Caos: cultura democrática, batalla cultural y comunidad LGBTQ+
Existe un "fascismo psicotizante" donde ciertas formas de gobierno manipulan las dinámicas psicológicas y sociales para desestabilizar la subjetividad colectiva e individual
Ha pensado Usted ¿cuánto y cómo ha cambiado nuestra civilidad política? Se ha detenido a pensar ¿hacia dónde está cambiando? Al momento de responder sendas preguntas, es imposible dejar de destacar cuánto el pensamiento de Steve Bannon ha moldeado un clima de época. Este estratega político y comunicacional norteamericano que fue ex asesor de Donald Trump, hace años desarrolló un amplio conjunto de estrategias comunicacionales y políticas que no solo dieron impulso al populismo de derecha sino que también introdujeron una cultura política del conflicto en el nombre del orden.
La batería de estrategias de Bannon no han dejado de ser un desafío para la cultura democrática de una sociedad plural. Pero, ¿en qué consistió exactamente su propuesta? En primer lugar, Bannon ha sido un artífice de lo que él mismo llama la "guerra cultural". A diferencia de las guerras entre estados, la guerra cultural en la arena política es un tipo de conflicto que nunca termina, una insoportable guerra sin fin. Para sostenerla se necesitan al menos tres ingredientes: un enemigo común, una simplificación binaria y un lenguaje bélico constante. De ese modo, en la cultura política se construyen narrativas en las que el "pueblo" se enfrenta contra élites corruptas (la casta), grupos privilegiados (como los "empresaurios" o el "partido del Estado") y contra los estigmatizados como "degenerados" (progresistas, wokistas, grupos identitarios de diversidades sexuales o pueblos originarios). Esas narrativas reducen una realidad compleja a una simplificación binaria: Usted está de un lado o del otro.
Este maniqueísmo del siglo XXI incorpora categorías que funcionan como modos de pensar de los que se espera que den “batalla” en cualquier espacio y momento de encuentro social (en las aulas, el mostrador del comercio, el club, etc.). Las categorías que buscan ser galvanizadas sobre los modos de pensar de un amplio sector de la ciudadanía solo se promueven saturando la comunicación dentro del ecosistema mediático tradicional y sobre todo en el alternativo. Una característica distintiva de la estrategia de Bannon es la personalización de mensajes a través de la segmentación de audiencias según sus emociones y valores. Así, los medios tradicionales y las redes sociales se alían para difundir contenidos que generan indignación y miedo, como la amenaza de extranjeros, la inseguridad y la corrupción. Por otra parte, estos mensajes, diseñados para apelar a las emociones más básicas, refuerzan las divisiones sociales y debilitan el pensamiento crítico. La simplificación que buscan generarse en la comunicación, va acompañada de imágenes dirigidas a un nivel cognitivo básico, casi infantil, que reverberan en las redes para alimentar a su base con contenido que refuerza sus creencias y emociones, alimentan grietas, y están muy lejos de fomentar algún tipo de pensamiento crítico y complejo. Es claro que esa psicopolítica puede terminar dando lugar a ciudadanos que, convencidos de sus convicciones, pueden negar verdades evidentes como resultados electorales o alternativas políticas diversas en las incertidumbres que se abren hacia el futuro.
La erosión de las formas críticas de la ciudadanía se da a través de un caos controlado. Se copa la agenda temática e inunda el espacio público con noticias falsas, teorías conspirativas y escándalos para agotar la capacidad crítica del público. Cuando hay una inundación, lo paradójico es que, entre tanta agua, lo primero que falta es agua potable. De manera similar, en este bombardeo informativo, lo que se pierde es la capacidad de discernir entre lo verdadero y lo falso, entre lo banal y lo valioso. Todo el sistema institucional se debilita cuando las lógicas discursivas tienden a la polarización constante y al debilitamiento de formas críticas de la ciudadanía.
El filósofo Rocco Carbone introdujo el concepto de "fascismo psicotizante" para analizar cómo ciertas formas de gobierno manipulan las dinámicas psicológicas y sociales para desestabilizar la subjetividad colectiva e individual. A diferencia del fascismo del siglo XX, que solo puede ser revisado en clave arqueológico-política, este tipo de fascismo que describe Carbone, crea una ruptura en el orden simbólico que organiza la realidad. Esto lleva a un estado similar a la psicosis en el que los individuos luchan constantemente por distinguir la verdad de la ficción. Cuando el discurso público se llena de mensajes contradictorios, teorías conspirativas, interpretaciones sobre interpretaciones y "hechos alternativos", se desestabiliza el pensamiento racional y se fomenta, controladamente, el caos epistémico. En otras palabras, “lo mismo un burro que un gran profesor” como reza el tango.
La manufactura del caos se logra a través de la paranoia de que la propia posición social puede ser afectada y el miedo al prójimo. El discurso de Davos parece insertarse muy bien en esas lógicas descritas. En ese caso, la comunidad LGBTQ+ fue el chivo expiatorio, el "otro" peligroso que amenazaría los valores tradicionales de Occidente. La apelación a "casos extremos" para establecer a partir de allí una media negativa sobre los miembros de una comunidad, habilitó una atmósfera de estigmatización y discriminación contra las identidades sexuales y de género. Reforzando el carácter performativo que la contradicción posee en la estrategia de Bannon, la posterior “desmentida” que el Presidente realizó sobre lo dicho, fue muy interesante. En la entrevista negó haber dicho lo que dijo, afirmando lo mismo que había dicho. Mientras argumentaba sobre el lugar de la comunidad LGBTQ+, a favor de la aclaración, también se incorporaron analogías peyorativas y deshumanizantes. ¿Hacia dónde está cambiando nuestra ciudadanía democrática? La respuesta sigue abierta, pero en el mientras tanto, cabe destacar una rápida respuesta de parte de la ciudadanía que el sábado 1ro de Febrero llevó adelante una importante marcha autodenominada “antifascista” contra de los dichos del primer mandatario.
Horacio Verbitsky, en una nota reciente, ha cuestionado la pertinencia de utilizar el término 'fascismo' para describir los acontecimientos políticos actuales. A su juicio, la proclama antifascista “atrasa más de cien años y confunde más de lo que aclara”. Si bien es cierto que el fascismo histórico presenta características distintas a los fenómenos políticos contemporáneos, la categoría propuesta por Rocco Carbone ofrece una herramienta teórica más adecuada para analizar las dinámicas políticas actuales. Carbone destaca cómo estrategias como las de Steve Bannon buscan manipular las emociones y las percepciones de la ciudadanía, creando un clima de polarización y desconfianza. Esa fragmentación de la realidad y la simplificación de una gran parte de los discursos políticos dificultan el pensamiento crítico y fomentan la adhesión a líderes autoritarios.
Si bien es cierto que el fascismo histórico y el fascismo psicotizante no son idénticos, comparten ciertas características, como la construcción de un enemigo común, la apelación a emociones primarias y la erosión –externa e interna- de las instituciones democráticas. Hasta aquí, algunas líneas reflexivas para pensar, con Usted, cuánto y cómo ha venido cambiando la cultura política y la civilidad política de algunos ciudadanos.