El Presidente, sus pares y los valores identitarios
Tal vez sea momento de que la comunicación institucional atienda los vínculos que cada institución tiene con los actores de la sociedad de la que forma parte
Los primeros seis meses de gestión del presidente Javier Milei en materia de política internacional parecen tener un signo en común: el apego incondicional a ciertos líderes y la aversión hacia otros. Esto se materializó en las visitas realizadas y en sus ausencias a determinados encuentros, así como en el tono de la comunicación presidencial.
El hilo conductor parece estar, hasta ahora, en la preferencia por ciertos espacios en los que se siente cómodo, al compartir valores identitarios y poder expresar sus ideas desde tribunas partidarias.
La última cumbre del Mercosur, realizada en Paraguay, tuvo como nota destacada la ausencia del presidente argentino. Este comportamiento fue criticado por sus pares: Lula Da Silva y Luis Lacalle Pou hicieron saber su descontento con la decisión de su colega del bloque comercial. Resulta interesante que estas críticas provengan de dos mandatarios que han construido sus últimas victorias electorales en el marco de alianzas con otros espacios políticos. Lula, por caso, lo hizo incorporando en la boleta presidencial a su antiguo adversario Geraldo Alckmin, que provenía del Partido de la Social Democracia Brasileña. Lacalle Pou, por su parte, construyó una “coalición multicolor” con sus viejos adversarios colorados y de otros partidos del Uruguay.
Mientras algunos piensan en construir puentes, otros se esfuerzan en la promoción de sus “valores” y en resaltar sus diferencias frente al resto. A quien sí visitó Milei fue al ex presidente Jair Bolsonaro. Lo hizo en el marco de la Conferencia Política de Acción Conservadora, que reúne a conservadores de diversas latitudes. En la misma tónica, en el mes de mayo, el presidente argentino había participado como orador en un acto del partido de ultra derecha Vox, realizado en Madrid.
Los discursos encendidos y las diatribas hacia quienes considera sus adversarios no son las únicas formas en las que se presenta el discurso del presidente argentino. Su negativa a participar de una conferencia de prensa conjunta con el canciller alemán Olaf Scholz, en su última visita a ese país, es un indicador de un estilo de comunicación que privilegia las entrevistas exclusivas otorgadas a ciertos periodistas y medios de comunicación.Esto denota que es más cómodo, para algunos líderes, difundir las ideas propias que el intercambio abierto con el otro.
Lejos de ser el comportamiento de un lobo solitario, esta actitud es compartida por líderes de diversas extracciones ideológicas. Más aún: podría ser el reflejo de un sentimiento compartido actualmente por buen parte de nuestras sociedades, caracterizado por poner el énfasis en hacer saber al resto cuáles son los valores identitarios propios.
La psicoanalista francesa Elizabeth Roudinesco, en su libro “El Yo Soberano”, critica a las derivas identitarias, tanto de derecha como de izquierda. Sostiene que el peligro de los movimientos basados fuertemente en la pertenencia identitaria es que se rehúsen a dialogar con el resto de los actores sociales.
Sin llegar al extremo de teorías xenófobas como la del “gran reemplazo” del autor de extrema derecha francés Renaud Camus, no estamos exentos de derivas identitarias en nuestras naciones latinoamericanas. A pesar de no estar inmersos en un debate público sobre la inmigración, como en el caso europeo, la intolerancia y la cancelación del que piensa diferente son, aquí y ahora, un desafío para nuestra democracia.
La comunicación institucional es una disciplina que puso durante mucho tiempo el acento en la dimensión identitaria: definir cuáles son mis atributos óptimos y con qué valores quiero que me identifiquen los públicos. Así, los equipos de comunicación se han esforzado en mejorar tácticas y estrategias para la comunicación de la identidad de personas y organizaciones.
Quizás sea tiempo de atender también a otras dimensiones de la comunicación institucional, tales como los vínculos que cada institución tiene con los actores de la sociedad de la que forma parte. El exceso en lo identitario, en mostrar “lo que soy” y “mis valores”, puede hacernos perder de vista que también “somos”, viviendo e interactuando con otros.