Los propios datos de la Subsecretaría de Lechería de la Nación muestran que 2016 fue el año de menor producción de leche de los últimos 9 años. La estimación del Observatorio de Cadena Láctea Argentina (OCLA) sobre la producción anual coincide en señalar esta baja en la producción, señalando una disminución del 10% respecto a 2015. La producción llegó a 9.710,81 miles de litros.

Este descenso puede explicarse en parte por las lluvias ocurridas entre abril y mayo, que afectaron principalmente a las cuencas lecheras de Entre Ríos, Sur y Centro de Santa Fe, Noreste de Córdoba y Villa María. Pero las condiciones climáticas sólo agravaron la precaria situación del sector, que se encontraba ya afectado por la crisis internacional, lo cual condicionó las estrategias de las industrias lácteas, como se mencionó, en la reducción de la oferta de manteca entre fines de julio y agosto.

En este sentido, la devaluación no ayudó a mejorar las exportaciones. Como sucede en el sector vitivinícola o en frutas de pepita, la problemática externa se relaciona con la demanda, y especialmente en este caso responde a la sobreproducción de Nueva Zelanda y a la retracción de las importaciones por parte de China -que incluso han hecho caer el precio internacional de la leche en polvo entera. 

Frente a esta situación, a pesar de la posible orientación de la industria hacia los productos más rentables, lo cual exigiría comparar estructuras de costos y tener en cuenta las formas de elaboración de los subproductos, como la manteca, lo que sí puede reconocerse es la ausencia de políticas que estimulen la producción y el consumo interno.

En un contexto de recuperación del precio internacional y aumento del precio de la leche cruda pagada al productor (aunque sólo por efecto de las inundaciones, lo cual no impacta sobre el beneficio a los mismos), el aumento de precios en góndola amplió el margen del eslabón comercializador en los últimos meses (el precio del producto en góndola sobre el precio al productor se incrementó de 458% a 482% entre junio de 2016 y enero de 2017), alcanzando los niveles de la brecha de noviembre de 2015.

Adicionalmente, los productores sufrieron el incremento sustancial de los costos, lo cual perjudicó sus niveles de rentabilidad. Entre los principales costos que se incrementaron se encuentra el maíz, insumo para alimentar el ganado, que si bien se redujeron del punto máximo de enero de 2016, continúa 90% por encima del promedio de 2014/2015. En este marco, la estrategia del Gobierno pareciera residir en estirar los plazos esperando una caída del precio del maíz, evitando de esta manera intervenir en la cadena productiva y de comercialización lechera.

En efecto, en el complejo lácteo tanto pequeños productores como consumidores, los extremos de la cadena, son los más afectados por los márgenes que se apropian los eslabones concentrados. Los primeros porque no lograron mejorar sus márgenes respecto de los precios de góndola, siendo afectados además por los efectos de las inundaciones en la producción (que aunque impacta incrementando el precio al productor no genera un ingreso adicional) y sobre todo, porque sufrieron el sensible aumento de sus costos. Los consumidores, porque los precios en góndola superaron ampliamente el conjunto de los precios de la economía.

La implementación del Régimen de Compensaciones para Productores Tamberos con la inclusión de todos los productores, sin discriminar por su escala de producción, cantidad de vacas o extensión de la unidad  productiva habilitó la transferencia de recursos a grandes productores, quienes obtuvieron una mayor participación sobre el total de subsidios otorgados al sector.

En un contexto de aumento de los costos de producción que no llega a cubrirse con el incremento del precio de la leche, pérdidas ocasionadas por el clima y continuidad de la crisis internacional, esta política favoreció el proceso de concentración en la producción primaria de leche.

Este proceso quedó expresado en la duplicación de la tasa de cierre de tambos en 2016 respecto a los últimos años. Según estimaciones de entidades del sector, a lo largo del último año se produjo el cierre de alrededor de 460 tambos, lo cual representa una caída del 4%, tratándose mayormente de los tambos de menor producción, por debajo de los 2.700 litros diarios.