a cualquier iniciativa del Ejecutivo hasta un eventual juicio político. Los pliegos de los jueces para la Corte y otros 140 juzgados federales también deben negociarse allí. Quién controle ese terreno aumenta su poder al interior del dispositivo pejotista, y de allí la intención de CFK de avanzar en una posición que hoy ocupa Mayans.

El senador formoseño, por su parte, responde al hasta ahora ultra cristinista Gildo Insfrán, por lo que la tensión propuesta por CFK debe leerse como apuntada al conjunto de los gobernadores. Dicho de otro modo, tensionar con Quintela y con Insfrán es tensionar con lo más cercano que hay en las provincias al kirchnerismo puro. Una dinámica similar a la que se plasma en la provincia de Buenos Aires con Axel Kicillof. 

La Cámpora disparó con munición gruesa este lunes contra el otrora también ultra K, Jorge Ferraresi. El intendente de Avellaneda viene recorriendo la provincia con la bandera de un nuevo liderazgo encabezado por Kicillof, y las propuestas de impulsar ese liderazgo y la construcción de su candidatura presidencial. La organización de Máximo Kirchner lo acusó, en la voz de su rival interno de Avellaneda, el senador provincial Emmanuel Santalla, de haberse plegado “a la estrategia de Alberto Fernández de destruir al kirchnerismo y enfrentar a Cristina aunque ahora le suelten la mano y lo desconozcan”, tildándolo además de “albertista devenido en axelista”. 

Las chispas de un peronismo en llamas

Los misiles fueron indirectamente dirigidos al gobernador bonaerense, que reconoce en Ferraresi a uno de sus intendentes más cercanos pero no responde por sus iniciativas políticas. La Cámpora interpreta una intención en la pasividad del gobernador para ordenar a Ferraresi, que despotrica en cada uno de sus Plenarios de la Militancia contra el uso del dedo y la lapicera de Máximo y CFK para definir candidaturas. “Perdimos 6 de las últimas 8 así”, fue la declaración del fin de semana que desató la furia camporista. La crítica, sin embargo, es esgrimida por otros sectores del peronismo bonaerense, que también se acercan hoy a Kicillof para discutir la hegemonía de Máximo Kirchner e intentar empujar al gobernador a que construya su propio armado.

El diputado nacional y líder de La Cámpora tampoco se queda quieto. Hoy por hoy, su discusión no parece ser por una eventual candidatura presidencial de Kicillof, que ya empujó el año pasado, sino por la sucesión bonaerense. En Sillón de Dardo Rocha, donde el gobernar quizás imagina a su principal comandante, el ministro de Gobierno Carlos Bianco, y por el que se mueven dirigentes de la talla de Ferraresi o Gabriel Katopodis, Máximo y CFK aspiran a colocar alguna de la principales figuras bonaerenses de La Cámpora. Para eso se necesitan hegemonía partidaria y territorialidad, aspectos protagonistas de otro de los chispazos de las últimas horas.

Las chispas de un peronismo en llamas

Este lunes tuvo lugar una explosiva reunión de la conducción del Movimiento Evita, la organización social más importante del país y con fuertes anclajes en la PBA. El Evita atraviesa fuertes tensiones internas entre dos posturas, que plantean un mayor acercamiento a los liderazgos y las líneas de acción de Kicillof y Máximo Kirchner. Con dirigentes bonaerenses como Gildo Onorato y Eduardo “Cholo” Ancona lanzados a apoyar al Gobernador en su construcción, la conducción de Emilio Pérsico se ubicaría junto a dirigentes de peso, como la intendenta de Moreno y vicepresidenta del PJ bonaerense, Mariel Fernández, más cerca de Kirchner.

Los rumores de ruptura que circularon tras la reunión, rumores que fuentes de la organización tildaron de “operaciones baratas” y otras confirmaron ante Diagonales, surgieron a partir de un supuesto armado territorial en el que Máximo Kirchner y Emilio Pérsico estarían avanzando para pisar con fuerza y autonomía frente a Kicillof en la PBA. Uno de los territorios en disputa es el distrito de La Matanza, donde el Evita llevó como candidata a Patricia Cubría, pareja de Pérsico, con fuertes críticas hacia el gobierno de Fernando Espinoza. El intendente, por su parte, es uno de los principales apoyos para Kicillof, que se sacó una foto con él al día siguiente de que se conociera una denuncia por abuso sexual en su contra. 

Las chispas de un peronismo en llamas

En las últimas semanas se repitió la secuencia: Espinoza viajó como presidente de la FAM a La Rioja para participar de la jura de Quintela de la nueva Constitución provincial, y hubo nueva foto con Kicillof, esta vez en medio del escándalo por violencia de género de Alberto Fernández contra Fabiola Yañez. Cubría afirmó que le “dolió” esa foto, poniendo sobre la mesa una diferencia que parece irresoluble. 

Así anda el peronismo, a los chispazos. Con algunas eventuales victorias políticas frente al Gobierno de Milei, lo concreto es que en el PJ todos parecen más ocupados en la redefinición de poder interna y la consolidación de los nuevos liderazgos, frente a una CFK que no asume el centro de la escena ni termina de correrse para dar lugar a lo que tenga que surgir. Una fragmentación propia de un contexto post gobierno fallido y derrota electoral, con puntos de contacto con el período 2016/2017 y hasta cierta lógica por la profunda necesidad de renovación, pero también desconectada de las urgencias de una sociedad que sufre el ajuste y no encuentra en la oposición al Gobierno la representación política que le devuelva los horizontes. Los plazos para el reordenamiento se acortan, y el riesgo de la fragmentación y la rosca eterna es la consolidación de una hegemonía libertaria que podrá costarle incontables dolores al pueblo argentino.