En la gestión económica del experto en crecimiento con o sin dinero y el Messi de las finanzas, todo está atado con alambres. La falta de un plan económico serio y consistente se expresa semana a semana en decisiones que cambian de rumbo y no generan confianza en el mercado. El desplome de la economía real se profundiza y los números son mes a mes más alarmantes, sembrando dudas sobre una recuperación muchas veces anunciada pero que no arranca. El cuadro económico configura un panorama oscuro en el corto plazo y no aparecen en el horizonte soluciones muy claras que permitan vislumbrar un vuelco en el escenario actual.

Milei y Caputo se embanderaron desde el minuto cero en el equilibrio fiscal como el camino para bajar la inflación. Lo cierto es que, a casi 8 meses de gestión, los resultados de esa idea se muestran contradictorios. El ministro de Economía afirma en privado que el IPC de julio será el más bajo en lo que va del año, ubicándose por debajo del 4%. Sin embargo, el costo económico y social de ese logro resulta incalculable y plantea interrogantes sobre su sostenibilidad. El desplome de la actividad económica repercute en miles de despidos y caída del salario, lo que a su vez aplasta al consumo como un motor de tracción económica, llevando a que la recaudación fiscal también caiga y con ella se complique el sagrado objetivo del equilibrio fiscal.

Las cuentas que ya no le dan a Milei y Caputo

Por primera vez en muchos meses, julio cerró con números en rojo desde lo financiero para el Gobierno. El pago de obligaciones de deuda llevó a que se corte una tendencia de varios meses de superávit que el oficialismo enarbolaba como su principal bandera. El problema de fondo y estructural para la economía argentina es y seguirá siendo la falta de dólares. Con el tipo de cambio actual, al que el Gobierno se aferra para evitar que suba y repercuta en otro rebote inflacionario, el sector agroexportador se guarda los granos y espera un reajuste para liquidar. Se calcula que aún hay unos 21 mil millones de dólares de la cosecha gruesa que no se liquidaron, más de la mitad de la cosecha de soja y casi la mitad de la de maíz. Sin esos dólares, el Gobierno entra en un callejón sin salida.

El recorte en el gasto público aún sigue generando números positivos en el resultado primario, la diferencia entre ingresos y gastos del Estado, pero el problema de la deuda en moneda extranjera, que la actual gestión profundizó pateando obligaciones con importadores o creando instrumentos como el BOPREAL, sigue sin solución. Los pagos de julio llegaron casi a unos USD 3000 millones, y en agosto hay vencimientos por al menos otros 1000 millones más. Caputo espera saldar esa cuenta con un nuevo crédito del BID y otros organismos, lo cual implica seguir pateando hacia adelante el problema de una economía que no arranca y no produce lo que necesita para afrontar sus obligaciones.

La Cámara Argentina de Comercio reveló un dato preocupante que pinta a la perfección la dimensión de esta encerrona. En junio, el consumo tuvo un retroceso del 3,3% con respecto a mayo, totalizando una caída del 9,8% interanual y del 5,3% para el primer semestre del año en relación al mismo período del 2023. Ese es el resultado de las decisiones económicas recesivas y de contracción económica con las que el Gobierno encara el problema inflacionario, dispuesto a cumplir su principal promesa de campaña incluso a costa de destruir la economía real y generar un daño mucho mayor y más costoso de resolver que aquel que vienen a solucionar.

Las cuentas que ya no le dan a Milei y Caputo

La caída del consumo y de la actividad económica llevó a que en julio la recaudación fiscal caiga cerca de un 10%. Eso significa menos recursos para un Estado ya muy ajustado, y que deberá ajustarse aún más si pretende seguir cerca del equilibrio fiscal y no profundizar el déficit que generó la suma del gasto público y las obligaciones de deuda este mes. Más aún, la promesa de Milei y Caputo al campo de bajar 10 puntos el impuesto PAIS en septiembre se tiñe de oscuro si la recaudación sigue en picada. El PAIS fue durante el primer semestre la principal fuente de recursos tributarios, explicando el 6,4% del total.

El rompecabezas económico en el que el Gobierno que no termina de poder ordenar todas las piezas queda plasmado en el hecho de que, si el oficialismo no cumple esa promesa a los agroexportadores, difícilmente reciba los dólares que hoy siguen retenidos en los silo bolsas. Menos aún con un tipo de cambio atrasado, que el campo vienen presionando por actualizar con una nueva devaluación.

El Gobierno sabe que eso significaría resignar su principal activo, la desaceleración inflacionaria, y es por eso en las últimas semanas habilitó una sangría de las reservas del Banco Central para bajar los dólares financieros que habían llegado a valores entre los $1400 y los $1500. El Central perdió un total de USD 2.600 millones en julio, segundo mes consecutivo en el que se acumularon menos reservas de las que se consiguieron comprar. En el primer día de agosto, Economía modificó su estrategia de los últimos días, dejó de intervenir en el mercado de cambios para bajar los dólares financieros y volvió a comprar reservas por unos USD 145 millones. Pero, en otra muestra de las inconsistencias del plan económico, la otra cara de ese movimiento fue el repunte de todos los tipos de cambio. Este jueves subieron el blue, el CCL y el MEP, así como también el del riesgo país, indicadores que venían a la baja impulsados por la venta de reservas del Central y que, sin esa intervención en la cancha, vuelven a mostrar la tendencia alcista que venían sosteniendo antes de los anuncios del 15 de julio.

La suba en el riesgo país estuvo acompañada de una fuerte caída de las acciones argentinas en Wall Street, que se derrumbaron hasta un 10%. Lo que evidencian esos movimientos es la desconfianza que rige en el mercado en cuanto a la capacidad efectiva del Gobierno argentino para pagar los vencimientos de deuda en dólares, que tendrán un fuerte incremento el año que viene. El oficialismo apunta a una entrada de divisas a partir del blanqueo y algunas de las inversiones que se vienen anunciando, pero lo cierto es que hoy por hoy no tiene nada concreto que mostrar al mercado para consolidar su confianza.

Las cuentas que ya no le dan a Milei y Caputo

Quien expresó cabalmente este escenario fue quizás el mayor promotor político y financiero del Gobierno de Milei, el magnate Paolo Rocca. El dueño del Tenaris, empresa del Grupo Techint, afirmó  que fue “demasiado optimista al pensar que los cambios que proponía Milei podían hacerse en el corto plazo”, y que “la actual situación de la economía argentina es difícil de controlar desde el punto de vista de la inflación y el equilibrio fiscal. Argentina recuperará credibilidad y acceso al mercado, pero llevará un poco más de tiempo”. La importancia de Rocca en el Gobierno de LLA se mide en la cantidad de importantes funcionarios que le responden a él más que al propio presidente, como el CEO de YPF o el secretario de Trabajo, entre otros.

Ese tiempo diferente entre las expectativas iniciales y la realidad del que habla Rocca es el principal factor de incertidumbre e inestabilidad para el oficialismo. Sin ingreso de dólares frescos se hará cada vez más difícil sostener el tipo de cambio, y si lo fuerzan a una nueva devaluación Milei deberá afrontar el costo político de una nueva suba de la inflación. Todo esto en el marco de una economía real sin perspectivas de recuperación, con salarios que siguen cayendo y el desempleo en aumento, factores que seguirán traccionando hacia abajo el consumo y la recaudación fiscal.

Las expectativas positivas que aún sostiene una parte nada despreciable de la sociedad en cuanto a la evolución de la economía también van cayendo mes a mes en todas las mediciones, y allí surge otro factor de riesgo para un oficialismo que basa su supervivencia en la confianza de la gente. Eso también está atado con alambres, como todo en el gobierno de los expertos que vinieron a resolver 100 años de decadencia y, por ahora, son la cara de la peor situación económica desde el estallido del 2001.