Venezuela representa un verdadero desafío para los expertos en transiciones de régimen político, como así también para aquellos ciudadanos, ciudadanas y organizaciones sociales comprometidas con la democracia. La vieja bibliografía sobre transiciones a la democracia no parece apta para dar respuestas a problemas nuevos. Los viejos parámetros de acción y movilización ciudadana resultan insuficientes frente a nuevas realidades, como la de encajar en un mundo cada vez más hostil con soluciones democráticas a los problemas que enfrentan los regímenes políticos.

Esta misma situación ya tuvo lugar durante la denominada “Primavera árabe” de 2011, que generó un entusiasmo prematuro sobre las posibilidades de democratización en el mundo árabe.  De aquella esperanza solo ha quedado una realidad de sociedades en guerra civil ante la impotencia de las instituciones estatales (Libia, Siria), regímenes militares recargados (Egipto) y regresiones autoritarias (Túnez).

Es hora de pensar en la elaboración de una nueva antología sobre transiciones políticas en contextos de crisis institucional. A fin de realizar una modesta contribución, permítanme recuperar una vieja tipología esbozada hace algunos años atrás de diferentes desenlaces de las crisis institucionales sobre la base de dos posibles dimensiones: la primera, el grado de organización de la protesta social (bajo/alto); y, la segunda, el comportamiento de las Fuerzas Armadas en relación con el poder político (insubordinación/subordinación). El cuadro que presentamos a continuación representa una síntesis de lo aquí expuesto (Cuadro I).

Venezuela 2024: se caía de Maduro

El escenario 1, Anarquía, no tiene, al menos hasta el momento en que escribimos estas líneas, ningún referente empírico de relevancia.

El segundo escenario, de equilibrio inestable, tuvo lugar en Chile durante el ciclo de protestas sociales de 2019. Una sociedad estable y previsible, paradigma de la modernización “neoliberal” en la región, se vio sacudida por una rebelión social originada en un proceso de crecimiento sostenido de su economía y un cúmulo de expectativas insatisfechas asociadas a dicho proceso de crecimiento.

La conjunción de un líder con su autoridad política debilitada (Sebastián Piñera), una protesta social extendida aunque sin liderazgos definidos y un agente estatal encargado del control de la calle con dificultades para garantizar el control territorial de esa protesta extendida aunque subordinado al poder político definieron este contexto de equilibrio inestable que llevó a la puesta en ejecución de un frustrado proceso constituyente en el período 2020-2023.

En el tercer escenario tenemos el caso de la destitución de Evo Morales:aquí nos encontramos frente a una situación híbrida; por un lado, una protesta social extendida a lo largo de todo el país; por otro, un agente estatal encargado del control territorial (fuerzas armadas y de seguridad)  que se niega a llevar a cabo la tarea represiva de las protestas ciudadanas y que además  lleva a cabo un emplazamiento al presidente Evo Morales a través de una "sugerencia de renuncia” a su cargo como presidente de la república. 

No asistimos entonces en aquella oportunidad a un golpe de estado clásico, un autogolpe o una revolución social.

El escenario 4 aparece representado en el caso de Venezuela: la clave para la comprensión de la subordinación de las fuerzas armadas al poder político reside en el hecho de que dicho agente estatal parte de y es el gobierno, el estado y el régimen político, con la resistencia de la oposición en la calle a través de manifestaciones hasta el momento numerosas. Estamos en presencia de un agente estatal que tiene un rol institucional que va más allá de los límites de la competencia profesional y cuya lealtad se sostiene en las concesiones en materia de negocios "privados" (alimentos, divisas, drogas y otros menesteres) que garantizan la supervivencia del liderazgo civil de Nicolás Maduro.

Esta tipología nos permite realizar algunas reflexiones muy preliminares sobre el posible desenlace en Venezuela. Por el rol que juegan las Fuerzas Armadas, se hace difícil pensar en escenarios alternativos al mantenimiento del Statu Quo, como una transición pactada o un cambio de régimen por ruptura. Los principales actores de la coalición dominante no parecen prever otros escenarios posibles que el de la permanencia en el poder, la cárcel o la muerte. Así, la lealtad organizacional de las FFAA se constituye entonces, no ya en un valor en sí mismo, sino en una estrategia de supervivencia. Hasta la fecha ha sido muy limitado el impacto de la presión internacional en dirección de alguna alternativa de cambio, sea ésta pactada o no pactada.

Para concluir, podemos afirmar que dado que el oficialismo controla la totalidad de los poderes del estado y de las fuerzas coercitivas, era difícil prever que Maduro iría a reconocer un resultado electoral adverso el domingo 28 de julio.

 Recuerdo mis primeros años en la carrera de Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires, allá por los años ochenta: era la etapa fundacional de la democracia en Argentina, y en las aulas un tema de amplio debate era la transición democrática y las condiciones para garantizar un cambio pacífico de régimen político, del autoritarismo a la democracia.

En ese contexto, aparecía el modelo de Venezuela, que en los años 50 y 60 había realizado una exitosa transición a la democracia (Pacto de Punto Fijo), resultado de un acuerdo estratégico entre las élites políticas y no-políticas del país. El caso de Venezuela, en ese entonces, era motivo de estudio y admiración intelectual. Cuatro décadas después, el país está en el otro extremo, frente a un desafío de transición a la democracia en el cual la llave del cambio o la preservación del statu quo se encuentra en manos de las Fuerzas Armadas Bolivarianas.

De ellas depende.