Legislación laboral: victima de la nefasta política
La convergencia de complicidades obliga a salir a la ciudadanía de esta virtualidad agobiante a la que entre todos la sometieron
La normativa reglamentada induce lisa y llanamente a la eliminación de la indemnización por la formación de un mal y perversamente llamado Fondo de Cese. En principio, no es algo que favorezca al empleador. Imaginemos que una empresa de 50 personas debe retener y depositar dinero sobre esas para cubrir un posible cese o despido, cuando quizás en todo el año nadie termina siendo despedido o quizás uno o dos de ese total. También, puede ser que simplemente alguien renuncie, pero no todos van a ser dejados cesantes. Lo cierto es que, si o si el aporte es por todos, y encima el depósito de ese dinero que reportará intereses, el trabajador no lo cobra ni lo verá jamás. Lo percibirá de seguro un banco. Todo apunta encubiertamente a ponerle final a lo que se conoce como protección contra el despido arbitrario, lo que evidencia que para este gobierno el ciudadano ha pasado a ser “la cosa”.
Salvo contadísimas excepciones, la CGT y las dos CTA se han convertido en un club de eunucos, porque solo aquellos que por nada han luchado, pueden despreciablemente regalar lo que a otros tanto les costó, desde cárcel y persecuciones. El progreso de los derechos laborales no les pertenece a ninguno de todos estos que hoy se autodefinen como “representantes de los trabajadores”. A esta suerte de gente, que nada les costó un solo progreso establecido en la legislación que se mantuvo viva hasta el presente con total humillación, les regalan la estabilidad y protección contra el despido arbitrario, un instituto que hasta hoy gozaba de un carácter disuasivo y desalentador para el empleador, como así también reparador, constituyendo un amparo contra los efectos nocivos del despido arbitrario para el trabajador y la pérdida de su empleo. Esta probado que las normas nunca han solucionado nada por si solas. La “mochila”, tal como se la impone, disuelve la persuasión del empleador de despedir, como asimismo la reparación indemnizatoria. Pese a la banal crítica destructiva para justificar tamaña injusticia, mal que les pese, Argentina supo ser grande y poderosa con estas mismas leyes.
Este distanciamiento entre la CGT y los trabajadores ha facilitado el avance del gobierno sobre las organizaciones sindicales, pero en el fondo sobre los derechos laborales. El gobierno ha sabido aprovechar esta desconexión, y sin un dirigente capaz de liderar los debates que la sociedad espera, los trabajadores seguirán alejados. Cualquier movilización carecerá de la fuerza necesaria y hasta podría volverse en contra. Esto explica cómo la corriente libertaria ha avanzado en áreas que durante más de tres décadas nadie pudo tocar, como la reforma laboral incluida en la Ley de Bases, y ahora la reforma sindical, que busca renegociar los convenios colectivos, reduciendo derechos laborales.
Los actuales políticos, egoístas y egocéntricos, han demostrado tener serias dificultades para conectar con los sentimientos de los otros, concentrándose solo en sus propios deseos o conveniencia. No supieron o no quisieron, en una supuesta década ganada y con viento a favor, realizar alguna reforma antes que los CEOS actuales las impulsen con la excusa de ser anacrónicas. Estos, junto a los “caudillos“de la CGT y las CTA, se dedicaron cómodamente nada más que a disfrutar y engordar.
La Ley Bases y su reglamentación recompensa al trabajo denominado informal. Ahora, las distintas patronales, con la complicidad de toda la política, sabrán optar como despedir destrozando el convenio colectivo, aniquilando la reinstalación en los casos de despidos arbitrarios o las archiconocidas practicas anti sindicales, legalizando de manera perversa lo que se conoce como fraude laboral.
Mientras el slogan “se siente, se siente, los pobres, los obreros y la clase media que revienten”, Cristina Fernández, inmune a estas causas mundanas, solo esta concernida en el nombramiento del juez Lijo y en cambiar de monta partidaria. Si, ella sabe que el Peronismo tal cual esta, no le sirve para su propósito de consolidar su poder y bastión que es hasta hoy la provincia de Buenos Aires, pese a la lucha entre su hijo Máximo Kirchner y Axel Kicillof, que día a día por una cuestión de ego e intereses va in crescendo. Seriamente, se encuentra convencida que la UCR aún mantiene cierto poder y organización como para garantizarle ser un portaviones maniobrable que le consienta lograr su objetivo eleccionario. Para eso, apela nuevamente al fracaso del pasado, impulsando la figura de Martin Lousteau en la provincia (este ya pidió su pase a territorio bonaerense). Muchos sueñan con poder materializar la formula pensada para encabezar la lista de legisladores: Cristina Kirchner-Martín Lousteau. Por otro lado, José Luis Espert se subiría al ring bonaerense y es muy posible que en Ciudad de Buenos Aires termine encabezando Mauricio Macri a pedido de Javier Milei, o la mismísima Patricia Bullrich si el PRO como tal no se alinea a los designio divinos del Presidente. O la mismísima Secretaria General de la Presidencia, Karina Milei, quien nació en CABA, pero vivió en San Martín. Todas especulaciones de la que en nada se benefician los ciudadanos y el anónimo que ha resultado ser un dador de sangre perfecto y, por la estadística de pobres, una víctima de todos.
Todos los políticos electos que manejaron lo público han mentido, incluso diciendo la verdad y no han estado a la altura del compromiso que la historia les exige y requiere. La convergencia de complicidades obliga a salir a la ciudadanía de esta virtualidad agobiante a la que entre todos la sometieron. La catequización ideológica que fuera una constante en el ingreso en la función pública la ha hecho añicos.