Una década perdida para los asalariados argentinos. Difícilmente puede describirse de otra manera la evolución de una de las principales variables de la economía en los últimos casi diez años, en los que la forma de ingresos que percibe la gran mayoría de los trabajadores cayó a menos de la mitad del nivel en que se encontraba a finales del segundo mandato de CFK, en noviembre del 2015. A poco más de un año de cumplirse una década y tres gobiernos de diferentes signos políticos desde aquel momento, el salario mínimo, indicador del piso del que parten los ingresos de los asalariados, fundamentalmente los de los trabajadores informales, explora el fondo de un abismo histórico al que no llegó ni en los complejos años 90 y que apenas rozó en la tragedia del 2001. Con responsabilidades compartidas entre el macrismo, el Frente de Todos y el Gobierno actual, hay una certeza que parte de números objetivos e incuestionables: Javier Milei es la gran estrella de esta década perdida para las mayorías y el artífice de la caída más brutal y en menor tiempo.

La semana pasada fracasó la tercera reunión del Consejo del Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM) en lo que va de la nueva gestión, que no pudo o no quiso lograr un solo acuerdo entre el sector empresario y el sindicalismo desde que asumió el Gobierno. Otra vez será decisión unilateral del oficialismo definir el punto de equilibrio entre los $482.000 que pidieron los representantes de los trabajadores para el mes de julio, y los $245.000 que propusieron los empresarios. Difícil para los trabajadores depositar alguna esperanza en el subsecretario de Trabajo, Martín Huidobro, responsable de un área que hasta ahora terció siempre en pos de consolidar la baja de los salarios.

La situación del salario mínimo actual es crítica. Los $234.215 en los que está fijado el piso remunerativo legal significan un recorte en términos reales del 32,1% con respecto al nivel de noviembre del año pasado, y ubica al SMVM por debajo del valor que tenía incluso en la década del 90, en la que estaba congelado. Un informe publicado por el centro CIFRA de la CTA determinó que “los aumentos nominales (de febrero y mayo) sumaron 60,5% respecto de noviembre de 2023, cuando en el mismo período se proyecta acumular una inflación superior al 136%. De este modo se consumó la pérdida real de prácticamente un tercio en el salario mínimo”.

Pero la realidad es que la caída del nivel salarial en el país no es un fenómeno nuevo, aunque el Gobierno de Milei la haya llevado al extremo. Desde el fin del segundo mandato de CFK en adelante, el salario de los argentinos fue sufriendo permanentes retracciones, a veces más abruptas, a veces más paulatinas, y apenas pudo por momentos mantenerse. Particularmente en 2018, 2019 y 2020 la pérdida fue mayor al 10%. En los dos primeros casos la explicación es la crisis económica del macrismo que, como en general sucede con los gobierno neoliberales, descargó los efectos de sus pésimos resultados sobre los ingresos de las mayorías. En el 2020 la razón de la caída fue el parate de la economía producto de la pandemia y la cuarentena, aunque vale también decir que el gobierno de los Fernández no cumplió con su gran promesa de campaña de recuperar los salarios significativamente una vez superada esa situación.

Milei, la estrella de la década perdida para el salario de los argentinos

Así, el salario mínimo viene acumulando ya casi 9 años de fuertes caídas y, en el mejor de los casos, algunos años de un sostenimiento insuficiente. Pero la brutalidad de la devaluación de Milei y Caputo, que disparó la inflación y no se tradujo en aumentos salariales acordes, llevó al desplome antes mencionado del 32,1%, que se dio prácticamente en su totalidad entre diciembre y enero y no se volvió a recuperar. De esta forma y según informaron desde CIFRA, “el salario mínimo real se ubicó 43,0% por debajo del nivel que tenía en noviembre de 2019, al final del gobierno de Cambiemos, y 56,4% por debajo del de noviembre de 2015”.

En términos reales, si el valor del salario mínimo se hubiera mantenido en el nivel de noviembre del 2015, hoy debería ser de $540.000. Ya bastante lejos de eso quedan los $482.000 propuestos por el sindicalismo para julio, pero mucho más aún la escandalosa propuesta del sector empresario, que planteó una progresión de $245.000 para julio, $253.000 para agosto y $264.000 para octubre.

La CTA comparó también la retracción del salario mínimo con el aumento de los precios de alimentos y los bienes y servicios contenidos en las canastas que definen las líneas de pobreza e indigencia. Según CIFRA, en julio el SMVM alcanzaría para comprar un 56,8% de la canasta de básica de alimentos y un 25,6% de la canasta básica total. Dicho de otra forma, este piso salarial, que muchas veces determina los ingresos informales que perciben millones de trabajadores que están fuera del sistema registrado, apenas alcanza para comprar poco más de la mitad de lo que se necesita para cubrir las necesidades básicas alimentarias y no caer en la indigencia, y un solo un cuarto de lo necesario para no ser considerado pobre. Para el centro de la CTA, estas son “relaciones comparables a las vigentes en la crisis final de la convertibilidad en 2001/2002”.

Lejos de ser un efecto no deseado de un momento transicional hacia otro modelo económico de crecimiento, producción y trabajo, estos resultados son la principal meta que siempre persiguen gobiernos empresarios con un pensamiento económico y político como el de Milei y en su momento el de Mauricio Macri. Bajar los salarios, que son considerados un “costo” por el empresariado, es el sueño mojado de todo proyecto liberal o neoliberal, y es una de las cosas que vino a hacer Javier Milei desde la presidencia. Para muestra valen los datos de la participación de los trabajadores en el ingreso nacional, y las declaraciones de la propia cúpula económica de la gestión libertaria.

Vladimir Werning, número 2 del Banco Central que comanda Santiago Bausili, estuvo la semana pasada en Wall Street en un viaje relámpago y de emergencia con el que el oficialismo intentó contener el nerviosismo de los mercados que llevaron el dólar paralelo a 1500 pesos y el riesgo país a los 1600 puntos. Allí, Werning explicó las distintas fases del plan económico del Gobierno, y entre las variables de la fase III incluyó “low wages in USD terms, high margins”, que traducido no significa otra que cosa que bajos salarios en dólares y altos márgenes de ganancia. Música para los oídos empresarios en un desesperado intento de seducción por parte de un Gobierno que se queda sin dólares, no sabe de dónde sacarlos y ofrece la mano de obra barata de los trabajadores argentinos como un incentivo para las inversiones externas.

A diferencia de muchas otras promesas realizadas y aún incumplidas por el Gobierno al sector del capital, como la salida del cepo por citar un ejemplo, la destrucción a pisos históricos del salario de los trabajadores sí es una realidad de la que Milei y Caputo pueden ufanarse frente a sus verdaderos jefes. Según datos del Indec, la participación de los trabajadores en el PBI cayó más de un 3% en el primer trimestre del año y se ubicó en un 45%, el valor más bajo desde el reinicio de la serie con la renovación del instituto de estadísticas en 2016.

Milei, la estrella de la década perdida para el salario de los argentinos

Pero, como tantas otras veces en la historia del país, esta mirada anti trabajadores es en extremo cortoplacista y se convierte en un perro que se muerde su propia cola. El desplome de los salarios repercute directamente en el nivel de consumo y en la actividad económica, tal como evidenció el dato comunicado por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, que informó que la industria pyme cayó un 20,4% interanual en junio. Peor aún es el dato de que esa caída fue del 3,1% entre los meses de mayo y junio, evidenciando que la tan vendida recuperación en V no sólo está lejos de concretarse, sino que aún la economía se encuentra en franca contracción y que la crisis aún no encuentra su piso.

Si el año pasado se respiraba un cambio ciclo producto de los estruendosos fracasos económicos  de los gobiernos de Cambiemos y el FdT, la mentira de Milei sobre que el ajuste sólo lo pagaría la casta y no la gente se montó efectivamente sobre esa realidad pero no hizo más que empeorarla y por mucho. Los salarios argentinos se encaminan sin otro horizonte por delante a completar una década perdida. El experto en crecimiento con o sin dinero parece no tener respuesta para esta tragedia, o sencillamente no tener intenciones de remediarla.