Luego de que el Indec informara que la inflación de noviembre había sido del 2,4%, el presidente Javier Milei volvió a defender su política económica y resaltó, como algo positivo, que en la Argentina “ya hay deflación”.

Para el mandatario, su programa de ajuste es “más exitoso que la propia convertibilidad de Menem”.

Ahora bien, para que haya deflación no tiene que haber inflación. La hay. Es cierto que ha desacelerado su crecimiento, pero los precios siguen aumentando mes a mes.

Además, la deflación es fenómeno que también impacta negativa en la economía de un país. Es que este fenómeno también se conoce como “inflación negativa”, incluso su forma de calcularla es con el IPC pero con números negativos.

La deflación consiste en la caída del nivel general de precios de los bienes y servicios de un país, de forma sostenida, y tiene dos causas principales: la reducción de la demanda y el exceso de oferta.

Este fenómeno desincentiva la demanda, disminuye los ingresos y aumenta el desempleo. Además, aumenta el valor real de la deuda de un país y dificulta su pago. Finalmente, la deflación prolongada puede llevar a una recesión económica.